Durante los años de la negociación "de paz" del gobierno de Santos con las FARC era frecuente leer opiniones de uribistas en las que se citaba la famosa frase que Winston Churchill dirigió a quienes habían claudicado ante Hitler en Múnich: "Entre el deshonor y la guerra habéis escogido el deshonor, y tendréis la guerra". Así pretendían aleccionar a Santos, señalando su "error", pues tardaron tres años en darse cuenta de que el tartamudo fatídico había llegado a la presidencia para implantar la tiranía al servicio de los cubanos, y nunca se opusieron resueltamente a ese proceso porque no convenía a los cálculos de corto plazo de Uribe.
Ahora están desesperados por la posibilidad de que la Corte Suprema de Justicia encarcele al expresidente en un proceso claramente sesgado. Una mirada juiciosa a la historia reciente de Colombia forzaría a recordarles la frase de Churchill, porque el poder judicial no empezó a delinquir ahora. Uribe y sus seguidores han tolerado persecuciones más espantosas que la de ahora y no han hecho nada, han preferido el deshonor, entre otros motivos para evitar que procesaran al líder, y eso, como ocurre siempre, sólo ha servido para envalentonar al hampa judicial.
¿Cuántas personas están presas por aplicar la ley como resultado de sentencias que son en toda regla verdaderos crímenes? Ya ocurrió cuando Uribe era presidente: encarcelaron al coronel Plazas Vega en un juicio monstruoso por su desfachatez (los asesinos que asaltaron y quemaron el palacio de justicia y mataron a los magistrados quedaron impunes y alguno de ellos llegó a magistrado). ¿Cuál fue la reacción del uribismo entonces? A pesar de la inmensa popularidad del presidente y de contar con los recursos del Estado, no se hizo nada para denunciar esa infamia o para contradecir la "comisión de la verdad" que nombraron los hampones para legitimar su atrocidad. ¿Seré el único que se sorprende de que el montaje hubiera funcionado de no ser porque Ricardo Puentes Melo lo descubrió? El poder del Estado no servía. No era un montaje muy sutil ni refinado, era en extremo burdo, pero para Uribe y sus cohortes de lameculos era demasiado complicado investigar eso: lo más práctico siempre ha sido quedar bien con los poderosos.
Eso mismo ocurrió con Jorge Noguera y aun con Andrés Felipe Arias, sin que Uribe hubiera dejado la presidencia. Realmente hubo más bien colaboración de los más próximos a Uribe en esas persecuciones, toda vez que Arias era un rival demasiado ligado al conservatismo y a una facción distinta a la que dirige el expresidente. La lista es agotadora, también estuvo preso Luis Alfredo Ramos, también está aún fugitivo Luis Carlos Restrepo, también hicieron extraditar a María del Pilar Hurtado... Eso por no hablar de los militares presos, que se cuentan por miles y que son sin duda inocentes, como los generales Arias Cabrales o Uscátegui. Los de menor rango ni siquiera son conocidos por nadie.
Entre enfrentarse a esa mafia enquistada en el Estado y aliada con el clan oligárquico narcotraficante y asociarse con ella, Uribe y su círculo prefirieron lo segundo, sólo que eso no les basta a los jefes cubanos ni a Santos y Samper. Habría sido muy fácil al final del primer gobierno de Uribe, con una sensación de alivio que compartía toda la sociedad, convocar una Constituyente para abolir el engendro del 91 y sacar a los militantes comunistas del poder judicial. Pero era más tentador cambiar el articulito y quedarse en la presidencia, con el apoyo legislativo de Roy Barreras y el partido que Santos montó para resultar dueño del poder sin ganar ninguna elección, sólo gracias a que sus maquinarias y medios eran aliados gratos para Uribe. De hecho, ¿quién escogió a Francisco Santos como candidato a vicepresidente? En los años del Caguán era un entusiasta de la negociación que proclamaba su optimismo tras una semana de cientos de asesinatos.
La indagatoria de Uribe es una clara persecución asociada al interés de influir en las elecciones: equivale a los asesinatos de candidatos que podrían ganarles a los del partido de los magistrados, que es simplemente la mafia de la cocaína. Uno no sabe qué presiones habrá para que los políticos uribistas obren de modo que convenga a la candidatura de Claudia López a cambio de no encarcelar al líder. De momento ya han conseguido que la campaña electoral se olvide, mientras que las empresas que publican encuestas presentan a Galán como el rival de Claudia López. Es posible que el triunfo de esta candidata sea el precio que el uribismo pague para que no encarcelen a su jefe.
En todo caso, la respuesta que han dado es grotesca. "Lo que es con Uribe es conmigo" es algo que un juez sólo podría entender como intimidación. También podría haber habido defensores sentimentales de Pablo Escobar o de Carlos Castaño. Lo que hace un juez penal es aplicar la ley cuando determinada conducta corresponde a la descripción de un tipo de delito en el Código Penal. No tiene por qué opinar sobre la calidad de las personas.
Uno echa de menos una explicación precisa del proceso y de las atrocidades de la Corte, pero también se podría haber hecho en los casos de todas las personas perseguidas por esa entidad mafiosa. La denuncia global de esas atrocidades es algo que debió hacerse ya cuando encarcelaron a Plazas Vega, pero lo impidió la visión de corto plazo del uribismo.
