7 sept 2012

Claudicamos

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CLAUDICAMOS


Por @AdasOz 

Mis sospechas han sido confirmadas. Luego de que Santos admitiera que adelantaba un proceso de negociación con las FARC, y que tanto él como el grupo terrorista dieran sus respectivos discursos, no cabe duda de que la negociación ya está pactada y que quienes nos gobiernan en realidad son las FARC, porque ¿para qué engañarnos si Santos no es más que su representante? ¿O es que a estas alturas alguien considera que él representa los intereses de Colombia?

Ya lo había dicho en mi post anterior, pero lo volveré a repetir. Quizás de esa manera poco a poco vaya calando la idea en la cabeza de tanta gente incauta, o que sencillamente se niega a creer la realidad a la que nos ha sometido el presidente y que ha terminado por aceptar el proceso de claudicación del país. Quien se haya detenido a leer la agenda de los diálogos, se dará cuenta que absolutamente todos los puntos a tratar han sido exactamente los que las FARC siempre han buscado imponer en Colombia. Es decir, es su agenda la que se tratará en las mesas de diálogo con el beneplácito de Santos y por encima de los intereses de la Nación. Por ningún lado se ve que se defienda el Estado de Derecho, lo que indica que la claudicación fue acordada en dicha agenda y de ahora en adelante, lo que se deja venir es una serie de ajustes “técnicos” que permitirán a las FARC terminar de legitimarse para llegar al poder que tanto han anhelado durante más de 50 años, y así, poderse repartir el jugoso botín.

No es una coincidencia que tanto Cuba como Venezuela estén apoyando este proceso, sino más bien es una cuestión de intereses. Cuba, la dictadura comunista más antigua del hemisferio occidental, no sólo ayudó a crear a las FARC sino que las ha venido financiando desde sus inicios. Y de la Venezuela chavista se sabe que los refugia, los financia, los entrena y los dota con arsenal bélico. Además, no es un secreto que el sueño de Chávez es conquistar territorio latinoamericano con el fin de imponer para toda la región el modelo socioeconómico que hoy rige en Venezuela: el socialismo del siglo XXI, que no es más que un comunismo disfrazado y que se parece mucho (por no decir que es lo mismo)  a lo que busca Castro para Colombia a través de las FARC. Ahora que estamos en pleno fervor de los diálogos de paz, y que cada vez somos menos los que nos oponemos a la claudicación, me retumban en los oídos las siguientes palabras pronunciadas por Chávez: “las FARC y el ELN no son terroristas sino verdaderos ejércitos y hay que darles reconocimiento”. Y luego dice: “Son fuerzas insurgentes que tienen un proyecto político y bolivariano que aquí es respetado”. Hoy, esas frases que en su momento recibieron múltiples críticas, se están convirtiendo en una abrumadora realidad que parece no tener reversa, y que cuentan con el respaldo de muchos, pero principalmente del Jefe de Estado, quien ha dicho que a las FARC hay que creerles que no tienen secuestrados y que no son narcotraficantes. Con esto, Santos pretende que olvidemos que son criminales y creamos que sus fines son más altruistas que los de la Madre Teresa de Calcuta.

Todos los que de una u otra manera han aplaudido a Santos por sentarse a dialogar con las FARC están directamente respaldando a Chávez y a Castro en su proyecto narco-comunista para Colombia y toda América Latina. Se ve hasta a los críticos más acérrimos de los regímenes castrista y chavista celebrar a ritmo de rap fariano la claudicación de Colombia ante sus más sangrientos y antiguos victimarios, y felicitar al presidente Santos por tener la generosidad de brindarnos la paz que tanto anhelamos todos. ¡Craso error! Este proceso se trata de un engaño en el que hemos venido cayendo de manera cíclica y hasta enfermiza, que lo único que ha conseguido es prolongar la barbarie y el derramamiento de sangre en Colombia. El proceso de “paz” es pues, un negocio redondo para las castas que nos gobiernan y por supuesto, para los terroristas. Ambos se aseguran de forma vitalicia la obtención de las jugosas rentas a las que no están dispuestos a renunciar. Así es como dentro de 20 años volveremos a caer en la trampa de un proceso como el que hoy se firma con la sangre de cientos de víctimas inocentes o con la de verdaderos héroes.

