Como era en cierta medida previsible después de que el triste candidato del autodenominado liberalismo se desdibujara por completo en medio de sus promesas gratuitas y sus ridículas calumnias, la contienda electoral se dará entre el presidente y el candidato de la llamada izquierda, es decir de los que no condenan los secuestros o bien se suman a los que no condenan los secuestros. Por mucho que sea una frase trillada, para el caso es muy justa la vieja sentencia de Clausewitz, según la cual la política no es más que la continuación de la guerra por otros medios. Y es que el bando guerrillero espera obtener con los votos del miedo lo que no ha conseguido con varias décadas de masacres y bombas: alcanzar el poder y convertir sus crímenes en fuente de derecho para implantar un modelo social de jerarquía congelada, como en Cuba, como sueñan desde la misma época de la Colonia los nietos de los encomenderos.
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