La conducta del gobierno y del ex ministro Juan Manuel Santos respecto a la supuesta alianza del senador y pre candidato Rafael Pardo con las FARC es francamente lamentable por su torpeza y su falta de oportunidad, pero sobre todo porque a fin de cuentas no ha aparecido todavía en los medios el menor indicio que pruebe esa acusación. Pero el trasfondo es todavía peor: lo que realmente debería interesar es que la mayoría de la gente sigue pensando en las guerrillas como un fenómeno extraño a la política colombiana, como si no fueran su producto más característico. El escándalo no es lo que se dice que ha hecho Pardo ahora, sino lo que lleva haciendo muchos meses, más o menos desde que César Gaviria dejó la presidencia de la OEA y volvió a Colombia. ¿Cómo es que nadie se acuerda del interés del coronel venezolano en intervenir en la política de los países vecinos, y de lo que hizo Gaviria cuando había una rebelión popular contra la dictadura? Yo creo que ahí se puede encontrar la explicación de todo.
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