Por @ruiz_senior
Hay gente que despierta
envidia, como el autor del libro Tus
zonas erróneas, que ha vendido 36 millones de copias y fue acusado de
plagiar sus ideas por el gran psicólogo Albert Ellis, que a la vez reconocía
que las explicaba muy bien. Es muy
común despreciar los libros de autoayuda, sobre todo por gente que tampoco lee
otra clase de libros, pero en este caso el menosprecio de los psicólogos se
parecería al de un médico que denostara los libros de primeros auxilios. Según
la Wikipedia, «El libro da pautas
para superar el miedo, la culpa y la conducta autodestructiva, resultado de
procesos cognitivos que pueden ser perjudiciales».
Eso mismo debería plantearse la persona que quiere un mundo diferente al
que están construyendo Petro, Lula, AMLO, Sánchez, Zapatero, Samper…: ¿en qué
cree realmente? ¿Cuáles son sus verdaderos valores? Evaluándose así cada uno
encontraría elementos ideológicos que pueden ser afines con el petrismo y la
tiranía que viene y letales para todos. Tras una capa de aparente sensatez, la
mayoría de la gente resulta imbuida de la ideología castrista que ha sido
hegemónica en la región. Pero en general y en todas partes la mayoría de la
gente es muy ignorante. La información en su cabeza está bastante desordenada.
Un director de películas documentales decía que si deja a alguien hablar delante
de una cámara durante cinco minutos se detecta que está absolutamente loco,
pero esa locura sólo es la percepción turbia del que no sabe nada.
A lo mejor a la gente le
gusta este escrito, con el que se pretende llamarla a buscar contenidos afines
al petrismo en sus certezas. Por ejemplo, leí un artículo del poeta español Luis Antonio de Villena en el que condena el
populismo comunista, cuya entradilla reza así: «Hispanoamérica y España son hoy
una parigual comunidad cuyo fundamento es la cultura, la lengua, la mutua ayuda
y la defensa contra el claro enemigo yanqui». Si uno comparte esa idea está en
el bando de Maduro y las FARC. Pero este señor está muy seguro de estar contra
esos regímenes.
Esa manía del
antiamericanismo es muy frecuente en toda la Iberosfera, como llaman los del
partido español Vox a nuestra comunidad. La entradilla citada resume el error:
la persistencia en el odio a la gran potencia en lugar de la asimilación a su
democracia y a su libertad económica. Ser antiyanqui implica estar en el bando
petroso, aunque no se apoye directamente a Petro.
La guerra de Ucrania fue
otra ocasión en la que afloró esa indigencia moral de mucha gente que se supone
partidaria de la «guerra cultural» contra el wokismo y el narcocomunismo. Da
casi pesar descubrirlos defendiendo la invasión rusa de Ucrania. Son tan
criminales y tan despreciables como los petristas, están en su lado, que es el
de la violencia y la opresión, no en balde los únicos que votan a favor de
Putin en la ONU son los regímenes narcocomunistas.
Ya he señalado muchas
veces la aceptación de la salud y la educación como «derechos fundamentales»,
idea basada en la creencia tradicional de que las soluciones salen de los
decretos, cosa que le ocurre al que recibe un nombramiento para vivir a costa
de los demás. De otro modo, el derecho a la educación es el que tiene el
educador sobre los demás a cobrar un sueldo seguro por fuera de la competencia
por enseñar lo que quiera o lo que le ordenen personas distintas a los padres.
Con Petro también los profesionales de la salud tendrán ese derecho, pues la
reforma que acaba en la práctica con las EPS limita la libertad del usuario y
al final la atención estará controlada por algún sindicato de la salud
comparable a Fecode o Asonal Judicial. Otra canal por la cual detraer el dinero
ajeno.
Pero en Colombia casi
todo el mundo está dispuesto a aprovechar la ventaja que pueda tener para
mejorar la propia situación con la mera invocación de esos derechos
fundamentales en recursos de amparo ante la justicia («tutelas»). Es quizá el
aspecto en que el narcocomunismo es más claramente hegemónico en Colombia. El
que no ponga en cuestión esos productos de la «Constitución» de 1991 está en el
bando petroso, pues el régimen actual, que se quedará muchas décadas, es la
consumación de ese engendro.
En general, el error yace
en la idea de salvarse de la intemperie a la sombra del Estado generoso, es lo
que ha pasado con el peronismo. Carlos Alberto Montaner decía que el comunismo
dominaba a los países por mucho tiempo porque establecía un pacto con la
sociedad según el cual todos tenían posibilidad de comer sin necesidad de
trabajar. Es fama que en Polonia se decía «trabajes o no, el Estado te da 2.000
zlotys al mes». Siempre hay gente esclavizada en campos de trabajo, o que muere
de hambre si la situación se complica, pero ésos ya no hacen oposición.
Lo que se consigue con la
reforma laboral de Petro, que dificulta el despido, es alentar al trabajador a
ser ineficiente o vago, porque el empleador tendría que arruinarse para
despedirlo. Y el resultado a la larga es que nadie crea empresas ni ofrece
empleos, y la persona a la que no se puede despedir termina con un sueldo de
menos de veinte dólares, como un venezolano o un cubano, y cada vez menos ganas
de trabajar.
Esa reforma es un crimen
en toda regla y traerá debilidad económica y pobreza, pero encontrará
partidarios, gente que cree que la beneficia como en general pasa con todas las
dádivas de los gobernantes socialistas, como las misiones de Chávez. De leyes parecidas
a ésas para dificultar el despido emitidas en la época de Franco viene el
endémico desempleo español: se vuelve muy riesgoso y caro contratar gente. Lo
que se necesita para que haya prosperidad es abaratar el despido, de forma que
el empleador tenga garantía de que podrá ampliar o reducir su plantilla según
lo necesite. Esa tensión hace aumentar los sueldos, porque habrá más inversiones,
empleadores y ofertas.
Quien no experimente un
rechazo rotundo a esas ideas antiliberales no está realmente en contra del
petrismo sino de alguna de sus aristas. Y es cuando se descubre que realmente
en Colombia no hay una mayoría que esté en contra de esas ideas. La mayoría
está aleccionada para odiar al «imperio», para creer que la universidad la
deben pagar los demás y que según los contactos que se tengan se puede
prescindir de la ley, y también para odiar a los ricos y al trabajo. La gente
de la clase alta admira a María Jimena Duzán, a alias Daniel Coronell o a los
Daniel Samper y desprecia a cualquier empresario próspero.
Vivir del cuento es más
prestigioso que trabajar, esa convicción está en la base del petrismo, y el
retrato de un país en el que la mayoría razona así es deprimente, por mucho que
sea más grato buscar proclamas sentimentales de amor y aprobación a la patria
que reconocerlo.
2 comentarios:
Aún no conocemos el primer país que progrese sometido a los progresistas, y en todos los países donde persiguen a los empresarios reinan el desempleo el hambre y la miseria. Muchas gracias por esfuerzo para abrirnos los ojos y las entendederas.
"Lo que no logres hoy quizá mañana
lo lograrás, no es tiempo todavía"
La gente no elige a demagogos comunistas porque crea que así el país progresa sino porque cree que su sector particular progresa. Y si ese sector particular tiene un poder arraigado, en cierta medida prospera, al menos los miembros de ese sector prosperan, como ocurre con los militares en Venezuela o con los profesores de universidad en Colombia. La trampa es que los de arriba buscan el mando contra los sectores productivos y los de abajo quieren saquear.
Gracias por su comentario.
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