10 jun 2013

Acuerdo de Santa Marta

Por jaime Castro Ramírez

El apaciguamiento no suele ser la mejor herramienta de persuasión frente a individuos megalómanos con poder, y además poseídos por la psicosis de una paranoia sin límite de egoísmo. Cada vez que la historia produce eventos similares, cobra nuevamente vigencia y con mucha razón, la sentencia de Churchill cuando se refirió a la política de apaciguamiento practicada por el primer ministro británico Chamberlain frente a Hitler: “Quien se humilla para evitar la guerra, tendrá la humillación y tendrá la guerra”. Pues no se equivocó Churchill en su apreciación intuitiva ante la amenaza soterrada que representaba la ambición expansionista y guerrerista del contertulio de Chamberlain.

Si un gobernante no tiene la visión propia de estadista sobre cómo debe actuar en situaciones excepcionales de políticas de Estado, o de gobierno, y tampoco tiene a su lado verdaderos consejeros, pues los hechos de la historia pudieran servir como una especie de parámetros de análisis, o quizás como experiencias que han tenido desarrollos puntuales, y cuya universalidad en sus efectos, pueden tener aspectos en común con el propio caso de que se trate.

Claudicación del 10 de agosto de 2010
Una vez posesionado Juan Manuel Santos en su cargo de presidente de Colombia el 7 de agosto de 2010, su primer acto de gobierno actuando con una audacia difícil de comprender para los colombianos, fue citar al histriónico bravucón Hugo Chávez para reunirse con él en Santa Marta el día 10 del mismo mes. Sin importarle a Santos que quien lo puso a él en el poder (presidente Álvaro Uribe) había sido víctima de agravios por parte de Chávez, o dicho de otra forma, había irrespetado en forma grave a la institución presidencial colombiana, decidió aplicar la fórmula del apaciguamiento al dictadorzuelo de marras.

La rendición de Santos en ese infortunado acto no fue suficiente con esta fórmula de debilidad de mostrarle el lado apaciguador el sátrapa, sino que incurrió en la ligereza de adulador y fue más allá adjudicándole a Chávez la bondadosa calificación de “nuevo mejor amigo”, lo que se constituyó en un craso error político, pues de inmediato Chávez asumió tal actitud como un gesto del gobierno de Colombia de aceptar la dependencia política frente a sus caprichos socialistas.

Tanto es así que en esa reunión Santos renunció ante Chávez a que el gobierno de Colombia volviera a hablar de los campamentos de las FARC en territorio venezolano, y también le prometió a Chávez renunciar al acuerdo de seguridad que el presidente Uribe había convenido con Estados Unidos en el sentido de prestarle a Colombia ayuda técnica especializada de inteligencia en 7 bases militares colombianas, lo cual tenía como finalidad hacerle frente a situaciones complejas que generan desestabilización al orden establecido, como son, el narcotráfico, el contrabando o mercado negro de armas para grupos ilegales, y para ayudar a la seguridad nacional.

Y hablando de seguridad nacional, el principal objetivo estaba puesto en persuadir al régimen armamentista de Chávez de no pretender en ningún momento atentar contra la soberanía colombiana utilizando el poderío del arsenal bélico adquirido en los últimos años.

Consecuencias de la entrega de Santos a Chávez
Resulta que esta clase de debilidades se pagan con creces ante el carácter insolente de individuos con problemas sicológicos de expansionismo político, como el de Chávez en su momento, y ahora el de su heredero, Maduro.

Ratificando lo dicho antes, las bravuconadas públicas insultantes de Maduro significan el cobro de lo que para el régimen chavista es el sobreentendido sometimiento político en que incurrió Santos en el acuerdo de Santa Marta. Según esto, el presidente de Colombia tendrá que pedirle permiso al presidente de Venezuela para recibir a un demócrata, o tendrá que pedirle permiso también para aspirar a suscribir cualquier acuerdo de seguridad con otros gobiernos o con organizaciones internacionales.

Tal vez Santos extemporáneamente se habrá dado cuenta de la necesidad de seguridad para el país, y también se habrá dado cuenta de su error de desechar el acuerdo construido por Álvaro Uribe con Estados Unidos; y entonces, quizás desinformado, le dio por hablar de firmar acuerdos con la OTAN, lo cual no es posible por cuestión de ubicación geográfica. Pues con esto se ganó otro insulto por parte de Maduro, aparte del anterior que fue motivado por haber recibido al demócrata venezolano Henrique Capriles. La conclusión de estos episodios es que el régimen venezolano cree tener amarrado políticamente a Santos después del 10 de agosto de 2010.

El refranero popular se quedaría corto para aplicarlo a esta actuación del presidente Santos, pero sí se podría decir que fue “víctima de su propio invento”.

2 comentarios:

telar para mostacilla dijo...

Las guerras y la política tienen unas variables similares en todas las culturas, en las comunidades locales vemos desarrollar elementos bélicos que parecieran inocentes actos pueblerinos que al final resulta en la entrega de las instituciones del estado a cambio de nada.

telar para mostacilla dijo...

En los pueblos mas alejados y abandonados por el estado colombiano se manifiesta la presión de los grupos insurgentes Camaleónicos; bandas que ejercen poder armado para explotar los recursos y personas. con franquicia de guerrilleros o delincuentes comunes que actúan según la conveniencia del momento.
¿Cuándo el apaciguador controlará la integridad el país?