Entre todas las desgracias que agravian a los indígenas colombianos las dos mayores proceden del resto de la sociedad: una es el racismo, que se materializa en una condición general de exclusión y menosprecio. La otra es la manipulación de que son víctimas quienes necesitan su muerte y su desesperación para acceder a cargos de poder. Tal vez más que nadie, los indígenas colombianos necesitan la solidaridad del resto de la sociedad, que debería hacer algo para denunciar y arrinconar a quienes los viven convirtiendo en carne de cañón para sus propios intereses. A ese respecto es característica la mezcla de idealización y sometimiento feroz que sufren a manos de los sectores políticos que dirigen la rebelión armada contra el Estado democrático. Y sobre todo la indiferencia del resto de los colombianos, que tradicionalmente piensan en los indígenas sobre todo para tratar de asemejarse lo menos posible a ellos.
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