Hace falta mandar a la cárcel a esos bandidos, pero eso no se conseguirá sin una movilización enérgica contra la Constitución del 91 y sus herencias. El uribismo no estará ahí, el uribismo está con Duque, que a toda costa intenta congraciarse con los narcoterroristas. Si Uribe termina preso será por su complacencia con esos criminales, y nada cambiará porque lloren tantos miserables a los que no les importó lo que pasó con los demás perseguidos.
Ahora están desesperados por la posibilidad de que la Corte Suprema de Justicia encarcele al expresidente en un proceso claramente sesgado. Una mirada juiciosa a la historia reciente de Colombia forzaría a recordarles la frase de Churchill, porque el poder judicial no empezó a delinquir ahora. Uribe y sus seguidores han tolerado persecuciones más espantosas que la de ahora y no han hecho nada, han preferido el deshonor, entre otros motivos para evitar que procesaran al líder, y eso, como ocurre siempre, sólo ha servido para envalentonar al hampa judicial.
¿Cuántas personas están presas por aplicar la ley como resultado de sentencias que son en toda regla verdaderos crímenes? Ya ocurrió cuando Uribe era presidente: encarcelaron al coronel Plazas Vega en un juicio monstruoso por su desfachatez (los asesinos que asaltaron y quemaron el palacio de justicia y mataron a los magistrados quedaron impunes y alguno de ellos llegó a magistrado). ¿Cuál fue la reacción del uribismo entonces? A pesar de la inmensa popularidad del presidente y de contar con los recursos del Estado, no se hizo nada para denunciar esa infamia o para contradecir la "comisión de la verdad" que nombraron los hampones para legitimar su atrocidad. ¿Seré el único que se sorprende de que el montaje hubiera funcionado de no ser porque Ricardo Puentes Melo lo descubrió? El poder del Estado no servía. No era un montaje muy sutil ni refinado, era en extremo burdo, pero para Uribe y sus cohortes de lameculos era demasiado complicado investigar eso: lo más práctico siempre ha sido quedar bien con los poderosos.
Eso mismo ocurrió con Jorge Noguera y aun con Andrés Felipe Arias, sin que Uribe hubiera dejado la presidencia. Realmente hubo más bien colaboración de los más próximos a Uribe en esas persecuciones, toda vez que Arias era un rival demasiado ligado al conservatismo y a una facción distinta a la que dirige el expresidente. La lista es agotadora, también estuvo preso Luis Alfredo Ramos, también está aún fugitivo Luis Carlos Restrepo, también hicieron extraditar a María del Pilar Hurtado... Eso por no hablar de los militares presos, que se cuentan por miles y que son sin duda inocentes, como los generales Arias Cabrales o Uscátegui. Los de menor rango ni siquiera son conocidos por nadie.
Entre enfrentarse a esa mafia enquistada en el Estado y aliada con el clan oligárquico narcotraficante y asociarse con ella, Uribe y su círculo prefirieron lo segundo, sólo que eso no les basta a los jefes cubanos ni a Santos y Samper. Habría sido muy fácil al final del primer gobierno de Uribe, con una sensación de alivio que compartía toda la sociedad, convocar una Constituyente para abolir el engendro del 91 y sacar a los militantes comunistas del poder judicial. Pero era más tentador cambiar el articulito y quedarse en la presidencia, con el apoyo legislativo de Roy Barreras y el partido que Santos montó para resultar dueño del poder sin ganar ninguna elección, sólo gracias a que sus maquinarias y medios eran aliados gratos para Uribe. De hecho, ¿quién escogió a Francisco Santos como candidato a vicepresidente? En los años del Caguán era un entusiasta de la negociación que proclamaba su optimismo tras una semana de cientos de asesinatos.
La indagatoria de Uribe es una clara persecución asociada al interés de influir en las elecciones: equivale a los asesinatos de candidatos que podrían ganarles a los del partido de los magistrados, que es simplemente la mafia de la cocaína. Uno no sabe qué presiones habrá para que los políticos uribistas obren de modo que convenga a la candidatura de Claudia López a cambio de no encarcelar al líder. De momento ya han conseguido que la campaña electoral se olvide, mientras que las empresas que publican encuestas presentan a Galán como el rival de Claudia López. Es posible que el triunfo de esta candidata sea el precio que el uribismo pague para que no encarcelen a su jefe.
En todo caso, la respuesta que han dado es grotesca. "Lo que es con Uribe es conmigo" es algo que un juez sólo podría entender como intimidación. También podría haber habido defensores sentimentales de Pablo Escobar o de Carlos Castaño. Lo que hace un juez penal es aplicar la ley cuando determinada conducta corresponde a la descripción de un tipo de delito en el Código Penal. No tiene por qué opinar sobre la calidad de las personas.
Uno echa de menos una explicación precisa del proceso y de las atrocidades de la Corte, pero también se podría haber hecho en los casos de todas las personas perseguidas por esa entidad mafiosa. La denuncia global de esas atrocidades es algo que debió hacerse ya cuando encarcelaron a Plazas Vega, pero lo impidió la visión de corto plazo del uribismo.
Hace falta mandar a la cárcel a esos bandidos, pero eso no se conseguirá sin una movilización enérgica contra la Constitución del 91 y sus herencias. El uribismo no estará ahí, el uribismo está con Duque, que a toda costa intenta congraciarse con los narcoterroristas. Si Uribe termina preso será por su complacencia con esos criminales, y nada cambiará porque lloren tantos miserables a los que no les importó lo que pasó con los demás perseguidos.
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