Por @ruiz_senior
Es frecuente encontrar en las redes sociales comentarios de personas que se
preguntan dónde está hoy la oposición venezolana. El dictamen casi unánime es
que en realidad toda ha sido absorbida por el régimen, que ahora no parece tan
a punto de caer como hace algunos años. Sencillamente, la tiranía se impuso y
arrolló toda posibilidad de hacer política en términos democráticos, de modo
que los que quieran vivir del Estado tienen dos opciones: plata o plomo, o
servir a la tiranía legitimándola con una oposición decorativa o desistir de hacer
política y emigrar porque los ingresos de los que no ordeñan el botín estatal
ni se benefician del narcotráfico son miserables.
Lo que desconcierta de esas protestas es la inconsciencia de tanta gente:
¿nadie les ha contado qué es el comunismo? La tiranía venezolana nunca se irá
por las buenas —al contrario, cada vez se hará más opresiva— porque aplica un
libreto comunista. Antes de Venezuela ya cayeron dos países americanos en
regímenes de ese estilo, Cuba y Nicaragua. Nadie espera que la satrapía cubana
caiga, menos ahora que gobiernan sus aliados en Estados Unidos (el que quiera
entender lo que significa el gobierno de Partido Demócrata haría bien en
prestar atención a personajes como Alexandria Ocasio-Cortés o el presidente del
distrito de Queens que recibió a Petro: indistinguibles de Aída Avella o
Tornillo, o a gestos muy curiosos del gobierno de Biden, como devolver a los
sobrinos de Maduro que serían letales para el tirano en un juicio por
narcotráfico.)
Ese proceso de cierre de los regímenes que caen en manos de los comunistas lo
experimenta ahora Bolivia, donde la última presidenta está presa en condiciones
infames. Pero es generalizado en todos los países en que el narcocomunismo ha
triunfado, y la atroz persecución que emprendió Lula, por ejemplo capturando al
exministro de Justicia o tratando de involucrar a Bolsonaro en la extraña
insurrección de hace dos semanas, deja ver que será una constante en todos esos
países.
En Colombia no se puede hablar de grandes persecuciones contra la oposición por
parte del gobierno de Petro, y eso tiene mucha causas. La principal es que no
hay una oposición que deslegitime al régimen o amenace su permanencia. Las
persecuciones ya tuvieron lugar durante los gobiernos de Uribe, gracias al
dominio que los comunistas tienen desde 1991 del poder judicial, y aparte de
los personajes que podrían amenazar el triunfo de Santos se encarceló a miles
de militares de muy diverso rango, siempre en procesos oscuros y sesgados, para
lo que se contó con la complicidad del gobierno y de los medios.
Pero claramente la vocación de Petro es instaurar un régimen como el
venezolano, cosa que parecen no detectar la inmensa mayoría de los críticos que
escriben comentarios en las redes sociales: les parece que se puede combatir a
Petro como a cualquier otro gobernante y así dicen que «le quedó grande»
gobernar el país, como si intentara administrarlo bien pero fuera incapaz, o
que fracasó en algunos campos de la gestión del Estado, como si su propósito no
fuera implantar la tiranía.
Lo mismo ocurre con los reproches incesantes por los abusos de la primera dama
o de la vicepresidenta: creen que en 2026 habrá una elecciones en las que será
posible ganarles a los narcocomunistas. Y la triste verdad es que ni siquiera
hay atisbos de una resistencia ideológica al narcotráfico al comunismo, baste
pensar en el apoyo unánime a la matrícula cero o en la indignación con el
aumento de la edad de retiro para ver que la vocación de los colombianos es la
de ser funcionarios y disfrutar de privilegios que a la larga sólo aseguran la
miseria generalizada, pero le proveen ventajas inmediatas al que consigue estar
dentro.
Realmente la implantación de un régimen comunista ha tenido lugar en dos
etapas, primero con la Constitución de 1991, cuando accedieron al control del
poder judicial y a un aumento drástico del gasto público que permitió asegurar
una clientela leal, y después con la negociación de paz de Santos, cuando se
legalizó a las FARC y se las proveyó de recursos, amplio control territorial e
impunidad para el narcotráfico. ¿Es que alguien cree que las FARC ya no
existen? ¿Por pasar de los cambuches a las casas suntuosas han dejado de ser
criminales?
La complacencia actual de la mayoría de los políticos venezolanos con el
régimen ya la experimentó Colombia durante los años del proceso de paz, con la
diferencia de que los venezolanos han avanzado un poco más en el camino de la
tiranía. Los colombianos no están descontentos de sus líderes políticos porque
no entienden qué significó la paz de Santos ni cuál era la función del gobierno
de Duque. Siguen defendiendo a Uribe, que fue la pieza clave de esa negociación
porque desactivó cualquier amago de resistencia, y sólo temen que Petro intente
reelegirse o que cambie la constitución. No faltan los que creen que la
inflación y la devaluación generarán suficiente descontento, como si no
pudieran darse cuenta de que cuanta más pobreza haya más seguros estarán los
tiranos, o que ni siquiera hay propuestas de candidatos viables que intenten
ganarles a los narcocomunistas las alcaldías y gobernaciones.
Así las cosas, Petro no necesita encarcelar a nadie ni crear un ambiente de
terror, calmadamente va cooptando militares y policías, continuando algo que ya
ocurría cuando Santos, en una versión colombiana del Cartel de los Soles, y
asegurando todos los resortes del poder. Si será candidato en 2026 o lo
reemplaza otro personaje es algo que se decide en La Habana, que fue donde lo
designaron candidato cuando se desplazó hasta allá en plena pandemia.
La tiranía comunista se quedará muchas décadas, no tiene resistencia. No quiere
decir que no habrá críticos lloriqueantes salvando sus curules y tratando de
lucrarse de ellas, como es la tradición del país, pero la mayoría de los que
esperaban prosperar con Uribe se acomodarán al nuevo orden. Bueno, todos se
acomodarán, o más bien se acomodaron durante el juhampato. Son parte del
régimen y quien quiera instaurar una democracia no puede contar con ellos. Son
desde 2010 la burocracia del Ministerio de la Oposición, aunque con Duque
estuvieron el en gobierno, daba lo mismo.
2 comentarios:
Ojos que no quieren ver y oídos que no quieren escuchar; lo digo porque es imposible ignorar que las tiranías comunistas solo han salido a punta de balas y bombas, y porque Francos o Pinochets son muy escasos, casi milagrosos.
Los países suramericanos estamos cayendo en esas tiranías por nuestra pasividad, diciendo que "aquí no puede entrar el comunismo" para no salir ni a votar.
Hay un ingrediente primitivo, la rebeldía respecto al derecho de propiedad, que es de donde surge la delincuencia "común", otro atávico pero de otro origen, que es la aversión al trabajo (en Grecia y Roma un ciudadano era alguien que no trabajaba, y el gran pintor Diego Velázquez estuvo toda la vida tratando de entrar en una orden militar, para lo cual tenía que demostrar que nadie de su familia había trabajado). También el cristianismo honra al menesteroso y en la versión católica lo reduce todo al interés del gremio clerical. De ahí sale un tipo de persona que en cuanto puede va a tratar de vivir del cuento y que aborrece al que trabaja y ahorra. Ésa es la base del comunismo en la región.
Gracias por sus comentarios.
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