19 abr 2022

Del patriarcado al totalitarismo

 Por @ruiz_senior

La vida cotidiana en Occidente se ha vuelto una batalla continua entre la visión liberal del mundo, que intenta resistir a la embestida totalitaria, y el proyecto de dominación que se pretende imponer a punta de ingeniería social, intimidación ideológica, propaganda y control de los resortes de la economía y el poder político. Acerca de los agentes de ese proyecto ya escribí una entrada de este blog hace unos meses, esta vez quisiera acercarme a las claves de su discurso.

Los siglos del liberalismo

Voy a atreverme a plantear una línea central de la historia humana que parte de la confluencia de las civilizaciones de Mesopotamia y Egipto en el Mediterráneo oriental y después en la parte europea de ese mar. El resto de Europa heredó esa historia en forma de cristianismo. Los pueblos indoeuropeos, entre los que hay que incluir a los griegos y romanos, se hicieron con los siglos amos de la mayor parte del planeta y determinaron la civilización actual. El liberalismo tenía antecedentes en la Antigüedad mediterránea y en forma dispersa en la Edad Media, pero sólo se conformó como forma de vida predominante tras la Reforma protestante y el declive de los imperios continentales. Los holandeses y británicos experimentaron un formidable desarrollo económico y abrieron el camino a las ideas que tomarían forma en el siglo XVIII con la Ilustración, la Revolución industrial y las revoluciones norteamericana y francesa. Al vencido absolutismo lo reemplazó a partir de entonces la democracia, cuyo fundamento es la igualdad: no se puede hablar de "derechos humanos" sin admitir que son de todos. ¿Es posible que esa "bella época" esté llegando a su fin?

Los valores liberales

Lo que el siglo XIX entendió como "izquierda" era el liberalismo. Aunque se cuenta que los padres de la Independencia de Estados Unidos tenían esclavos, el fin de la esclavitud era inevitable por el enunciado en que se basaba la nueva nación. También la conquista de la igualdad por parte de las mujeres. Y el afán de cohesión social intrínseco a la democracia. Y también el anhelo de igualdad económica y de protección a los débiles. Todas esas cosas que se consideran rasgos del socialismo lo son en esencia del liberalismo, incluido el Estado gigante que construyó la burguesía para asegurar el cumplimiento de la ley, que es la garantía de los derechos de todos. Lo que surge con el totalitarismo comunista no es el logro de esos valores sino su destrucción: la máquina intenta apropiarse del dueño, los supuestos garantes de la ley igualitaria se convierten en una casta todopoderosa que despoja a los demás de sus derechos. En realidad, el retorno de la esclavitud con otro formato. En Iberoamérica ese retorno resultó más fácil porque los esclavistas nunca se fueron y nunca hubo sociedades liberales, los descendientes de los encomenderos son los señores de la guerra comunista. Por eso yerra cómicamente el que cree que ellos defienden esos valores, valores que él desaprueba por ilusa adhesión a un mundo ya desaparecido. En el fondo se trata de la misma pereza del señorito comunista pero manifiesta en forma de triste e inepta gesticulación.

La herencia comunista

Las ideas de Marx como proyecto político nunca han tenido ninguna posibilidad en países acostumbrados a la libertad, como los anglosajones, pero sí en sociedades menos maduras moralmente, como Rusia o Hispanoamérica. Son un pretexto para mantener el orden de castas presentándolo como un paso más adelante del liberalismo. Pero una vez que controlaron el país más grande y con más riquezas naturales del mundo, los comunistas alcanzaron mucha influencia en diversas regiones, como Asia sudoriental, el sur de Europa, algunas zonas de África e Iberoamérica. Con ocasión de la Segunda Guerra Mundial, muchos comunistas europeos emigraron a Estados Unidos y conquistaron entornos académicos y culturales influyentes. El viejo sueño de la sociedad sin clases, convertido en grotesca tiranía de una nomenklatura sobre una masa humana sin derechos, no podía encontrar un público significativo en ese país, pero para reemplazar a la burguesía encontraron a los blancos, a los varones, a los heterosexuales, a los cristianos... Las políticas de identidad son el reemplazo de la vieja lucha de clases con un sucedáneo amorfo del proletariado. Una vez que el crecimiento del Estado y la multiplicación de los cupos universitarios crearon la base social del nuevo proyecto y se produjo la concentración de los recursos en manos de los magnates de las nuevas tecnologías, el nuevo discurso se exportó y sirve a los comunistas en Europa e Iberoamérica, además del resto del mundo anglosajón.

Feminismo y patriarcado

En la bellísima película Sunset Boulevard se dice que la gente nunca piensa que las películas antes de filmarlas hay que escribirlas: ¡se imaginan que la historia se la van inventando los actores! Ese error es el mismo de todas las concepciones creacionistas, y un elemento decisivo de su propaganda. Baste pensar en López Obrador exigiendo al gobierno español que pida perdón por la Conquista. Cualquiera que lea los periódicos ve un espectáculo grotesco, pero ciertamente la mayoría de los mexicanos sienten eso porque cada uno tiene sus motivos para sentirse agraviado y poco le importa que López Obrador pertenezca a la clase de los agraviadores. Se imaginan el mundo recién creado y con los bienes y encantos al alcance de otros. Eso mismo pasa con el "patriarcado". A la gente ignorante la convencen de que se trata de una injusticia sin sentido como si se pudiera entender la humanidad sin su historia, o como si ésta fuera la aplicación del plan de Dios (no lo duden, "el tiempo de Dios es perfecto"). Aprovechando su fuerza física, los varones se las arreglaron para no dejar a las mujeres sacar carbón de pozos profundos, arriesgar la vida en combates continuos con asesinos bien pertrechados y echarse encima la responsabilidad de dirigir la tripulación de un barco. Y ese atributo se convierte en la forma de "mal" a que se enfrentan las huestes justicieras que no tienen que atender a ninguna consideración superior, sino sólo a su tarea de destruir esa ventaja de los machos.