Todos los proceso de paz anteriores sirvieron para fortalecer a los terroristas y éste no es la excepción a la regla. La diferencia radica en que ahora las FARC tienen abierto el camino jurídico para ellos quedar impunes y así lograr la legitimidad que ningún gobierno anterior les pudo dar, y que les servirá como trampolín para llegar a ocupar cargos públicos sin el más mínimo asomo de vergüenza o de arrepentimiento. Es lo que vivimos hoy con los militantes del M-19, pero desafortunadamente pocos lo ven claramente (o sencillamente no lo ven). El discurso triunfante de Timochenko es la prueba fehaciente de que la claudicación está pactada y que la patria esta vez sí podrá ser refundada bajo los parámetros que ellos siempre han exigido. Colombia ha entrado, sin haber sido esa la voluntad de su gente, a la era del socialismo del siglo XXI que tanto atraso ha traído para la región.

La oposición a la negociación de la democracia debería ser unánime, pero cada vez somos menos los que nos oponemos a premiar a los criminales y que queremos hacer valer las ya deterioradas instituciones y el Estado de Derecho. Para no ser tan pesimista, pienso que en algún momento futuro todos los que hoy celebraron la claudicación añorarán el país que tuvimos entre 2002 y 2010, que sin querer fue entregado a un traidor que aprovechó nuestra indolencia para dejarnos a merced de sus aliados los terroristas.



Publicamos en Twitter: (@Ruiz_senior)


Perder aposta

En la película Querelle de Rainer Werner Fassbinder le cuentan al protagonista, un marinero, que en el puerto al que van hay un bar en el que se puede jugar a los dados con su dueño, un negro: el que le gane se podrá acostar con su mujer. El que pierda, se tendrá que acostar con él. Y Querelle razona que no faltarán los que pierdan aposta. 

Eso es exactamente lo que les pasa a los colombianos con las "esperanzas" de "paz" que les vende el gobierno de Santos y sobre todo su prensa. Ahora uno oye las emisiones televisivas y ve tratados como respetables líderes ciudadanos a los jefes de una banda que castró a un policía delante de sus vecinos, que quemó vivo a un campesino por resistirse a entregar a sus hijos para que los convirtieran en asesinos y carne de cañón para aumentar las rentas de los jefes terroristas y sus promotores urbanos, que con frecuencia utilizó personas bomba y cuanta monstruosidad se pueda concebir para alcanzar una cifra de cientos de miles de personas asesinadas y varias decenas de miles de secuestrados. 

Quieren perder aposta porque así pueden seguir en su ensueño de ser buenos ciudadanos progresistas de un país normal, cosa que ya hicieron en los ochenta con el precio de que los peores asesinos son hoy vicepresidentes, alcaldes, congresistas, columnistas y en general líderes de la sociedad. Y naturalmente, una vez ascendidos a puestos de poder, esos criminales se dedicaron a promover a la tropa supérstite para afirmar sus rentas fabulosas y sus lujos. Es decir, las FARC y el ELN sobreviven sólo gracias al poder alcanzado en 1991 por el M-19 y otras organizaciones de asesinos, que se encargaron de perseguir a los militares y a los políticos incómodos al proyecto criminal. 

Los asesinos serán después de la claudicación actual, aún más que ahora, el modelo de los colombianos del futuro, y ciertamente desde el poder, al que acceden aliados con Juan Manuel y presentados como buenos ciudadanos por la prensa criminal, seguirán cometiendo iniquidades y extorsionando legalmente. Las víctimas del futuro se lo agradecerán a esa chusma que no vacilaba en calumniar sin cesar a Andrés Felipe Arias y en linchar a cuantos se le pusieran a mano, incluso burlándose de las víctimas como pasó con el Rolex de Fernando Londoño (tema de guasa por semanas enteras en Twitter), y que ahora sigue sonriendo mientras le bate la cola a los nuevos amos. Pero también a los que sin compartir nada con los terroristas (no son mayoría) se dejan embaucar, ansiosos de comodidad y olvido, por la propaganda de los medios. 

Lo que llaman "paz" es la consumación de un atraco y el peor crimen ocurrido en el hemisferio occidental en el último siglo. Muchos creen que las víctimas son otros, como de hecho creyeron las víctimas de las últimas tres décadas de "paz" y búsqueda de la "paz". Los que conocen el precio de perder aposta ya no lo cuentan.

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