Por @Ruiz_senior
Para la mayoría de los políticos colombianos el reciente fallo de la Corte Internacional de Justicia sobre el contencioso por la titularidad de la posesión del mar territorial próximo a algunos cayos es islotes relativamente próximos a las islas de San Andrés y Providencia fue como una guaca que se encontraran: un tesoro maravilloso que les permite prosperar sin esfuerzo y salvarse de una situación apurada. Lo que se ve en esta ocasión es el afloramiento de un nacionalismo colombiano que tiene todos los componentes de irracionalidad y aun de racismo que siempre hay en todos los nacionalismos. Al respecto vale la pena citar la definición de los rasgos del nacionalismo que hiciera George Orwell:
Por nacionalismo quiero decir, primero, el hábito de suponer que los seres humanos pueden ser clasificados como insectos y que bloques enteros de millones o decenas de millones de personas pueden ser clasificados con certeza como buenos o malos. [...]. Pero segundo —y esto es mucho más importante— me refiero al hábito de identificarse con una sola nación u otra unidad, colocarla más allá del bien y del mal y no reconocer ninguna otra obligación más allá de la de promover sus intereses.
La manía se hace evidente: ¿cuántos piensan en las ideas de los nicaragüenses y los ven como otra cosa que como enemigos? La historia es viejísima y requeteconocida. El demagogo ecuatoriano José María Velasco Ibarra fue presidente cinco veces gracias a que agitaba el odio contra el Perú. En la identidad de ese pueblo queda el veneno de esa demagogia, patente en la violenta reacción de Rafael Correa cuando la operación Fénix: los ecuatorianos no reaccionaron indignados porque su país albergara a un criminal como Devia ni porque su gobierno manifestara su afinidad con el criminal, sino porque se había mancillado el suelo sagrado de la patria. El ascenso de esa manía en Colombia sólo es un avance del espíritu chavista, pues también en Venezuela se responde a los mismos resortes.
Los primeros beneficiarios de la agitación son Santos y sus cómplices: como no son idiotas, "acompañan en su pena" a los patriotas dolidos, y naturalmente demorarán todo lo que puedan la obvia e inevitable decisión de acatar el fallo: entre tanto, permiten a las FARC apropiarse del territorio, acumular miles de millones de dólares de sus negocios de cocaína, minería ilegal y extorsión, y siguen destruyendo al ejército a punta de iniquidad judicial, soborno de altos mandos y desmoralización. El ínfimo conato de resistencia que empezaba con el cacerolazo del 5 de diciembre se ha olvidado por completo. Para el gobierno, cuanto más se hable del territorio despojado más se olvidará la prisión de Arias, la condena monstruosa contra Plazas Vega, las infinitas infamias del fiscal, como la impunidad de Sigifredo López y muchísimas otras cosas, por no mencionar la negociación de La Habana. No falta el que cree que el fallo de la CIJ se puede usar como argumento contra Santos, cosa respecto de la cual su prensa podrá demostrar fácilmente que la reclamación nicaragüense es muy anterior y que la decisión de La Haya no obedece a una u otra estrategia de defensa. Es casi infantil pasar por alto el examen del mapa y de las condiciones jurídicas del problema para encontrar un error del gobierno. Pero incluso si ése fuera el caso, si hubiera suficientes incautos dispuestos a creer que con otra argumentación de los abogados colombianos el tribunal hubiera concebido el derecho de otra manera (no falta el que cree que los jueces acordaron con Chávez y compañía el fallo, según he leído en este mismo blog), Santos podría agitar el dolor de patria mientras llega la hora de la reelección y tiene a las FARC controlando los resortes fundamentales del Estado, que no otra es su política.
Otros beneficiarios son Uribe y los políticos que se le declaran leales. ¡Es por fin la ocasión de estar juntos con los políticos de la Unidad Nacional, con los que a toda costa el expresidente trata de hacer componendas! ¡Todos unidos en defensa del territorio sagrado de la patria! La invitación a desconocer el fallo es idiosincrásica: la misma lógica con que se emprendió la segunda reelección, se acatan las leyes mientras convienen, se acepta un árbitro para que dictamine lo que uno pretende. Tan bella actitud tiene público en Colombia, pero a la larga sólo significa que el expresidente mantiene la popularidad sin romper con los partidos que cogobiernan con las FARC y le ayudan a Santos a implantar un príato afín al chavismo. Es lo que Uribe ha hecho durante estos dos años y medio, y se engaña el que crea que hace oposición: ¿cómo es que no ha convocado una manifestación de rechazo a la negociación de La Habana? No la convocará porque su proyecto es influir en las elecciones de 2014 y encontrar un lugar en la mesa de negociación. Por ese mismo motivo su "Puro Centro Democrático", llamado así para que no los llamen de extrema derecha, para lo que invitan a unos cuantos huérfanos de Pol Pot y la banda de los cuatro, está abierto al partido de la U, a los conservadores y hasta a Cambio Radical: los que hoy persiguen a Uribe desde la Comisión de Acusación podrán ser sus aliados cuando vean los votos que arrastra. Y no tardarán en hacerlo. Pero ahí los tiene uno, los uribistas que defendían el prevaricato de Santos al cambiar la terna para fiscal, como Óscar Iván Zuluaga o Martha Lucía Ramírez, se envuelven en la bandera y aprovechan la ocasión para eludir el berenjenal de las negociaciones y participar en una causa que nos une y no en una que nos divide.
