Tal vez lo que más cuente para el futuro de Colombia de cuanto discutimos hoy en día es la capacidad de la gente de hacerse ciega respecto a lo que ocurre, o peor aún, de acostumbrarse a ello. ¿Hasta qué punto es sólo un vicio y no una actitud inducida por ciertos intereses? Es algo que cada persona debería evaluar, sobre todo quienes leen la prensa y pueden contestar hasta qué punto pueden creer en su objetividad, o quienes conocen de cerca el medio educativo y saben qué es lo que se enseña. ¿Es posible que la gente de la diáspora ayude a los demás colombianos a darse cuenta de lo singular de su situación y sobre todo de lo increíble de la información que se recibe y de las doctrinas predominantes en el país?
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