Por Jaime Castro Ramírez
Acertar en las decisiones requiere aplicar el raciocinio como requisito indispensable para sopesar las alternativas que ofrezcan las condiciones favorables al logro del éxito esperado. Si esto es norma que se practica en los eventos de la cotidianidad, en las transacciones, en los negocios, etc., es apenas obvio que tratándose de decisiones de un gobernante, decisiones de Estado, ese raciocinio tiene que conllevar a una mayor cautela en las definiciones de políticas, pues de ellas dependen las decisiones que van a comprometer los intereses comunes de la sociedad, de la unidad de país, y del Estado y sus instituciones. La responsabilidad es entonces integral frente al pueblo que es ante quien se debe el gobernante.
Actuación del presidente Santos frente a la paz
La obsesión sin medida ante una circunstancia que convoca el interés en un evento, esto puede convertirse en una especie de actuación psicótica fuera del control razonable exigido para acertar en el propósito. La paz que pregona el presidente Santos tiene la particularidad de grandes dudas ante los colombianos, pues sus contertulios en la negociación le exigen la entrega del país a sus intereses políticos, económicos y sociales, y es aquí donde aparece el punto de inflexión porque el Presidente parece estar dispuesto a concederles lo que el pueblo no admite porque significaría la desviación y catástrofe en todos los órdenes para el país.
Esto dijo Santos en su Twitter el 17 de Abril de 2015, queriendo responder algo ante la presión del pueblo por la tragedia terrorista causada por las Farc que generó la masacre de soldados de la patria, ejecutada en el Cauca: “La paz no puede convertirse en una bandera política, es un bien de todos. El dolor de las familias debemos acompañarlo y respetarlo”.
Habría varias cosas para decir respecto a este mensaje:
1. El presidente se contradice porque es justamente en bandera política total (nacional e internacional) en que tiene convertido el tema de la paz desde la campaña de reelección, pues esto le permite alimentar el ego personal narcisista, y para alimentar pasiones de miradas furtivas hacia objetivos que lo desvelan, como son el premio nobel de paz, o la secretaría general de la ONU (intereses personales). En este escenario parece no importar lo que se firme con el nombre de paz, lo que importa es la fama a través de los grandes titulares que aparecerán en la gran prensa.
2. La paz sí es un bien de todos, pero una paz justa, no una supuesta ‘paz’ como la que se plantea, sin exigir la ‘entrega’ de armas y la desmovilización de todos los guerrilleros, aceptar impunidad, no exigir a las Farc la reparación a las víctimas, no exigir a las Farc pedirle perdón público a Colombia y anunciar el propósito firme de no repetición, aceptar la división de la unidad territorial fraccionando y entregando el país por pedazos con las llamadas zonas de reserva campesina, etc. Esta no es la paz de los colombianos, es la paz de Santos, y la de sus interlocutores de las Farc.
3. El dolor de las familias no es preocupación sentida por el alto gobierno, tanto así que la palabra terrorista desapareció del lenguaje presidencial (a cambio se usa la palabra “incidente”), pero lo que no ha desaparecido es el terrorismo de las Farc. El hecho de asistir Santos a las exequias de una de las víctimas de la masacre de soldados, quizás se debió a la presión por la movilización del país entero en solidaridad con el ejército y sus víctimas de la mansalva consumada por las Farc. Sin dejar de recordar que dizque las Farc estaban en cese unilateral del fuego… Por lo menos no se había visto al gobierno asistiendo a este tipo de ceremonias en casos frecuentes de asesinatos de soldados y policías. Bueno, tampoco hay que perder de vista que también están próximas unas elecciones…
4. Las Farc en Cuba salieron a decir que lo sucedido en esa masacre era culpabilidad del Estado, y tal vez habrá que darles la razón en el sentido de que el presidente Santos había prohibido el apoyo aéreo al ejército con el bombardeo a terroristas (lo que más ellos le temen), decisión que el pueblo ha condenado y le merecieron las rechiflas al presidente, pues esto les permitió a las Farc planear con tranquilidad y premeditación la emboscada a los soldados. Tanto es así que ante la gravedad del hecho terrorista el presidente se vio forzado a levantar la prohibición del bombardeo.
No se puede llegar entonces a una circunstancia extrema de psicosis de paz, sin observar el debido raciocinio de que efectivamente se logre la verdadera paz para los colombianos, y no correr el riesgo de convertir al país en víctima de una ‘paz’ firmada irreflexivamente. Se necesita la paz de todos los colombianos, no únicamente la paz de las Farc, y el sacrificio de los demás.
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