25 jun 2013

Impunidad que no se reconoce

Por Jaime Castro Ramírez

La realidad es incompatible con la ficción y por lo tanto su significado tiene que ser único en el reconocimiento de la existencia efectiva de los hechos, lo que a la vez significa que no debiera admitir concesión alguna al surrealismo para tratar de desvirtuar lo que tiene sentido verdadero. Por supuesto que si este escenario es trasladado a actuaciones de gobierno, la consecuencia trasciende a los intereses del conjunto de la sociedad, a la cual no se le puede engañar tratando de mostrarle un contrasentido, pues a partir de deducciones opuestas no se puede torcer la lógica en que concluye el sano raciocinio.

Las FARC no niegan que aspiran a la impunidad, pero sí la niega el gobierno
La advertencia que hacen quienes no comulgan con una paz ‘sustentada en base a impunidad’ (a quienes el presidente Santos les responde llamándolos “enemigos de la paz”), sino que desean una paz justa basada en verdad, justicia y reparación, contrasta con lo que el gobierno en cabeza del presidente de la república le dice a los colombianos, y aun lo hace acudiendo a una especie de regaño público cuando para contradecir enfatiza: “¡quién ha hablado de impunidad!”.

Pues si se quiere, en este escenario aparece un mayor contraste que consiste en que lo que niega el presidente, no lo niegan las FARC. ¿Y por qué no lo niegan? Sencillamente porque son realistas con sus pretensiones y para ello ‘argumentan’ que las víctimas del conflicto son ellos: las FARC, y por lo tanto no reconocen como víctimas a las que todo el mundo sabe que son las verdaderas víctimas. Este adefesio fariano los conlleva entonces a afirmar que no pagarán ni un día de cárcel.

Señor presidente Santos, si a este tema, planteado en estas condiciones, no se le puede llamar impunidad, entonces, ¿qué se debe entender por impunidad según el idioma del gobierno? Si las FARC aparecen siendo realistas y lo expresan sin tapujos, ¿cómo es posible que el propio presidente de la república le oculte al país la ocurrencia de tal realidad en la mesa de negociaciones?

Las FARC tranquilamente están haciendo uso de lo que ellos desde el principio de los diálogos han entendido como debilidad del gobierno cuando los invitó a la mesa de conversaciones, y en consecuencia, han optado por la dureza en sus exigencias, y a la vez utilizan aquello de que ‘les dan la mano y se cogen el codo’, es decir que se sienten casi que autorizados para hacerlo. Y por si algo faltaba, ahora incluso hablan de que el presunto acuerdo de paz a que lleguen no incluye la entrega de las armas, o sea que se quedarán armados para acogerse a la perversa audacia de continuar con todas las formas de lucha, y agregan algo de fondo: que hay que “reestructurar el Estado”, con todo lo que esto significa, y ‘con las armas en la mano’.

Lo anterior, tal vez es el resultado del apaciguamiento con que se sienten tratados, y como cualquiera lo haría, obviamente entienden que las ventajas políticas que el gobierno les ofrece tienen que capitalizarlas a su favor.

Además hay que analizar que la infortunada postura presidencial de calificar a los contradictores como “enemigos de la paz”, esto puede generar acciones de efecto criminal contra quienes es falso que sean enemigos de la paz, sino que propenden es por una paz justa. La verdadera política no permite que un estadista haga este tipo de referencias discriminatorias que solo consiguen la polarización del país, lo cual puede conllevar a peligrosas instancias de violencia.

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