Supongo que no seré el único que sospecha que tras el activismo reciente de Andrés Pastrana puede haber cálculos sobre la posibilidad de una candidatura presidencial para 2014. Y se puede decir que ataca por donde le conviene si ése es su propósito: las críticas más que fundadas al proceso de "paz" de Santos y a su connivencia con la dictadura venezolana son una apuesta acertada porque no tiene nada que perder y se legitima ampliamente.
Tiene a su favor que se impondría sin problemas como candidato conservador y aun forzaría la lealtad de esa maquinaria. Obviamente, eso no le basta y tendría que buscar los votos del uribismo, es decir, buscar entenderse con Uribe y conseguir su apoyo. Es verdad que gracias al Caguán es un político muy desprestigiado, pero siempre podrá reclamar que metió a las FARC y el ELN en las listas de terroristas y que fortaleció a las Fuerzas Armadas con los recursos del Plan Colombia.
Más problemática parecería su trayectoria antiuribista, con toda clase de manifestaciones mezquinas y equívocas, y su apoyo a Santos hasta que lo empezó a maltratar por el lío del mar territorial. Pero en el forcejeo por el poder no son raros esos cambios. De hecho, en la campaña electoral de 2011 se vio a Uribe haciendo campaña con Luis Eduardo Garzón y con Armando Benedetti, prócer que le había atribuido la bomba de Caracol.
Nadie duda de que una candidatura de Pastrana encontraría mucho rechazo entre los votantes uribistas, pero tampoco son muchos los que creen que va a ser fácil para otro candidato ganarle a Santos. Es decir, la gran baza de Pastrana es que tiene más posibilidades de ganar que los actuales precandidatos uribistas. Y si consiguiera arrastrar al conservatismo dejaría a Santos como el candidato de una coalición de izquierda que a ojos de todo el mundo quedaría como en extremo complaciente con las FARC.
Las resistencias del uribismo a una candidatura semejante exigen pasar por alto que tampoco han sido una oposición ejemplar. Ya en el gobierno cometieron errores espantosos como el intento de cambiar las leyes para reelegir de nuevo a Uribe, y con ese fin promover la triste retórica del "Estado de opinión". Como expresidente, Uribe no ha obrado como un líder cívico que vigila la acción gubernamental sino como un viudo del poder que defiende a toda costa sus cuotas y trata de influir en nombramientos y aun en las políticas de los partidos del gobierno. Todavía en febrero de 2012 hacía componendas con Roy Barreras, por no hablar del apoyo a los candidatos santistas en las elecciones de 2011 o del cortejo a personajes como Angelino Garzón o Juan Lozano. O del inverosímil silencio ante la descarada maquinación que dejó impune a Sigifredo López, ¡que ahora se ha convertido en enemigo de las FARC y será seguramente el representante de las víctimas del terrorismo en la negociación! (Para eso es la persecución de Coronell contra Vargas Quemba.) Baste decir que su libro lo promovía William Ospina, el mismo que prununciaba un discurso fariano el 9 de abril.
Tiene a su favor que se impondría sin problemas como candidato conservador y aun forzaría la lealtad de esa maquinaria. Obviamente, eso no le basta y tendría que buscar los votos del uribismo, es decir, buscar entenderse con Uribe y conseguir su apoyo. Es verdad que gracias al Caguán es un político muy desprestigiado, pero siempre podrá reclamar que metió a las FARC y el ELN en las listas de terroristas y que fortaleció a las Fuerzas Armadas con los recursos del Plan Colombia.
Más problemática parecería su trayectoria antiuribista, con toda clase de manifestaciones mezquinas y equívocas, y su apoyo a Santos hasta que lo empezó a maltratar por el lío del mar territorial. Pero en el forcejeo por el poder no son raros esos cambios. De hecho, en la campaña electoral de 2011 se vio a Uribe haciendo campaña con Luis Eduardo Garzón y con Armando Benedetti, prócer que le había atribuido la bomba de Caracol.
