Previsiblemente, los desmanes de las últimas semanas en Francia han despertado toda clase de entusiasmos entre los intelectuales colombianos. Primero porque vienen de Francia, país que suele proveer las mejores noticias, sobre todo por la cantidad de críticos del gobierno de Uribe que hay allí. Pero segundo porque la esperanza de un mundo más justo y de una alternativa al neoliberalismo no puede morir en medio de esta aburrida cotidianidad de hegemonía del unanimismo y del pensamiento único.
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