Por @ruiz_senior
Nikolái Krylenko fue un dirigente bolchevique que ocupó los cargos de fiscal
general y de comisario del pueblo de Justicia en el régimen surgido en 1917. Ha
pasado a la historia por afirmaciones como que era mejor ejecutar inocentes que
culpables, porque haciéndolo las masas tendrían más temor, o que las decisiones
de las autoridades de justicia debían tener en cuenta el interés del partido y
de la revolución por encima de consideraciones morales de otra índole.
Sobre el personaje se podrían decir muchas cosas, pero en todo caso se debe
admitir que su visión es absolutamente congruente con el pensamiento comunista
y revolucionario. Y es que la toma del poder que buscan las personas de ese
bando no tiene por objeto el respeto de los derechos ajenos sino su supresión. El
revolucionario obra respecto del Estado y la sociedad como un conquistador
extranjero, y de hecho es muy llamativo que la mayoría de los dirigentes
bolcheviques no tuvieran siquiera un origen étnico eslavo como la mayoría de
los rusos (Lenin era de ascendencia alemana, sueca y chuvasia, Stalin era
georgiano, Trotski, Kaménev y Zinóviev eran judíos de origen alemán, Plejánov
de origen tártaro…).
Esa primacía del interés del partido sobre cualquier otra consideración es algo
que hace incompatible la ideología comunista con el derecho, y se encuentra a
todas horas en las actuaciones de los comunistas. Un hecho reciente ilustra
incluso la dificultad que tienen las personas imbuidas de esa ideología
siquiera para entenderlo. La ministra española de Igualdad (ya verán en
Colombia para qué es el ministerio de Igualdad) hizo aprobar un cambio del
código penal que tuvo el efecto de que en ciertos casos los condenados por
delitos sexuales vieron reducida su pena. Como ése no era su objetivo sino una
consecuencia imprevista, sencillamente acusó a los jueces que reducen las penas
de ser machistas y reaccionarios.
Eso porque los principios del derecho, en este caso el de que se debe aplicar
la legislación más favorable al reo, son incomprensibles para quienes quieren
suprimir la ley: les parece razonable saltarse una norma para ser más justos.
En Colombia la influencia de los comunistas en el mundo del derecho es
abrumadora, y uno de los rasgos que definen la inviabilidad del país: en las
altas cortes ha habido muchos magistrados provenientes de la Universidad Libre,
donde en los años setenta enseñaba el líder comunista Jaime Pardo Leal que “El
derecho no es más que la voluntad de la clase dominante erigida en ley”. Y casi
con toda certeza, esa clase de prédicas son mayoritarias en las demás
facultades de derecho.
De modo que el ciudadano no sólo tiene que convivir con las tradicional
venalidad y arrogancia de los jueces, sino sobre todo con su absoluto desprecio
de la ley, a la que simplemente utilizan para corresponder a los intereses del
partido que los nombró (no hay que olvidar el dominio del gremio por el
sindicato comunista Asonal Judicial, creado por Pardo Leal). ¿Cuántos jueces
son nombrados a partir de su pertenencia al Partido Comunista? Baste pensar en
la trayectoria de Carlos Gaviria, un profesor abiertamente marxista que en
cuanto se retiró de la carrera judicial se lanzó como candidato presidencial de
ese partido. O de Alfredo Beltrán, un jurista cuya carrera comenzó realmente en
el sindicato comunista Fecode. O de Eduardo Montealegre, que antes de ser fiscal
general del Estado fue presidente de la Corte Constitucional, y que siendo
fiscal participó en un acto político en el que reconoció haber estado desde muy
joven con los comunistas y sus guerrillas. https://www.youtube.com/watch?v=hUMvS7wJ3_o
Es bajo esa luz como hay que entender todas las actuaciones de las altas cortes
en las últimas décadas, tanto la justificación del terrorismo con el pretexto
del altruismo que caracteriza al delito político como la obstrucción a
cualquier política que emprendiera el gobierno de Uribe o la legitimación del
atropello cometido por Santos con el plebiscito. Todo el mundo cree que
simplemente son malhechores que se hacen millonarios sirviendo a la mafia, pero
ese servicio está articulado en torno a ese aspecto ideológico, en esa aversión
profunda a la ley que sienten en cuanto comunistas.
El poder judicial colombiano no es muy distinto del soviético dirigido por
Krylenko, todos los que podrían incomodar a la carrera de Juan Manuel Santos,
hermano del principal representante del régimen cubano en Colombia, fueron
víctimas de persecución judicial: Alfonso Plazas Vega, Luis Carlos Restrepo,
Andrés Felipe Arias, Luis Alfredo Ramos, Fernando Londoño y hasta Óscar Iván Zuluaga.
Quienes conocemos el proceso contra el coronel Plazas Vega nos hemos preguntado
a menudo si es posible que los magistrados de la Corte Suprema de Justicia que
lo condenaron a treinta años de prisión (de los que cumplió ocho antes de que
tuviera que ser absuelto) desconocían el grotesco montaje en que se basó la
condena. Y no es posible, sencillamente son funcionarios del régimen cubano y
de sus agencias en Colombia y llevan a cabo las persecuciones que sirven a la
revolución.
Y todo eso es muy sabido y evidente, el misterio es ¿qué piensan los demás
ciudadanos de estar en manos de malhechores de esa clase? La resignación y aun
la conformidad de la mayoría con una situación semejante explican las
desgracias que afectan al país: no puede haber seguridad física porque no
impera la ley sino los intereses de una casta corrompida. No puede haber
prosperidad porque esa casta promueve el negocio de la cocaína, que define a
los regímenes de la constelación cubana. El gobierno ya es dirigido por un
exguerrillero comunista cuya misión es impedir el acceso de los ciudadanos a la
energía útil y generar así la miseria en la que podrán eternizarse en el poder,
y naturalmente lo acompaña un antiguo magistrado de siniestra trayectoria.
Tan evidente como el libro "La Violencia en Colombia" que escribieron los profesores comunistas de la Nacho, con el seudónimo de "Monseñor Guzmán", para legitimar el terror de sus sicarios, y tanta resignación como la que encuentra uno en muchas casas donde está terminantemente prohibido hablar de política, o como tantas personas que se niegan a votar porque "eso no cambia nada".
ResponderBorrarSí, la gente que se niega a votar no cree que esté realmente en peligro de pasar hambre o miedo, y se va acostumbrando a la miseria y al desorden como si fueran el resultado de decisiones individuales o de la mala suerte. Y es lo que la propaganda divulga, no es una ocurrencia casual.
ResponderBorrarGracias por sus comentarios.