Nadie duda de que una candidatura de Pastrana encontraría mucho rechazo entre los votantes uribistas, pero tampoco son muchos los que creen que va a ser fácil para otro candidato ganarle a Santos. Es decir, la gran baza de Pastrana es que tiene más posibilidades de ganar que los actuales precandidatos uribistas. Y si consiguiera arrastrar al conservatismo dejaría a Santos como el candidato de una coalición de izquierda que a ojos de todo el mundo quedaría como en extremo complaciente con las FARC.
Las resistencias del uribismo a una candidatura semejante exigen pasar por alto que tampoco han sido una oposición ejemplar. Ya en el gobierno cometieron errores espantosos como el intento de cambiar las leyes para reelegir de nuevo a Uribe, y con ese fin promover la triste retórica del "Estado de opinión". Como expresidente, Uribe no ha obrado como un líder cívico que vigila la acción gubernamental sino como un viudo del poder que defiende a toda costa sus cuotas y trata de influir en nombramientos y aun en las políticas de los partidos del gobierno. Todavía en febrero de 2012 hacía componendas con Roy Barreras, por no hablar del apoyo a los candidatos santistas en las elecciones de 2011 o del cortejo a personajes como Angelino Garzón o Juan Lozano. O del inverosímil silencio ante la descarada maquinación que dejó impune a Sigifredo López, ¡que ahora se ha convertido en enemigo de las FARC y será seguramente el representante de las víctimas del terrorismo en la negociación! (Para eso es la persecución de Coronell contra Vargas Quemba.) Baste decir que su libro lo promovía William Ospina, el mismo que prununciaba un discurso fariano el 9 de abril.
Verdaderamente, como críticos de la negociación de La Habana los precandidatos uribistas no han obrado mucho mejor que Pastrana. Recientemente le preguntaban a Francisco Santos qué pensaba de la carta de Luis Carlos Restrepo y contestó que esperaría a lo que decidiera el Centro Democrático. Es sólo un ejemplo de una actitud equívoca, de políticos sin determinación ni valores reales que esperan a ver para dónde va la opinión pública para seguirla.
De hecho, el exvicepresidente ha obtenido mucho más apoyo en las encuestas que los demás precandidatos, lo que evidencia las limitaciones de todo tipo a que se enfrentan: a Francisco Santos lo promueven los medios del gobierno sobre todo porque calculan que no podría ganar. Y porque es el más afín a su primo. Es decir, los demás precandidatos no han sido capaces de unirse ni de expresar posiciones claras y hoy por hoy el candidato más probable del uribismo es el otro Santos.
De hecho, el exvicepresidente ha obtenido mucho más apoyo en las encuestas que los demás precandidatos, lo que evidencia las limitaciones de todo tipo a que se enfrentan: a Francisco Santos lo promueven los medios del gobierno sobre todo porque calculan que no podría ganar. Y porque es el más afín a su primo. Es decir, los demás precandidatos no han sido capaces de unirse ni de expresar posiciones claras y hoy por hoy el candidato más probable del uribismo es el otro Santos.
La reciente publicación de un decálogo sobre la negociación y la entrevista que concedió Uribe a Intereconomía sitúan mejor al uribismo como oposición que plantea exigencias claras al gobierno acerca de los diálogos de paz y denuncia su sesgo. Lástima que para denunciar que Santos lleva a Colombia al castrochavismo haya habido que esperar casi tres años.
Es decir, por el lado del uribismo ya hay planteamientos claros acerca de la negociación pero no candidatos creíbles para ganar la presidencia. Parece que las últimas actuaciones de Pastrana tienden a buscar copar ese segmento de la opinión y presentarse como candidato al que los uribistas tendrían que apoyar si no quieren ver a Santos reelegido. Las propias diferencias y la insignificancia de cada uno de estos dos actores por sí mismo hace que el uribismo pueda imponerle su programa al godo.
Otro elemento que juega a favor de Pastrana es el predominio del samperismo en el gobierno: el rechazo a la mafia de Samper, cada vez más fundida con el chavismo y con las FARC (no sólo Piedad Córdoba y Sigifredo, sino también la finadita Martha Catalina Daniels han sido samperistas que ejercen un papel en la lucha de esa banda) podría favorecer a un candidato que lo encarna.
Así están las cosas. De momento, Santos y Vargas Lleras llevan mucha ventaja. De ninguna manera será fácil ganarles.
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