No hay que creer, como he leído a algunos, que los comunistas y sus afines no participan en la fúnebre borrachera del mar robado. No son tontos, por el contrario, son expertos en maquinaciones. En medio de eso llama la atención que Iván Marulanda, valedor tanto de la Marcha Patriótica como de Sergio Fajardo (lo que deja mucho que pensar sobre el gobernador de Antioquia), escriba en Twitter:
Los primeros beneficiarios de la agitación son Santos y sus cómplices: como no son idiotas, "acompañan en su pena" a los patriotas dolidos, y naturalmente demorarán todo lo que puedan la obvia e inevitable decisión de acatar el fallo: entre tanto, permiten a las FARC apropiarse del territorio, acumular miles de millones de dólares de sus negocios de cocaína, minería ilegal y extorsión, y siguen destruyendo al ejército a punta de iniquidad judicial, soborno de altos mandos y desmoralización. El ínfimo conato de resistencia que empezaba con el cacerolazo del 5 de diciembre se ha olvidado por completo. Para el gobierno, cuanto más se hable del territorio despojado más se olvidará la prisión de Arias, la condena monstruosa contra Plazas Vega, las infinitas infamias del fiscal, como la impunidad de Sigifredo López y muchísimas otras cosas, por no mencionar la negociación de La Habana. No falta el que cree que el fallo de la CIJ se puede usar como argumento contra Santos, cosa respecto de la cual su prensa podrá demostrar fácilmente que la reclamación nicaragüense es muy anterior y que la decisión de La Haya no obedece a una u otra estrategia de defensa. Es casi infantil pasar por alto el examen del mapa y de las condiciones jurídicas del problema para encontrar un error del gobierno. Pero incluso si ése fuera el caso, si hubiera suficientes incautos dispuestos a creer que con otra argumentación de los abogados colombianos el tribunal hubiera concebido el derecho de otra manera (no falta el que cree que los jueces acordaron con Chávez y compañía el fallo, según he leído en este mismo blog), Santos podría agitar el dolor de patria mientras llega la hora de la reelección y tiene a las FARC controlando los resortes fundamentales del Estado, que no otra es su política.
Otros beneficiarios son Uribe y los políticos que se le declaran leales. ¡Es por fin la ocasión de estar juntos con los políticos de la Unidad Nacional, con los que a toda costa el expresidente trata de hacer componendas! ¡Todos unidos en defensa del territorio sagrado de la patria! La invitación a desconocer el fallo es idiosincrásica: la misma lógica con que se emprendió la segunda reelección, se acatan las leyes mientras convienen, se acepta un árbitro para que dictamine lo que uno pretende. Tan bella actitud tiene público en Colombia, pero a la larga sólo significa que el expresidente mantiene la popularidad sin romper con los partidos que cogobiernan con las FARC y le ayudan a Santos a implantar un príato afín al chavismo. Es lo que Uribe ha hecho durante estos dos años y medio, y se engaña el que crea que hace oposición: ¿cómo es que no ha convocado una manifestación de rechazo a la negociación de La Habana? No la convocará porque su proyecto es influir en las elecciones de 2014 y encontrar un lugar en la mesa de negociación. Por ese mismo motivo su "Puro Centro Democrático", llamado así para que no los llamen de extrema derecha, para lo que invitan a unos cuantos huérfanos de Pol Pot y la banda de los cuatro, está abierto al partido de la U, a los conservadores y hasta a Cambio Radical: los que hoy persiguen a Uribe desde la Comisión de Acusación podrán ser sus aliados cuando vean los votos que arrastra. Y no tardarán en hacerlo. Pero ahí los tiene uno, los uribistas que defendían el prevaricato de Santos al cambiar la terna para fiscal, como Óscar Iván Zuluaga o Martha Lucía Ramírez, se envuelven en la bandera y aprovechan la ocasión para eludir el berenjenal de las negociaciones y participar en una causa que nos une y no en una que nos divide.
No hay que creer, como he leído a algunos, que los comunistas y sus afines no participan en la fúnebre borrachera del mar robado. No son tontos, por el contrario, son expertos en maquinaciones. En medio de eso llama la atención que Iván Marulanda, valedor tanto de la Marcha Patriótica como de Sergio Fajardo (lo que deja mucho que pensar sobre el gobernador de Antioquia), escriba en Twitter:
Acuérdense de mi: Las elecciones del 2014 serán plebiscito sobre sí el pueblo colombiano acata o no el fallo de la CIJ sobre mar territorial
— Iván Marulanda Gómez (@ivanmarulanda) noviembre 21, 2012
Ya la negociación con las FARC, convertidas en equivalentes de las instituciones legítimas gracias a que mandan personas bomba y reclutan niños, amén de exportar cocaína y secuestrar a decenas de miles de colombianos, será una cosa digerida y olvidada.
Se lo deberemos a todos los oportunistas que explotan el fanatismo idiota de la sangre y el suelo para su propia figuración al tiempo que dejan avanzar el mayor crimen de la historia de Colombia, que no es otro que el premio de los crímenes terroristas. Miente el que niegue que Uribe es cómplice de todo eso. No convocará ni promoverá ninguna manifestación contra la negociación, ni mucho menos romperá con los partidos de criminales que cogobiernan con los terroristas.
2 comentarios:
Es impresionante ver como después de tantos años, Jaime Ruíz se convierte en el principal opositor de Uribe. ¿Considera que fueron 8 años perdidos para País Bizarro?
Anónimo, no sé qué sentido tiene para usted "opositor", y mucho más raro es que yo sea "principal". No estoy de acuerdo con la retórica patriotera ni con las marrullas que hace Uribe para ocultar su disposición a hacer componendas con Santos y sus socios. No veo en ello ninguna coincidencia con el antiruibismo de los socios de las FARC, ni nada parecido, sino coherencia.
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