Por Wilfredo Moreno
Ése es el mundo en que vive Rudolf Hommes. Como ministro de Hacienda demostró toda su capacidad y son pocas las personas serias que lo critican. Su periodo en la Cartera fue de gran éxito, con crecimientos promedio del PIB que sobrepasaron el 5 % anual. La inversión directa extranjera se acercaba a los 5.000 millones de dólares anuales, la renta per cápita de los colombianos estaba cerca de los 2.500 dólares y la pobreza llegó a su promedio más bajo. Todo unos pergamino exitoso para mostrar; por eso le abrieron las puertas para entrar en los grupos empresariales más poderosos así como para escribir una columna en el único periódico de circulación nacional.
Y ahí es donde peca, sus escritos están llenos de ambigüedad, de miedo y una esperanza poco realista, la columna del día de hoy deja plasmada la forma engañosa en que Hommes ve la ventana por donde puede salir Colombia. Según él, el problema de Colombia se resume en el constante desacuerdo de las personas que manejan el poder, cosa tan cierta como que el Papa es el representante de Dios en la Tierra. Si eso fuera cierto, Colombia estaría progresando a pasos agigantados y las cifras exitosas de Hommes no lo serían tanto porque el país hace rato ya habría triplicado la renta per cápita y también habría reducido la miseria a menos de mitad. Los “desacuerdos” solo serviría para crecer más.
NO, el problema de Colombia no es el que describe Hommes, es algo que va más allá y que tiene raíces profundas que ni siquiera se pueden justificar con el supuesto aislamiento del país. Más aislados que los chinos no hay nadie, y ese aislamiento es lo que los ha hecho recapacitar para tomar todas las medidas que los lleven a la prosperidad. La falta de aislamiento de sus castas es lo que evita que el país progrese, como en las novelas de ciencia-ficción en la que un hombre antiguo encuentra un pasadizo que lo transporta al futuro, donde se siente perdido y sus creencias se convierten en mitos, hasta que termina convertido en un bicho raro, en un espécimen ya extinto.
A diferencia de esas novelas, las castas colombianos sólo necesitan tomar un avión para hacer ese viaje Y entender que en esas sociedades no son nada, bichos raros, y por eso la resistencia para evitar que Colombia tome ese camino. ¿Es que existe un lugar civilizado donde Antonio Caballero reciba toda clase de elogios? Hasta obtener pergaminos como “La pluma más brava de Colombia y atreverse a recibir premios con frases como “No diré nada porque en Colombia pensar es un delito”. ¿Es que Antonio piensa? Para mí sólo copia las creencias y miedos del hombre antiguo que sólo vive en Colombia.
Cuando los miembros de las castas llegan a los lugares civilizados notan que la excomunión ya llegó a su fin y sólo se encuentran en los museos, y que los cuentos que asustan sólo son creíbles en el país del que proceden. Tal vez por eso Hommes permanece tan asustado, ya que lo tildan de neoliberal y esa historia espanta en Colombia; asusta, paraliza, crea pánico. No es porque sea el chivo expiatorio para culparlo de la miseria, es que es una leyenda urbana y el problema es que en Colombia aún no se sabe que es leyenda porque se concibe como verdad.
En realidad lo que mantiene a Colombia en el atraso es la posibilidad que tienen sus castas de conocer el futuro y el futuro los asusta porque ahí ellos no son nadie y el otro bando del que habla Hommes es tan tímido y asustadizo que termina como Rudolf, creyendo que los mitos son la única verdad pero no sin antes llenarse de miedo al escucharlos.
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