Alguien que lea la prensa colombiana u oiga hablar a los colombianos no tiene derecho a asombrarse de nada: cualquier nombre se aplica a cualquier cosa y cualquier cosa explica cualquier acto. Se podría decir que la apuesta diaria del personaje público colombiano es la del desparpajo: ¡a ver qué mentira más horrible es capaz de decir cada día! El modelo, naturalmente, lo han dado los magistrados de la Corte Constitucional, dispuestos a justificar con algún «derecho fundamental» los atropellos más inverosímiles, y no podían dejar de seguirlos los demás jueces, los políticos, los periodistas, etc. El tema que explotan ahora es la igualdad de oportunidades entre los candidatos y su relación con la libertad de prensa. ¡No podía fallar que saliera un campeón del cinismo como Pedro Medellín a decir que no se trata de la libertad de prensa sino de la libertad de empresa, como si fueran cosas opuestas!
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