¿A qué llamamos "libertad"?

Me he dado cuenta de que a la gente le gusta creer que la noción que tiene de algo es la única y que resulta absolutamente clara. De ahí que la mayoría de los tuiteros anticomunistas se declaren de "derecha" porque están persuadidos de que "derecha" quiere decir "libertad económica", cosa que no corresponde en absoluto a ningún diccionario. Eso mismo pasa con "libertad". Si la concebimos como la disposición de la voluntad del individuo autónomo y consciente, esa libertad tiene poco que ver con la permisividad de los padres o la falta de control de los jóvenes: "Ella es libre de llegar a la hora que quiera" se puede entender como que una persona dependiente resulta despojada de su responsabilidad porque a quienes deben educarla les resulta más cómodo desentenderse. La libertad de un individuo que no es siervo de otro ni está sometido a otros fines que los propios, eso es algo que sólo pudo surgir con el patriarcado. Es inconcebible ese individuo autónomo sin la existencia de la familia (que es menos natural de lo que se cree, por ejemplo, en muchas tribus amazónicas no hay familias sino una comunidad más amplia con una sola autoridad). Y la familia presupone un padre, sobre todo porque tiene la tarea de defender a la mujer y a la prole. La inseguridad de la vida en la Antigüedad es difícilmente imaginable para nosotros. Las casas de Ampurias, en la costa catalana, no llegarían a los veinte metros cuadrados, pero los muros eran de más de 50 cm de grosor. También era responsabilidad del varón, por ejemplo, en la época romana, el trabajo más duro si era agricultor o ganadero, marino o albañil. En general, el dominio patriarcal era lo contrario de la libertad de una persona que no tiene responsabilidades, más una carga que un privilegio.

El origen de la virtud

Volviendo a la cuestión de las palabras, es muy raro que alguien se pregunte por qué una palabra como virtud empieza igual que virilidad. Y es que en latín la palabra vir significaba "varón". La virtud era la condición del varón como la juventud es la condición del joven. Entonces no era lo contrario del pecado o del vicio, sino el aplomo y la gravedad que acompañaban a la carga que arrastraba el varón como jefe de la familia, y ésta en Roma incluía a los esclavos. Esa autonomía caracterizaba a Grecia y Roma y tuvo su versión en la Europa medieval en la forma de pequeños señores cuya existencia era un continuo forcejeo para ganar independencia respecto a otros señores más poderosos. Ortega y Gasset dice que es de ese espíritu de donde viene el liberalismo, y no hay que confundirse al respecto con la idiotez de la guerra de los sexos; la liberación de la mujer, el logro de su autonomía y "empoderamiento" sólo han sido posibles en las sociedades herederas de Europa, ni en el mundo musulmán ni en el indio ni en Extremo Oriente ni en África se ha producido algo parecido. Se podrá argumentar que el cristianismo tuvo un gran papel ahí, pero al fin la materialización jurídica de la igualdad sólo ocurrió a partir de la Revolución americana. La transformación que llevó al sufragio femenino y a la apertura de oportunidades para las mujeres fue simplemente maduración de los principios liberales y no fruto de una guerra contra todos los varones. Ése es un mito de la propaganda totalitaria que encuentra público porque la gente cree que el argumento de las películas se lo van inventando los actores y que el mundo es como es porque así fue creado.

El festín de las identidades


Las identidades en que se basan los comunistas para agrupar a su público funcionan porque mucha gente cae en la trampa: no sólo la lesbiana que se siente más libre con un caramelo que le dan y un poder de escandalizar tremendo (antes a los adolescentes solitarios los acosaban hombres mayores, cosa que los indignaba, ahora ceden y resultan diplomados en liberación sexual, rebeldía y diversidad), o la abortista (que no es alguien que hace algo horrible, sino una valiente que conquista un hermoso derecho), sino también la gente conservadora, que realmente cree que alrededor de ese "feminismo" hay algún interés de las mujeres (extrañamente más afines a las personas de su sexo que a sus padres, hermanos, hijos o amantes). Lo mismo pasa con las resistencias a los logros femeninos, es un regalo que les dan los tradicionalistas a los totalitarios porque, siendo como son personas muy tontas las que creen esa propaganda, fácilmente suponen que algún hombre se resistirá a que sus hijas sean científicas, compositoras o directoras de cine. O que para serlo sólo hace falta que se abran cuotas.

Un mundo menos libre

En realidad, las personas que siguen a los totalitarios son más víctimas que criminales, entre los negros de Estados Unidos predomina la intimidación sobre la convicción y las personas "diversas" de todo tipo son tristemente unánimes en su condición de víctimas ansiosas de quejarse. Lo que la conjura totalitaria amenaza no son prerrogativas masculinas, que desaparecieron hace tiempo, sino la libertad de todos. Y lo que puede vencerlo es la recuperación clara de los valores liberales. La denuncia de la pérdida de libertad que esa moda representa para todos, más que el apego a un mundo de ayer que por suerte ya no existe.

1 comentario:

Miguel dijo...

Como seguramente muchos de los lectores del senor Ruiz, llevaba meses echando de menos sus articulos, pues el autor con agilidad e intrepidez se atreve a postular el origen y las causas de la desinformacion y la manipulacion de los poderosos. Sus articulos siempre amenos y diafanos suelen remitirme a otras lecturas, como por ejemplo a este aforismo de un pensador bogotano: "Nuestra ignorancia es la razon fundamental de la inevitabilidad de la historia".