Por Jaime Castro Ramírez
La política internacional es una relación solemne de respeto y amistad para lograr el entendimiento entre las naciones del mundo. Esta es la manera de construir relaciones internacionales de beneficio común.
El desliz del presidente Santos frente a Panamá
El gobierno colombiano en cabeza del presidente Santos incurrió en una ligereza imperdonable en la diplomacia, pues nada menos que se le ocurrió amenazar a Panamá y a sus autoridades en el sentido de que si no firmaban un acuerdo de información fiscal de Panamá hacia Colombia sobre capitales de colombianos invertidos en ese país, procedería a darle a Panamá la denominación de ‘paraíso fiscal’, amenaza que cumplió el 8 de Octubre de 2014 como respuesta a la decisión del presidente Juan Carlos Varela de Panamá de no aceptar esa especie de chantaje por parte de Colombia.
El gobierno panameño simplemente hizo respetar su independencia para tomar decisiones en nombre de un país libre, e igualmente hizo respetar la identidad panameña y el patriotismo de su pueblo. Como esta facultad patriótica ahora está en entredicho en Colombia cuyo actual gobierno ha incurrido en el grave error de aceptar imposiciones del régimen chavista venezolano, entonces Santos pensó mal al calcular que utilizando este nefasto procedimiento podría también hacer lo propio con Panamá, pero resulta que le tocó echar reversa retirándole el calificativo que le había dado de ‘paraíso fiscal’, aceptando un plan vergonzoso de culpabilidad por haber hecho no menos que un ridículo internacional.
Coloquialmente se dice que cuando las disculpas se hicieron todo el mundo quedó bien. Tratando de engañar a la opinión sobre la dimensión de su error, Santos y la cancillería, ante el fracaso de su intentona, se preocuparon entonces por el cómo desvirtuar ante los colombianos, y ante el mundo, la realidad del problema diplomático que causaron frente a Panamá, y se inventaron frases que ante la opinión pública solo le dieron mayor énfasis al problema de su insensatez e incoherencia políticas, tales como: “Llegamos a un acuerdo con Panamá en un memorando de entendimiento” (entendimiento del fracaso), “Lo que hicimos, en nada tiene que ver Panamá como país”. Frases estas que obviamente carecen de veracidad, pues la verdad en este caso es que al gobierno Santos le salió el tiro por la culata, pues le tocó pasar de envalentonado irreverente, a la rendición de claudicante resignado.
El fondo de este asunto es que la salida en falso del gobierno Santos compromete no solo al presidente de la república y a su canciller, sino que trasciende a un problema institucional, es decir, que por afinidad es lógico que también comprometió en una indignidad al Estado colombiano.
Las sociedades modernas y sus gobiernos manejan estos temas con altura diplomática, pues la inteligencia debe conllevar a negociaciones a través de convenios bilaterales, pero nunca acudir a medidas de hecho de presiones indebidas para tratar de forzar a un Estado a concederle ventajas a otro Estado.
En consecuencia, el procedimiento adecuado debió ser que autoridades colombianas hubieran buscado interactuar previamente con autoridades de Panamá, para efecto de buscar mecanismos de entendimiento para una eventual negociación en la forma como podrían establecer el intercambio de información fiscal de gobierno a gobierno.
La inadmisible actuación del gobierno Santos equivale a la antítesis de lo permitido en los protocolos de la diplomacia internacional.
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