Por Eduardo Mackenzie
Si hay “enemigos de la paz” es porque hay “amigos de la paz”. ¿Quiénes son éstos? Sorpresa.
Se le volvió una rutina al presidente Santos difamar a sus opositores. Como los planes para entronizar a las FARC en las instituciones (que éstas tratan destruir desde hace 50 años) reciben críticas fuertes todos los días, el jefe del ejecutivo, cada vez que toma un micrófono, lanza chispas y centellas contra los que informan y comentan ese estado de cosas.
Ayer, durante un foro en Bogotá intitulado “Afrocolombianidad y paz”, Juan Manuel Santos declaró: “Los enemigos de la paz no son muchos pero son muy activos”. Y, a manera de argumentación, improvisó: “Se crean fantasmas y comienza la satanización. Nadie ha hablado de impunidad, quieren envenenar el proceso”.
La mayoría de esos “enemigos de la paz” son periodistas. Son personas que combaten a las FARC con la palabra, con la pluma, con editoriales, columnas de opinión, blogs, tuits, artículos y reportajes. Al acusarlos de esa manera Santos quieren frenar las opiniones adversas y enviar un mensaje: que las FARC son los “amigos de la paz” y no deben ser criticadas. Y que los críticos del falso proceso de paz son los “enemigos de la paz” y deben ser amordazados.
Santos divide así el país en dos bloques hostiles: los “amigos de la paz” de un lado y los “enemigos de la paz” del otro. En una parte, están él y sus ministros, y las FARC y sus voceros en La Habana, y en el otro están los colombianos que él tanto desprecia: los que aspiran a la paz pero sin la guillotina amenazante de unas FARC armadas, libres, riquísimas y envalentonadas sobre las cabezas de todos.
La campaña de Santos contra los críticos de la aventura en La Habana se agudiza a medida que aparece con más fuerza un hecho: que el llamado “proceso de paz” está muerto pues descansó siempre sobre un horizonte de impunidad para los mayores criminales del país.
Santos dice que “nadie ha hablado de impunidad”. Juega con la verdad: el “marco jurídico para la paz” es eso. El fiscal Montealegre hace la apología de la impunidad cuando asegura que no hay base legal en Colombia para que los jefes de las FARC paguen un día de cárcel por sus atrocidades. La postura del fiscal es grotesca pero él, para ayudar a Santos, insiste en eso.
Para que la Corte Penal Internacional y las grandes capitales del mundo libre no se enteren de eso, Santos espera meter a todos en cintura. Como está haciendo Obama con la prensa opositora de su país. Hay que seguir los tres últimos escándalos: con la Associated Press, con el periodista James Rosen de Fox News y con la periodista Sharyl Atkisson de la CBS News, a quien le intervinieron su computador. Voces se levantan contra la “cultura de intimidación” que se respira hoy en los Estados Unidos. Santos se siente autorizado y reparte mandobles. Al hacer eso, él danza sobre una cuerda floja: socavar la libertad de expresión y la libertad de la prensa es cometer un delito. Es minar un pilar fundamental de nuestra democracia.
Los periodistas tenemos que tomar en serio este asunto y acudir a las instancias internacionales que velan por el respeto de la libertad de la prensa para que asuman una posición sobre lo que está ocurriendo en Colombia. Pues los organismos locales, que teóricamente se ocupan de lo mismo, no se atreven, por temor o complicidad, a esbozar la más leve crítica contra la insidiosa campaña del jefe de Estado.
¿Pedir en Cuba que les entreguen el país convierte a las FARC en “amigas de la paz”? No hubo una sola semana, en los últimos 50 años en que las FARC se hayan abstenido de asesinar a uno o a varios colombianos. En algunos periodos, sobre todo cuando montan la farsa del “proceso de paz”, la muerte de inocentes se intensifica. ¿Eso es ser un amigo de la paz? Solo un perverso irrecuperable puede concebir las cosas así.
Los enemigos de las FARC son muchos. En eso Santos se engaña. En ese campo, cada vez más grande, están el Procurador General de la Nación en ejercicio y el ex presidente Andrés Pastrana. Están el ex presidente Álvaro Uribe Vélez y decenas de millones de colombianos que se identifican con él y con su gesta política. Hay allí muchísimas personalidades de todos los ámbitos y de todos los partidos democráticos: parlamentarios, políticos, militares, policías, industriales, agricultores, religiosos, abogados, comerciantes, académicos, periodistas, comentaristas, editorialistas, reporteros, blogueros, maestros y estudiantes. Todos ellos combaten, a su nivel y según sus capacidades, por la verdad y por las libertades amenazadas en Colombia. Y las encuestas lo dicen.
Aprendamos de los europeos. Cuando Rodríguez Zapatero se empeñó en llevar el brazo político de ETA a las instituciones, los españoles salieron a la calle e hicieron, sobre todo, una gran “manifestación preventiva” que contribuyó, meses después, a la salida de los socialistas del gobierno. Hay que mostrarle a Santos dónde están las mayorías. Hay que organizar una gran manifestación preventiva contra la llegada de las FARC a las instituciones.
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