Por Jaime Castro Ramírez
La dialéctica como arte del razonamiento metódico, obliga a ser cuidadoso en la expresión de las ideas utilizando las palabras adecuadas para significar lo justo, y en aplicación de la lógica para conservar la consistencia conceptual. Lo contrario puede llevar a expresar lo que no es aceptable dentro de la formalidad que se requiere para el entendimiento adecuado de terminada situación.
Lo mal dicho termina con mal significado
A mayor importancia de un personaje, y además si posee responsabilidad como representante de la sociedad, mayor es el cuidado que demanda lo que exprese ante dicha sociedad para que pueda ser interpretado en debida forma y con la claridad que cada evento requiera.
El presidente de la república, Juan Manuel Santos, ha tenido una desafortunada forma de expresarse cuando lo han requerido para que se refiera al accionar terrorista de las Farc contra la población civil (en pleno proceso de paz), y además cometiendo atentados contra la infraestructura nacional y contra la industria petrolera, lo cual está debilitando en forma grave la economía del país.
En diferentes escenarios, Santos ha respondido en forma inconsecuente con la realidad que debe afrontar, y en forma decepcionante para cualquier desprevenido analista del acontecer nacional: Por ejemplo, cuando ocurrió el asesinato -que se dice por parte de las Farc- de Adán Quinto, líder representante de comunidades negras de Antioquia y Chocó en la reclamación por despojo de tierras y otros derechos, hubo un acto donde le reclamaron con vehemencia al presidente Santos por no haber protegido la vida de este líder. Pues realmente fue desconcertante la clase de respuesta del presidente de la república: “para que no hayan más víctimas, para eso es que vamos a firmar la paz”. Similar actitud asume para referirse a otros eventos graves de violencia que están golpeando al país, como el asesinato de civiles y militares, y el caso de los atentados por parte de las Farc incinerando vehículos de pasajeros y de carga en las carreteras del país, y el terrible daño al ecosistema con voladura de oleoductos y derramando el petróleo que cargan las tractomulas.
Esta clase de respuestas debieran ser de análisis interno del presidente y no expresiones públicas, pues lo que los colombianos reclaman es autoridad y firmeza de gobernante, al igual que política de seguridad para el país, no respuestas claudicantes ante la creciente actividad criminal que afecta al pueblo. La respuesta presidencial aceptable y sensata, según el rango de su investidura y su responsabilidad como gobernante, debió haber sido la contundente condena pública a las Farc por esos actos de escalada de violencia.
Razón tenía quien aconsejaba ‘pensar para hablar’. Observando el mayor respeto hacia el presidente Santos, hay que decir que el efecto de este tipo de respuestas conlleva en cierta forma a que se interprete como debilidad de autoridad, y a que se entienda como una especie de justificación de las acciones de violencia; pues como consecuencia, las Farc así lo entenderán y decidirán acogerse literalmente al significado de las palabras presidenciales, y como, ‘no se ha firmado la paz’, entonces se sentirán con licencia para continuar cometiendo actos terroristas.
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