Por @Ruiz_senior
La eclosión de internet permite ciertamente la expresión ciudadana y reduce el poder de los dueños o gestores de los grandes medios, pero también premia a las minorías organizadas, como ocurre en Colombia con el populoso sicariato de las redes sociales, generosamente pagado con el dinero de la cocaína y la extorsión, generosamente provisto de empleos públicos en los que el verdadero "trabajo" es opinar contra el uribismo gracias a la "prosperidad" de Santos, consistente en gastarse el dinero del petróleo en comprar apoyos, y también generosamente premiado con inclusión, aplauso y buenas calificaciones para los universitarios complacientes con la ideología de sus profesores. Por eso un tonto error de digitación de Uribe se vuelve trending topic en Twitter mientras que miles de asesinatos de los terroristas socios de Santos no aparecen nunca como algo de lo que merezca la pena hablar.
Eso ha ocurrido con el hashtag #ElMundoConChávez, que fue trending topic mundial durante muchas horas: miles de personas lo habrán promovido, aparte de los empleados estatales venezolanos, bolivianos, ecuatorianos, argentinos, nicaragüenses y colombianos, muchísimos antiamericanos de otros países, descontentos del sur de Europa, radicales de los países árabes, etc. Esa fama del presidente venezolano, derivada de sus extravagancias y sus inversiones en apoyar a toda clase de movimientos radicales, puede hacer creer a muchos en Venezuela que en el resto del mundo hay simpatías por su revolución, cosa que ocurre entre minorías insignificantes, más cuanto más civilizado sea el país.
Pero incluso podría pasar que hubiera tales simpatías. De todos modos, quienes eligieron a Chávez y quienes han tenido que sufrirlo han sido los venezolanos. No todos, pero obviamente la mayoría han sido incapaces de unirse para sacarlo del poder. La verdad es que en el registro mundial de personajes públicos y de países Hugo Chávez es todo un hito: amigo de Sadam Husein, de Gadafi, de Asad, de Ahmadineyad, de Lukashenko, de los Castro, del Chacal, de las FARC... ¿Qué puede haber pasado para que un personaje de ese estilo haya sido elegido varias veces por los venezolanos para presidir su país? Sólo es un criminal y la seducción que pueda ejercer no excusa a sus cómplices, ¿o alguien daría un peso por los nazis? Comparar a los chavistas con los nazis es injurioso para los nazis, sobre todo porque como potencia capaz de dominar la Europa central y occidental Alemania se sentía capaz de dirigir el mundo, y no todos los nazis sabían siquiera que se ponía en práctica la "solución final", mientras que los chavistas ya saben cómo terminan en la historia los criminales pero por servilismo y deformidad moral acompañan a su cabecilla en su carrera criminal.
De modo que votar por Capriles no es una opción como cualquier otra sino un deber equivalente a salirse de un charco de excremento. No va a quedar impune el que no lo haga por pensar por ejemplo que de todos modos ganaría Chávez gracias a los votos comprados o al fraude: es una cuestión personal, aunque fuera una minoría la que votara por Capriles, los responsables de esa mancha de crimen en la historia de Venezuela no serían menos despreciables por ser muchos. El crecimiento del precio del petróleo, fruto de la expansión de la demanda asiática, fruto del crecimiento tremendo de ese continente, fruto del esfuerzo productivo de sus ciudadanos, le ha permitido al tirano comprar innumerables apoyos sin que la destrucción del tejido productivo venezolano arrastrara al país a la hambruna, como habría ocurrido sin esos precios. Ninguna persona recta puede pasar por alto la destrucción del aparato productivo y de las instituciones, la incapacidad de controlar el gasto de los recursos comunes, la implantación de una cleptocracia ligada a la cocaína colombiana y a las bandas terroristas que la dominan, el derroche de recursos en apoyar a los tiranos de otros países, la entrega de Venezuela al aparato estatal cubano... No es una apuesta cualquiera sino la elección simple entre el bien y el mal, entre la libertad y la tiranía, entre la democracia y la opresión totalitaria.
No depende del resultado ni de lo que hagan otros, porque cada cual habrá optado por el mundo que quiere.
Si al final del recuento ganara Chávez, eso impediría sacarlo del poder, pero no legitimaría el régimen venezolano como una democracia, pues allí donde los recursos públicos se usan para promover el odio, el sectarismo y el adoctrinamiento no hay democracia, menos cuando la corrupción es sencillamente la norma. Y el poder judicial está sometido al ejecutivo y aplica cuanta persecución política le encarguen. En la Venezuela de Chávez la vida no vale nada porque los atracadores son parte de la base social del régimen y hacen con los transeúntes lo que hace el dictador con el erario.
Millones de colombianos quisiéramos una amplia integración con Venezuela, para intercambiar bienes y servicios, para mejorar el nivel de vida general. Chávez espera la ocasión de seguirse armando en busca de una guerra que le dé el dominio sobre la región. Ningún colombiano de origen puede ayudar al que financia a quienes matan a sus compatriotas y amenaza al país.
De modo que votar por Capriles no es una opción como cualquier otra sino un deber equivalente a salirse de un charco de excremento. No va a quedar impune el que no lo haga por pensar por ejemplo que de todos modos ganaría Chávez gracias a los votos comprados o al fraude: es una cuestión personal, aunque fuera una minoría la que votara por Capriles, los responsables de esa mancha de crimen en la historia de Venezuela no serían menos despreciables por ser muchos. El crecimiento del precio del petróleo, fruto de la expansión de la demanda asiática, fruto del crecimiento tremendo de ese continente, fruto del esfuerzo productivo de sus ciudadanos, le ha permitido al tirano comprar innumerables apoyos sin que la destrucción del tejido productivo venezolano arrastrara al país a la hambruna, como habría ocurrido sin esos precios. Ninguna persona recta puede pasar por alto la destrucción del aparato productivo y de las instituciones, la incapacidad de controlar el gasto de los recursos comunes, la implantación de una cleptocracia ligada a la cocaína colombiana y a las bandas terroristas que la dominan, el derroche de recursos en apoyar a los tiranos de otros países, la entrega de Venezuela al aparato estatal cubano... No es una apuesta cualquiera sino la elección simple entre el bien y el mal, entre la libertad y la tiranía, entre la democracia y la opresión totalitaria.
No depende del resultado ni de lo que hagan otros, porque cada cual habrá optado por el mundo que quiere.
Si al final del recuento ganara Chávez, eso impediría sacarlo del poder, pero no legitimaría el régimen venezolano como una democracia, pues allí donde los recursos públicos se usan para promover el odio, el sectarismo y el adoctrinamiento no hay democracia, menos cuando la corrupción es sencillamente la norma. Y el poder judicial está sometido al ejecutivo y aplica cuanta persecución política le encarguen. En la Venezuela de Chávez la vida no vale nada porque los atracadores son parte de la base social del régimen y hacen con los transeúntes lo que hace el dictador con el erario.
Millones de colombianos quisiéramos una amplia integración con Venezuela, para intercambiar bienes y servicios, para mejorar el nivel de vida general. Chávez espera la ocasión de seguirse armando en busca de una guerra que le dé el dominio sobre la región. Ningún colombiano de origen puede ayudar al que financia a quienes matan a sus compatriotas y amenaza al país.
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