2 ene 2013

El año de la "paz"


Por @Ruiz_senior

La primera presidencia de Santos se puede dividir por años. En el primero cambia totalmente el guión del gobierno, en los dos siguientes consolida el cogobierno con los terroristas, que a fin de cuentas son los peones de su hermano mayor y el grupo de Alternativa, y en el último cobra el atraco en forma de alivio de las víctimas, que dejan impunes a los criminales con la esperanza de que cese el tormento, todo reforzado por fundadas esperanzas de obtener el Nobel de la Paz.

Someramente señalaré las mejores perlas del primer año:

· Promesa de mostrar reconocimiento a los terroristas en el mismo acto de posesión.
· Encuentro con Chávez para favorecer a su régimen y reforzar a las FARC en las áreas fronterizas.
· Atribución a la "mano negra" de "extrema derecha" de actos criminales como la bomba de Caracol.
· Componendas con todos los aliados de las FARC que habían perdido las elecciones.
· Protección al tráfico de drogas al apoyar el fin del uso conjunto de las bases con Estados Unidos.
· Ley de víctimas, con la que espera repartir la renta minera entre los tinterillos que organizan a las bandas terroristas.
· Apoyo al nombramiento de una fiscal de pasado tenebroso, cuya tarea será llevar a cabo las persecuciones que convienen al gobierno.
· Prevaricato al permitir que la Corte Suprema de Justicia se salte la ley en lo concerniente al nombramiento de fiscal.
· Campaña obsesiva de calumnias e injurias contra el anterior gobierno en la prensa subvencionada.
· En paralelo a lo anterior, toda clase de elementos de reconocimiento a los terroristas, tanto en la prensa como en las actuaciones del gobierno (por ejemplo, contratando con la sección legal del ELN llamada "Corporación Nuevo Arco Iris").
· Extradición de Makled a Venezuela.

Me tomo el trabajo de mencionar todo esto porque Santos parece respetable al lado de los que lo elogiaban en agosto de 2011, o bien ocupaban puestos en su gobierno, y ahora se han convertido en "tigres" implacables de la crítica (aunque constructiva), como el precandidato Óscar Iván Zuluaga o el exviceministro Rafael Guarín.

Todas las infamias de Santos fueron apoyadas desde el principio por los partidos de la Unidad Nacional, cuyas campañas electorales a alcaldías, gobernaciones, concejos y asambleas contaron con el apoyo del expresidente Uribe en 2011. Los cargos elegidos de esos partidos siguen siendo a la vez santistas y uribistas, lo primero para asegurarse el sueldo y las rentas informales (por llamarlas de algún modo) relacionadas con el cargo; lo segundo, para conservar los votos de incautos. De más está decir que el señor Uribe forma parte de ese juego, y que en últimas sus críticas atraen a personas descontentas que terminarán votando por los que sostienen a Santos.

Nada de lo que ha hecho el gobierno desde agosto de 2011 hasta ahora cambia en absoluto un rumbo que entonces era completamente claro. El "Marco Legal para la Paz" es sólo la continuación de la Ley de Víctimas, y la negociación en La Habana ya la anunció Santos en su toma de posesión. Su responsabilidad criminal resulta menguada por la nula resistencia de los colombianos, entre los que los más descontentos quisieran una presidencia vitalicia de Uribe (una vez se les murió, supuestamente, Carlos Castaño). Una comunidad que no anhela ser respetada nunca lo será, y no es lícito siquiera quejarse de eso.

¿Qué ocurrirá en 2013? Mauricio Vargas dice: "Predigo que el proceso de paz avanzará de manera razonable y que, antes de noviembre, habrá un acuerdo". Otros opinan otra cosa, pero la posibilidad se mantiene: según los plazos del parlamento noruego, se podría firmar un acuerdo que dejara impunes a los jefes terroristas más viejos y conocidos pero sin tocar la gran fuente de ingresos actual que es la cocaína, y probablemente tampoco las redes de extorsión: la facción rebelde quedaría como lo que fueron las FARC después de los ochenta, cuando oficialmente dejaron de ser el brazo armado del Partido Comunista Colombiano. Éste se dedicó a buscar la paz, con tanto éxito que el vicepresidente de la Unión Patriótica es hoy vicepresidente de la república, y el más opcionado para ser candidato del uribismo en 2014. Las FARC legales buscarán la paz con el bando supérstite.

