Por Jaime Castro Ramírez
El factor confianza es un elemento básico para la credibilidad en las relaciones sociales, de manera que, construirla es una tarea de honestidad, y aceptarla, es función de la persuasión de la voluntad a través del conocimiento de realidades. En política se construye confianza a partir de la reciprocidad que se le demuestre al pueblo en materia de lealtad hacia su apoyo electoral, es decir, mostrando una respuesta positiva en torno al desarrollo de los programas que han sido promesas para atraer la voluntad ciudadana. En tales circunstancias, a un político se le califica de honesto y leal, o traidor, en la medida del contenido de sus actuaciones, pues no existe otra forma de evaluarlo.
Conducta política de los tiranos
Se podría afirmar que la constante es que quienes pretenden llegar al poder y tienen la tendencia hacia comportamientos despóticos y tiranos, lo hacen a través de promover el populismo como herramienta engañosa de persuasión popular, pero eso sí, a nombre de la democracia. Una vez instalados en el poder, primero que todo incumplen todas las promesas de campaña, y en segundo lugar pervierten la democracia y se convierten en ramplones dictadores que hacen elecciones, pero que se auto-asignan la ´facultad´ de ganarlas a como dé lugar, lo cual los impulsa a perpetuarse en el poder, y con este pretexto pregonan la trama dizque de la existencia de una democracia. En la región hay ejemplos de países que infortunadamente tienen gobernantes de este estilo: básicamente, Venezuela y Nicaragua, y por el similar camino tratan de imitar el mismo infortunio Bolivia, Ecuador, y Argentina.
La promesa de Daniel Ortega a los sanandresanos
El anterior perfil nos muestra que el principal argumento de estos tiranos es el engaño, en consecuencia, ya conociendo su hábito de mentira para tramar la voluntad de los incautos receptores de su hipócrita mensaje, se llega a la conclusión de que lo que le dice Ortega a los habitantes de San Andrés, en el sentido de que pueden estar tranquilos y moverse libremente por la zona motivo de despojo para Colombia, no es más que una gran mentira para que Santos proceda a acatar el fallo de la Corte Internacional de Justicia. ¡Aunque Santos es capaz de creérsela y entregarle la soberanía nacional!… Posteriormente, con seguridad ordenará capturar a los pescadores colombianos que se movilicen por ese sector. La prueba es que esta arbitrariedad ya la venían cometiendo antes del mencionado fallo que despoja a nuestro país de esa gran porción de mar territorial, y además les quitaban la pesca.
Además, relacionado con este escenario del problema limítrofe de Colombia con Nicaragua, opera la asociación del ‘triángulo de los farsantes’, que se practican mutuamente la solidaridad de cuerpo: Hugo Chávez – Daniel Ortega - Raúl Castro. El contubernio de estos individuos, que a toda prueba son gestores de desequilibrios sociales, forma una tenaza comunista cuya presión asfixia a Colombia exigiéndole acatar el perverso fallo de la Corte Internacional de Justicia de la Haya. Claro está que la presión indebida la conquistó el mismo presidente de Colombia Juan Manuel Santos desde el momento en que decidió darle a Chávez la categoría de “nuevo mejor amigo”. Esto significa que, como se dice coloquialmente, a Santos le está tocando ‘comer de su propio cocinado’, pero arrastrando la infausta consecuencia para los colombianos por su indebida adhesión.
Para Santos proceder como debe hacerlo, o sea, ´desacatando’ dicho fallo en defensa de la soberanía nacional, tiene de por medio el gran temor a Chávez, pues de inmediato revirará a favor de su compinche Ortega; lo cual trasciende también al temor a la reacción de Castro por influencia de Chávez, porque como se sabe, allá en Cuba tiene hospedados a las FARC para negociaciones de paz. Hay que reiterar que el origen de todas estas dificultades se lo forjó el mismo Santos por pasarse de la raya cediéndole espacios a Chávez, con lo cual comprometió en buena medida su independencia de gobernante. Definitivamente, las malas compañías causan estragos.
Las afinidades electivas
Es tal la trama del engaño y perversidad con que se correlacionan las conductas de los mencionados personajes, que bien podrían tener cierta afinidad con el argumento de Goethe en su obra de Las afinidades electivas, cuando plantea que las pasiones determinan los actos de los individuos a través de la química que los une, de lo cual aparece la necesidad de incorporarse mutuamente en la afinidad de sus pretensiones, donde los personajes se unen con tal grado de perfección, que cada cual es complemento del otro. Se podría concluir entonces en la afirmación que conlleva a esa especie de aforismo de que ‘Dios los hace y ellos se unen’, aunque el contraste consiste en que en este caso se unen para cumplir sus funestas intenciones en contra de los intereses comunes de la sociedad.
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