Se trata en efecto de un
testimonio contra la humanidad, la Liliput que encuentra el marino en su primer
viaje es una caricatura de una corte europea con toda su pompa y solemnidad,
que a ojos ajenos resulta grotesca y lamentable. En el segundo viaje, Gulliver llega
a un lugar habitado por seres al lado de los cuales el liliputiense es él, cuyo
rey lo adopta hasta que lo oye sugerirle que use pólvora en la guerra con sus
vecinos. ¿Cómo un ser tan ínfimo podía concebir algo tan monstruoso?
En el tercer viaje el
marino llega a Laputa, que es una isla flotante cuyos habitantes dominan al
país que tienen debajo, y después a otros destinos igual de fantásticos. En el
cuarto llega a un país en el que los que hablan y razonan son los caballos y en
el que lo reconocen como un “yahoo” (de ahí viene el nombre de la famosa
compañía de internet), una especie de alimañas despreciables que se ven en el
país. Los desconcierta que un yahoo hable y use vestidos, y se sorprenden de lo
que les cuenta Gulliver sobre nuestro mundo.
Conviene aclarar que tanto
“Liliput” como “Laputa” tienen que ver con el sentido de la palabra española puta. Ambos lugares son representativos
de la humanidad y del horror que representaba para Swift. En el caso de la isla
flotante, que es el que quiero evocar para el tema de este artículo, se trata
de una metáfora del gobierno y de lo que significa para la sociedad a la que
somete. Gracias a un elemento magnético, la isla se mantiene por encima del
país y lo explota mediante impuestos. Sus gentes son ajenas a cualquier
consideración práctica, sólo tienen interés por las matemáticas y la música, y por
las intrigas del poder.
A pesar de ser una obra
publicada en 1726, el relato de Laputa anticipa en gran medida el socialismo.
Cuando Gulliver baja al país sometido se entera de que ciertas ideas que se han
impuesto desde la isla flotante han impedido a los habitantes disfrutar de
cualquier prosperidad, pues se debe hacer lo que se decide arriba, cosa que
conoce bien cualquiera que haya leído sobre la historia del comunismo en el
antiguo Imperio ruso y en sus colonias. Pero, como ya he señalado, Laputa es
una metáfora del gobierno, por una parte algo necesario, pero siempre expuesto
a caer en manos de intereses particulares lesivos para los demás.
Lo anterior se agrava
cuanto más lejos esté el gobierno del control del ciudadano, que se ve sometido
a leyes y disposiciones que no ha escogido ni puede cambiar y que se toman
atendiendo a la agenda de camarillas de intrigantes con planes de dominación a
menudo bastante siniestros. Por eso las sociedades de los últimos siglos han
prosperado menos cuanto mayor fuera el control de una autoridad central.
En el siglo XX el poder del
Estado y sus desvaríos llegaron a extremos espantosos, ya antes de la
Revolución rusa los franceses, alemanes, británicos, turcos y rusos se vieron
forzados a matar y morir en una guerra por intereses de élites que decidían por
ellos, de modo que para conciliar esos intereses y limitar esos conflictos se
pensó en crear una organización que de algún modo fuera el germen de un
gobierno mundial. Así surgió la Sociedad de Naciones, que sirvió de muy poco
para impedir la continuación de esa guerra monstruosa. Después de 1945 se creó
una nueva organización, a la que pertenecen casi todos los países del mundo,
representados por sus gobiernos, y con muchas agencias dedicadas a atender
diversos frentes.
Lo malo es que esa
organización, a pesar de su limitado poder, representa a los gobiernos, la
mayoría de los cuales no son democracias, de modo que Pol Pot, Sadam Husein o
Fidel Castro han enviado a sus delegados a representar a sus víctimas. ¿Qué autoridad
moral tiene la ONU para tomar decisiones que afectan a las personas en
cualquier lugar del mundo?
