La reciente campaña electoral ha sido ocasión para que la prensa colombiana muestre su categoría de verdadera sentina en la que se recopilan los vómitos de personajes de pesadilla, en la que la impudicia más inverosímil se exhibe con la mayor pretensión de ser la pura verdad. Desgraciadamente el lector que conozca este blog se encuentra de nuevo con lo mismo: no hay delincuencia ni sedición que no sean el efecto, la sombra, de esas mentiras, de ese espíritu canallesco que caracteriza a las clases tradicionalmente poderosas y de ellas se proyecta al resto de la sociedad. Ciertamente hay elementos de primitivismo en la violencia colombiana, pero si el país no estuviera en manos de deformes morales dispuestos a darse un festín gracias a los crímenes, a justificarlos, a crear el ambiente que los favorece, sin la menor duda que la vida de la mayoría de la gente sería otra. Ese nivel mínimo de la prensa y de sus lectores es lo que me propongo comentar con ejemplos que pueden suscitar sin duda réplicas. Pero aparte de los insultos y las amenazas tales reacciones son desconocidas en Colombia. Tan exóticas como la mínima objetividad.
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