La proximidad de la campaña electoral y el interés de tomar posiciones para atraer a los votantes han despertado de nuevo el fantasma de la negociación con la guerrilla y en ese sentido empiezan a verse las primeras manifestaciones de responsables políticos y de columnistas. Y es preocupante que el gobierno esté dando la impresión de que por negociar y buscar la paz está dispuesto a ofrecer incluso a los narcoterroristas el premio que esperan por sus monstruosas iniquidades. Por eso conviene que los ciudadanos estemos alerta para saber qué es lo que va a proponer cada candidato a la banda asesina en los próximos años, no vaya a ser que nos ilusionemos con un candidato que en su afán por copar el espacio de centro y de anticiparse al efecto combinado de una campaña de bombas y masacres y de la presión apaciguadora de los medios termine cediendo en lo principal: en negociar el poder por encima de la institucionalidad.
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