Por Wilfredo Moreno
Todo parecía indicar que la Ley de Justicia y Paz crearía polémica sólo en lo que concierne a su aplicación a los paramilitares, pero con la acogida de 38 guerrilleros en los últimos días, la situación se ha puesto color de hormiga para quienes impulsan la "salida pacifica" al conflicto.
Y no es porque fueran acusados de doble moral, de desaprobar las propuestas de paz cuando provienen del gobierno y aplaudirlas cuando parten de las guerrillas. Eso no preocupa a los impulsores de la solución negociada.
Es algo fácil de comprobar: durante la larga batalla que han emprendido para "llevar a feliz término" lo que llaman "intercambio humanitario", no se cuestionó en absoluto el pasado de los guerrilleros encarcelados, actitud que cambia ahora, en cuanto se han acogido a un ley de perdón que no surge de una iniciativa guerrillera.
La preocupación llega de otra parte: una ley hecha con toda la generosidad para recibir a quienes son utilizados como peones para llegar a la salida pacífica al conflicto irá desgastando la opción del "intercambio humanitario", el cual puede quedar truncado porque no habrá con quién intercambiar a los secuestrados.
También muchos peones que antes se sentían atrapados sin ver una salida a su situación podrán desertar en el momento propicio y de esa forma motivar a otros, el drenaje podría ser gigantesco, el número de hombres que se pueden perder en una guerra preocupa más cuando es el enemigo quien crea las condiciones para que deserten, aún más en Colombia, donde la guerra se lucha en el terreno político y el militar sólo es el soporte para reforzar los argumentos.
La pacificación colombiana no vendrá de la lucha en el terreno militar, cosa que ha entendido el gobierno, por esa razón sus ataques ahora también se están haciendo en el frente político, dejar sin argumentos a los impulsores de la paz negociada y quitarles la mayor cantidad posible de los peones con que hacen la guerra.
Cuanto más acepte el país las propuestas de las guerrillas más lejos estará de conseguir su pacificación, porque lo que propone la guerrilla tiene un fin militar, busca fortalecerse. Es un mensaje que cada vez pule más el gobierno Uribe y que cada día es más aceptado por los colombianos.
De otra forma, no se entiende cómo unos que están en la guerra se acogen a la leyes de amnistía hechas por el gobierno y otros que no corren riesgos ni van a la cárcel siguen en una posición terca de seguir haciendo la guerra (con los hijos ajenos, claro).
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