Por Jaime Castro Ramírez
Cada país tiene su fuerza militar del Estado como institución encargada de la misión esencial de defender la soberanía nacional, defender la democracia, y por supuesto defender la vida de los ciudadanos a través de proporcionar la seguridad dentro del territorio. Esta enaltecedora misión se convierte en el sagrado lema de ‘honor militar’ para quienes conforman esa importante institución de defensa de los intereses del Estado y de la sociedad.
Cada militar jura ante Dios y ante la patria cumplir ese trascendental compromiso que adquiere, el cual es único por definición de la ley y de la Constitución de la república, y por lo tanto es inigualable, es decir, que de ninguna manera se puede asimilar, ni mucho menos igualarlo con ninguna otra instancia armada fuera de la ley, pues esto constituye un verdadero despropósito contra la ley, contra lo que simboliza el uniforme del ejército de la patria, y contra la sociedad que defiende a su fuerza pública.
Militares enviados a Cuba por mandato del presidente de la república
Por naturaleza, todas las cosas o acciones tienen su límite hasta donde es permitido actuar, es decir, sin llegar a la instancia de asumir conductas que alteren la legalidad y las costumbres que son reglas de organización jurídica y social, las cuales hacen parte de la cotidianidad y del desarrollo de la convivencia de los pueblos. Una cosa es tener poder, y otra cosa muy diferente es ejercerlo sin sobrepasar la línea permitida, pues es ahí donde se configura el llamado abuso de esa condición de tener poder, lo cual suele ser traumático para las instituciones.
El presidente Santos les ordenó a unos militares activos de las diferentes fuerzas que conformaran una comisión, encabezada nada menos que por el jefe del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Militares, el general Javier Flórez, para que viajaran a la Habana a un encuentro con los terroristas con quienes se negocia un proceso de paz. El primer efecto de esta reunión dio origen a una frase indignante para la institución militar, pues alias ‘Iván Márquez’, refiriéndose a ese encuentro, dijo: “Fuerzas armadas de las partes en igualdad de condiciones”. En ‘igualdad de condiciones’, primero que todo es una afrenta al honor militar, y luego a la insignia de los militares de la república que es su uniforme, pues no les permitieron usarlo para esa ocasión y por consiguiente les exigieron presentarse de civiles, propiciando así el momento para ‘igualar’ a los héroes de la patria y de la libertad, con los victimarios de los colombianos.
Además, hay que observar que por mandato constitucional las fuerzas armadas no son deliberantes, y más aún cuando el proceso de paz es específicamente una negociación política, campo donde les está expresamente prohibido a los militares siquiera opinar.
Los militares asistentes a ese indigno encuentro tendrán la original y auténtica disculpa de decir que fueron obligados, pero resulta que hacer valer el honor está en la categoría de la conciencia de cada militar, es decir, que allí debería haber existido la llamada ‘objeción de conciencia’. Sin embargo, el general Flórez, jefe de esa misión claudicante, llamada así por militares de la reserva o en uso de buen retiro, parece convencido de su ‘obligada’ audacia, pues ahora, en el tema de la negociación de la paz, acepta que lo nombren jefe de lo que llamaron “Comando de Transición”.
La acepción etimológica del término ‘transición’, equivale a cambiar el estado de algo, de tal manera que aquí puede venir empaquetado el cambio de la estructura institucional y del tamaño de la fuerza pública de que se ha venido hablando de tiempo atrás (por solicitud hecha por las FARC), cambio que ha sido negado por el mismo presidente Santos. ¿Esta vez se podrá creer en la palabra presidencial, o la palabra presidencial estará supeditada a las exigencias de las FARC? ¿El general Flórez habrá obtenido el consenso de sus colegas, o incluso de los militares en retiro (pronto él mismo será un retirado), para asumir el cargo de jefe del Comando de Transición, con la trascendencia que tal misión pueda tener?
Mientras tanto pareciera una osadía mayor atenerse a aquello de que amanecerá y veremos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario