Por Jaime Castro Ramírez
La cultura política es una herramienta esencial de apoyo que aporta las condiciones cívicas de educación requeridas para que luego la ciencia política encuentre el ambiente ciudadano adecuado para implementar y fortalecer un sistema democrático. Si esta es una necesidad en la formación del ciudadano del común, con mayor veraz lo es para la denominada clase política dirigente que aspira a gobernar; pues pasa a ser de sentido común que un gobernante debe conocer con absoluta claridad cuál es el rumbo de visión futurista que debe darle al país y a su democracia.
El sentido del progreso es medible desde el punto de vista de la planeación estratégica del desarrollo sostenible. Para esto se requiere el conocimiento de cómo orientar la política del fortalecimiento democrático y económico, y para que este escenario sea viable es condición la responsabilidad filosófico-política de estadista de quien dirige los destinos nacionales.
Bien decía Churchill: “El político se convierte en estadista cuando piensa en las próximas generaciones y no en las próximas elecciones”.
Responsabilidad de país versus fantasía política
En una sociedad democrática, quien ejerce el arte de gobernar debe ser un estratega que haya sido formado en la visión de cómo ejercer el poder. Pero además debe tener la condición de sensatez como pensador y ejecutor de las ideas políticas para poder mantener el equilibrio republicano. El país requiere la garantía de la conservación de la institucionalidad y por consiguiente el respeto a la constitución y la ley como baluartes del Estado de derecho. Esto significa responsabilidad con el país, lo cual es vinculante con las obligaciones adquiridas en el cumplimiento de las funciones propias del acto de gobernar.
Gobernar no es la fantasía de hacer exhibición de anuncios de ficción al mejor estilo del populismo clásico socialista, pues esta práctica solo persigue el hecho de conquistar voluntades incautas para convertirlas en incondicionales apoyos políticos electorales. La realidad de gobernar debe convertirse es en a la obligación de ejecutar obras de beneficio social, sin incluirle la extravagancia individualista del agregado de cálculos políticos.
Colombia y el proceso de paz
El gobierno no puede patrocinar saltos que resulten traumáticos para las instituciones y las estructuras democráticas. De este estilo puede ser por ejemplo el presunto “acuerdo de paz” que se cocina en Cuba, si se aceptan condiciones que lesionan el orden legal a través de la impunidad que ‘beneficie´ a delincuentes que han cometido crímenes de lesa humanidad, pues lo que se observa es que las FARC exigen no pagar cárcel por su historia criminal, de tal manera que si esto ocurre, esa no puede ser una paz duradera, sino que por el contrario, puede convertirse en un engaño duradero de continuidad de violencia para el país. Los elementos esenciales como soportes para que pueda consolidarse la paz, tienen que ser, sin lugar a duda, la existencia de la verdad, la justicia, y la reparación a las víctimas por parte de sus victimarios.
No es entendible, que con la anuencia del gobierno, unos de los mayores usurpadores de la tierra en Colombia, ahora se presentan en la Habana como benefactores del campesinado, y hablando de la redistribución de la tierra. Es fácil entender que en esa ‘redistribución’ lo que persiguen es legalizar su delito de despojo de la tierra a los campesinos. Pareciera que solo el gobierno no se da cuenta de la trama de esta maniobra de las FARC. De igual manera, cualquier otra audacia del gobierno que comprometa la democracia colombiana, constituirá un muy mal precedente para la finalidad de obtener el beneficio de la paz.
En son de discusión, podría pensarse que “incautamente”, el gobierno Santos tampoco ha entendido que un amigo protector de las FARC, como lo es Hugo Chávez, ofrece su ‘intermediación’ (aceptada por Santos) en el proceso de diálogos de negociación de paz con el fin de buscarles el poder a sus camaradas. Bueno, también es posible que Santos lo tenga bien claro…
Hay que reiterar que la paz la queremos todos los colombianos, pero no a cualquier precio para la institucionalidad y la democracia colombianas. De tal manera que aquí no es válido hablar de ‘manos negras’ enemigos de la paz.
El premio Nóbel de paz no se logra con un remedo de paz. Con este argumento tampoco se logra una postulación fundamentada para lograr honores internacionales, como por ejemplo, aspirar a la dignidad de ejercer la secretaría general de la ONU.
Baja política de mercadeo electoral
Un gobernante no puede olvidar que su obligación como representante de la sociedad es trabajar durante ‘todo’ el periodo de gobierno realizando obras de beneficio social para todos; pero de ninguna manera buscando la oportunidad para convertir la gestión de gobierno en resultado de beneficio personal a través del cálculo político, y menos haciendo propicia la ocasión para hacer política electoral a nombre propio, utilizando la modalidad de los “regalos”, que por demás están prohibidos en la Constitución Nacional en su artículo 355, que textualmente dice: ARTÍCULO 355. “Ninguna de las ramas u órganos del poder público podrá decretar auxilios o donaciones en favor de personas naturales o jurídicas de derecho privado”.
Casas regaladas
Hablando de regalos, y contrariando la prohibición constitucional al respecto, el típico saso es el de las 100 mil “casas gratis” que el presidente Santos está promocionando políticamente, y en forma explícita, poniéndolas al servicio de su reelección, pues así lo interpretó cuando refiriéndose a este tema dijo: “Vamos por los votos”. También hay que recordarle al presidente que el artículo 38 de la ley 996 de 2005, o ley de garantías electorales, le prohíbe la participación en política a todos los funcionarios del Estado.
Consecuencia funesta
Si hacer política con la gestión de gobierno es censurable (y prohibido), qué decir de la trascendencia negativa para un Estado que se convierte en benefactor, es decir que subsidia a la gente regalándole “casas y cosas”. Esta es la peor práctica porque simplemente es el hilo conductor hacia la vida sin esfuerzo, fomentando la ociosidad, y haciendo dependiente a un sector de la población del otro sector que paga impuestos.
Este sistema, implantado por los regímenes socialistas, ha fracasado en todas partes del mundo porque se desincentiva el trabajo, los medios de producción se hacen débiles, y por consiguiente se fomenta el fracaso económico y social.
Estas no son pautas sensatas en el rigor del arte de gobernar. A la gente lo que hay que darle es empleo para que con el producto de su trabajo consiga las “casas y las cosas”, y además contribuya al crecimiento económico de la economía colombiana.
CONCLUSIÓN: Con la posible paz a cualquier precio, y haciendo politiquería directa con las casas regaladas, estos no pueden ser argumentos válidos que justifiquen una reelección presidencial.
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