14 dic 2017

¿Quién es el tonto?

Por @ruiz_senior


La reciente decisión de un juez de obligar al gobierno de la capital a cambiar el lema de su propaganda ha generado un gran revuelo en las redes sociales, y francamente ese revuelo me produce más alarma que el hecho mismo: la inmensa mayoría de los comentarios, muchísimos de tuiteros influyentes, aluden al hecho como una "nimiedad", una "tontería", etc.

Lo primero que hay que señalar, sin que necesariamente sea lo principal, es la potestad de un juez para hacer cambiar un lema publicitario: ¿qué ley señala que puede hacerlo? Ninguna, sólo la disposición constitucional que autoriza a los funcionarios a prescindir de la ley, la "acción de tutela", sobre la que tantas veces he escrito comentarios en este blog. Esa disposición es un rasgo cultural que aprovechan los totalitarios, pero que no tiene resistencia porque lo que no se entiende en Colombia es la necesidad de la ley (la tranquilidad con que Uribe y su combo cambiaban las leyes referentes a la reelección explica la cultura del país: ¿quién va a violar la ley cuando puede simplemente cambiarla?).

El hecho de que el crimen organizado siempre encuentre jueces que imponen su programa no remite, como creen tantos, a la "infiltración" de los comunistas en las universidades y en el poder judicial, sino a la esencia del país: la inclinación comunista de los profesores y estudiantes corresponde a sus "intereses de clase" y refleja sencillamente la incapacidad del país para asimilarse al mundo moderno. Todos son comunistas porque en un régimen como el cubano multiplicarían su poder, y porque al sumarse a la organización que tiene tan poderosos y ricos frentes armados prosperan, ascienden y hacen lo que les dé la gana. Como sus antepasados hace trescientos años.

Pero la "tutela" que presenta el narcoterrorista Alirio Uribe no es un capricho ni una tontería, como creen los tontos. Se trata del afán totalitario de dominar el lenguaje, sobre el que trata por ejemplo 1984, la famosa novela de George Orwell. Por una parte, la ingeniería social que impone cualquier cosa y obliga a los ciudadanos a someterse (como los días sin hombres de Mockus o la reciente ocurrencia de la alcaldesa de Madrid de crear vías peatonales de una sola dirección), por otra, la prevalencia de las decisiones funcionariales sobre las costumbres o sobre las autoridades lingüísticas. Por muchos que sean los que se burlan, la verdad es que la Alcaldía tendrá que incluir en su lema las "ideas" de la ideología de género, es decir, la propaganda totalitaria.

El sentido de esa propaganda es crear una discordia en la sociedad, buscando en la mitad de la población el sentimiento de agravio que los progresistas vendrían a remediar. ¿Dónde está ese agravio? En que la lengua admite palabras como "todos" para incluir a las personas de ambos sexos, con lo que no se tendría en cuenta la existencia de las mujeres. Para remediar esa grave carencia se violenta el lenguaje de toda la tradición literaria. Unos ignorantes ambiciosos y violentos borran de un manotazo las características del idioma común porque precisamente un lenguaje corrompido les permite asegurar su dominación. Una gente dispuesta a expresarse en una jerigonza recién inventada está impedida para entender lo que se concibió en otros contextos ideológicos, y de ahí para pensar, sólo recitará la propaganda, como de hecho ya ocurre con los egresados de las universidades colombianas.

Puede que muchos consideren con desprecio las "teorías de conspiración" que describen un esfuerzo por ese "lenguaje incluyente" y por la "ideología de género" en todas las izquierdas de Occidente, casi siempre relacionadas con el narcorrégimen cubano y sus satélites, o bien sometidas a su hegemonía ideológica (como ocurre con toda la socialdemocracia europea y con la mayor parte de los demócratas estadounidenses). Pero ¿cómo es que en todas partes ese tema es de rabiosa actualidad y que todos los partidos y personajes ligados a los herederos del comunismo insisten en ello? Es evidente la conjura y también el interés. Por una parte, buscar personas agraviadas a las que poder ilusionar con su misión redentora, por la otra, tener un pretexto para perseguir a los discrepantes.

La situación de sometimiento e inferioridad social de la mujer es un problema real y en gran medida el feminismo histórico tiene una gran validez en sus reivindicaciones. Hace apenas un siglo era un sueño que las mujeres votaran, y en las sociedades atrasadas de las Américas siguen imperando condiciones opresivas para la mayoría. Lo que no se puede esperar es que semejante estado de cosas lo vayan a remediar unos criminales cuyo historial de machismo es el peor, ni que se vaya a mejorar nada corrompiendo el lenguaje a partir de las conveniencias de esos criminales.

Los comunistas colombianos tienen un pasado esclarecedor en materia de machismo: Carlos Gaviria fue acusado de acoso a sus alumnas; Luis Eduardo Garzón nombró sólo alcaldesas menores, puestos en los que puso a sus numerosísimas amantes; Alfonso Gómez Méndez tenía una cama al lado de su despacho en la Fiscalía para evaluar a las candidatas a ascensos, y cuando se cometió el atentado contra Wilson Borja aparecieron en el hospital tres "esposas" diferentes del prócer. Por no hablar de la denuncia por maltrato contra el siniestro Antonio Morales Riveira ni de las infinitas violaciones de niñas por parte del servicio doméstico armado de los citados próceres. ¿Alguien conoce el medio universitario colombiano con sus innumerables historias de profesores-seductores que proveen buenas calificaciones a las alumnas complacientes? Es esa clase de gente la que promueve el "lenguaje incluyente".

Pero no se hace nada si la gente cree que todo eso es una nimiedad. Los que tal cosa proclaman hacen como los que se ponen piercings aparatosos en los labios o en la lengua o los que les ponen a sus hijos nombres de pila novedosos: sólo demuestran su indigencia intelectual. La destrucción de la cultura les parece una banalidad porque es algo que desconocen y desprecian. Y resulta que es por medio de esos embelecos como el crimen organizado recluta muchedumbres para su tiranía.

Pero es siempre volver a lo mismo: ¿cuándo hubo un solo candidato que propusiera desobedecer lo que acordaran los criminales en La Habana? ¿Cuándo un grupo de personas de cualquier clase se ha propuesto delimitar claramente el alcance de la "acción de tutela" o siquiera denunciarla como abolición de la ley? Eso no existe en Colombia, todos esperan que baste amar a un caudillo para que todo se remedie.

Y así seguirá ganando el crimen organizado, como ha ocurrido claramente en los últimos siete años.

1 comentario:

Ruiz_Senior dijo...

Tengo que pedir excusas por un error grave en este post. No se trata de una "tutela" sino de una "acción de cumplimiento" de un acuerdo que el Concejo de Bogotá aprobó en 2009. Ningún reproche se puede hacer al juez, ni siquiera a Alirio Uribe, sino a quienes votaron a favor de esa infamia.