Pero la negociación con terroristas no tiene un porvenir tan claro: a medida que la prensa subvencionada se dedica a legitimarlos y halagarlos, irán en aumento sus pretensiones y la percepción de debilidad de las instituciones: la posibilidad del colapso del ejército o de su sometimiento a una guerrilla triunfante podría tentar a algún cabecilla distinto a los de La Habana a escalar las acciones terroristas. La lógica del terrorismo es que el más intransigente y cruel somete a los demás. No se debe olvidar que la toma del Palacio de Justicia ocurrió después de que Betancur intentara a toda costa premiar al M-19, y la orgía de sangre del Caguán se disparó gracias a la misma legitimación de la prensa y el gobierno conservador.

Eso es lo único que podría dar al traste con los planes de Santos. A estas alturas no hay ninguna posibilidad de que la ciudadanía se rebele o siquiera manifieste descontento: baste recordar el escaso seguimiento del intento de cacerolazo contra Santos (del que Uribe se desentendió tranquilamente).

En el caso de que la escalada terrorista arrecie, Santos siempre tiene la opción de ponerse bravucón y buscar así los votos uribistas, al tiempo que usa la negociación, y los avances en creación de confianza, como promesa para el siguiente periodo. Pero si no ocurre tal cosa, si la entrega del país al programa terrorista (no a los terroristas, que sólo son el servicio doméstico armado de la familia de Santos, es decir, del grupo de Alternativa) avanza "de manera razonable" (como dice Mauricio Vargas), entonces las elecciones de 2014 las disputarán en la segunda vuelta un candidato de la Unidad Nacional contra uno de la izquierda unida. Los latrocinios de Santos o Vargas Lleras durante ese periodo alimentarán el descontento del bando progresista, que conseguirá la alternancia en 2018, tal vez en aplicación de un programa pactado: al final siempre han obedecido a los mismos intereses, y la prueba está en que el partido salido de la unión del M-19 y el Partido Comunista está hoy dirigido por la sobrina de López Michelsen.

La impresión que produce la actitud del señor Uribe es que todavía aspira a volver a la presidencia. Suena absurdo, pero ¿no era absurdo que la Corte Constitucional le permitiera una segunda reelección? Si pretendiera que un aliado suyo disputara con posibilidades de éxito las elecciones de 2014, se habría dedicado a promoverlo y a atraer militantes de los partidos de la Unidad Nacional a su bando. Pero es evidente que no ha hecho ni hará tal cosa.

Así, el declive del uribismo, ya evidente, será definitivo a lo largo de este año, bien porque la firma de la "paz" ilusiona a las mayorías (como cuando uno casa a la hija con el que la violó, a partir de entonces encargado de protegerla), bien porque el fracaso le deja a Santos la opción de la bravuconería.

Desde mi punto de vista ese declive no es de ningún modo una mala noticia. Mala noticia es lo que ha ocurrido desde 2006, ya más de seis años, en que la reelección de Uribe condujo a su gobierno a la politiquería que le abrió el camino a Santos. Después de que éste se hiciera con el poder, la actitud del uribismo ha sido la sumisión a los partidos que lo sostienen.

Colombia necesita una transformación rotunda de sus instituciones (el poder judicial realmente existente es el heredero del asesinato de los juristas en el palacio de Justicia y de los carros bomba con que la alianza M-19/Cartel de Medellín impuso la Constitución de 1991). Para conseguirla y convocar una Asamblea Constituyente hace falta un partido de la libertad, que no surge porque la gente descontenta con el régimen sigue soñando con un paraíso regido por un conducatore infalible.

El año de la paz es también el del estancamiento económico, que podría servir como argumento a un partido de oposición si lo hubiera. Pobreza y violencia son cosas que los colombianos prácticamente eligen con su indolencia (la fe en el mesías es parte de ese mismo vicio), y puede que les haga falta medio siglo de atraso y opresión, como lo han sufrido los cubanos, para que entiendan el precio que tiene.

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