El triunfo de | Se puede decir que no hay novedad: la misma suma de voces que necesitan dejar su testimonio de odio y la misma condena ominosa y primaria. Lo divertido es que esta vez intentan «demostrar» que aquí no hay «secuencias argumentativas». El lector puede ahorrarse esas perlas, pero es difícil no prestar atención a la calidad moral e intelectual de las elites culturales del país. Los optimistas tendrán un disgusto, pues si la gente va a aprender esas artes en la universidad el país está condenado a vivir en medio de toda clase de industrias criminales. |