Si Colombia no fuera el
país de los sinsentidos (nadie ha sido capaz de explicar, por ejemplo, cuál es
el delito que cometió la señora racista que ofendió a la vicepresidenta) todo
el mundo recordaría que durante al menos cuarenta años la ONU y sus agencias han
promovido abiertamente a las bandas de asesinos comunistas. ¿Nadie recuerda la
negociación del Caguán con los representantes de la organización, Egeland y
Lemoyne, presionando al gobierno de Pastrana para que premiara las masacres que
cometían cada día espoleados por los citados señores?
Ese secuestro de esas
entidades por agendas particulares se hace patente en la llamada Agenda 20-30 y
en muchas actitudes de los “globalistas” que controlan esas instituciones. Y
esa especie de conjura global de propaganda “woke” e intereses espurios es una
de las mayores amenazas que afronta la humanidad hoy en día. La alta burocracia
global es uno de los frentes, junto a los medios, las universidades, las
grandes compañías de internet y los partidos totalitarios, de esa conjura que amenaza la libertad
en todas partes con su ingeniería social delirante y opresora.
Por desgracia, la respuesta predominante es el
patriotismo, que sin remedio comporta la exaltación de la masa de cualquier
país que se va convenciendo de ser mejor que el vecino y que reacciona
violentamente ante cualquier agravio. No es raro que la mayoría de los
patriotas y consumidores de teorías de conspiración hayan visto en el tirano
imperialista ruso una especie de salvador que hace frente a los “globalistas” y
endereza el mundo.
En ese ensueño “multipatriótico” (porque cada
patriota terminaría siendo hostil con el antiglobalista del país vecino) basta
con que cada uno se encierre en su país para que deje de haber problemas
globales, de los que ni siquiera hay que hablar porque todos son puros inventos
de los “globalistas” (que son el espejo de los patriotas, tal como ocurre con
la izquierda y la derecha).
La cuestión del gobierno
mundial es la misma que la del gobierno nacional: ¿cuánto poder tiene el Estado
y hasta qué punto puede determinar el ciudadano concreto su rumbo? No es sólo
que haya democracia representativa, pues a fin de cuentas Chávez contó con
mayorías abrumadoras, sino que la gente sea dueña de su vida (no para negarse a
usar mascarillas ni a quedarse en casa, como querían los exaltados
antiglobalistas) y las instituciones estén sólo para coordinar los intereses
diversos de la sociedad. La fiebre “gretinista” de las élites actuales (la niña
autista, cuya peripecia extrañamente interesó a los medios y así a los
ciudadanos en todo el mundo, es miembro de importantes academias) no es tan
diferente de los abusos del “gamonal” de una aldea, o de los parásitos de la
isla de Swift, y poco se avanzará con el ensueño de Estados-nación a los que
los ciudadanos adoran, que ya fue una pesadilla de los siglos anteriores, por
mucho que en el ensueño pueril de los patriotas esas patrias no vayan a ser el
origen de guerras y destrucción.
Aunque se conozca muy bien la Historia siempre se repite porque las pasiones humanas han sido siempre las mismas.
ResponderBorrarLos políticos criminales son expertos en ensalzar los egos y prometer que todos vamos a vivir sabroso y sin ningún esfuerzo, sin que ejemplos claros y cercanos como Venezuela sirvan de escarmiento. A casi todos nos enseñaron sobre las glaciaciones y los períodos intermedios, pero los políticos desalmados convencen a mucha gente de que ellos pueden evitar ese "cambio climático y el calentamiento global".
Por ahora no hay ninguna esperanza.
Muy buen enfoque, se podría llamar "La martingala del atraso", una comunidad sufre la opresión de una casta parásita y se decide a librarse de esa opresión, pero los oprimidos no tienen otro ejemplo de vida diferente ni otros valores, y todos intentarán formar parte del poder, de la nueva casta parásita, hasta que la mayoría se rebela de nuevo y empieza lo mismo. Así nadie verá sentido a poner una tienda porque sus posibles clientes no aceptan la propiedad sino que están dispuestos a saquearlo en cuanto afloje el control. Los saqueos son ese ejemplo, por ejemplo en Japón no hay saqueos ni siquiera tras un terremoto. La misma mafia protege a los tenderos de los saqueos, de ahí procede la prosperidad.
ResponderBorrarEl socialismo sólo es esa opresión estatal pero multiplicada.