9 jul 2013

Fantasías políticas

Por Jaime Castro Ramírez

La ficción no materializa realidades porque la imaginación transcurre en el sendero de lo irrealizable. Lo no posible suele aparecer en el escenario político como un engaño, con un ingrediente abstracto, al cual se pretende darle identidad política, pero que para el entendimiento del común de la gente es difícil de comprender por lo incongruente de los planteamientos, casi que con una connotación metafísica por la complicada trama que lo acompaña para tratar de convencer voluntades; pero claro está que buscando voluntades que son ajenas al raciocinio requerido para descubrir la verdadera intención de quienes utilizan la farsa como argumento de conquista política.

La izquierda y sus espejismos
Lo más contradictorio posible, confluye en el repertorio iluso que los representantes de la izquierda manejan para tratar de convertir la verdadera política en modelos anacrónicos engañosos que históricamente solo tienen para mostrar desaciertos en sus resultados en el mundo de la política y el poder.

Ante la controvertida gestión de algunos gobiernos de partidos tradicionales, generalmente motivada por hechos de corrupción, suelen aparecer entonces los críticos impostores, quienes se presentan como ´salvadores´ de la patria exponiendo teorías económicas paternalistas que realmente son irrealizables por su falta de planeación, pero además porque siempre hay que reiterar que lo peor que puede hacer un gobernante es convertir el Estado en benefactor haciéndole regalos a la gente, es decir, que medio país trabaje para mantener a los demás; pues lo que corresponde es dinamizar la economía productiva para crear empleo y que cada cual consiga las cosas pagándolas con el producto de su trabajo.

El episodio termina en que, como se dice, es peor el ‘remedio’ que la enfermedad, y los mencionados impostores resultan siendo igual o más corruptos que los anteriores gobernantes, pues el resultado final de la etiqueta socialista es el empobrecimiento del pueblo y el enriquecimiento del déspota y su círculo familiar, luego, la crítica a tal conducta de corrupción es solo un trampolín para llegar al poder a cometer el mismo despropósito, pero además con el agravante de llegar a acabar con la democracia existente.

En esa tribuna antidemocrática del oportunismo y del engaño aparecen entonces los Chávez, los Maduro, los Castro, los Ortega, y tantos otros, y los que están al acecho con la vista puesta en el mismo horizonte, como por ejemplo citar el caso del Chávez colombiano: Gustavo Petro. Solo pintan fantasías políticas y económicas sin importar la trascendencia de la mentira con la que engañan al pueblo, pues esta es simplemente la estrategia mediante la cual se gestan los gobiernos socialistas que luego se convierten en dictaduras orientadas por dictadorzuelos que ignoran cómo gobernar, porque además les interesa es hacer populismo para mantenerse en el poder, pero a costa de deprimir la propiedad privada y polarizar la opinión pública creando división y enfrentamiento entre lo que ellos llaman ‘burguesía y el pueblo’.

Cuestión de cultura política
Si se quieren evitar estos graves sobresaltos de las democracias, no existe alternativa diferente a culturizar políticamente a la ciudadanía, es decir, enseñarle a discernir entre la política democrática y la política antidemocrática del engaño. Por ahí se dice que los pueblos se merecen sus gobernantes. Y es que parte del engaño es la trama que se plantea, eso sí, ‘en nombre de la democracia’, hablando de elección popular, pero resulta que al lado de hacer elecciones se cometen toda clase de arbitrariedades contra las libertades individuales, la libertad de expresión, la libertad de prensa, etc., lo que en el idioma socialista llaman reorganizar el Estado, que en otras palabras equivale a implantar una dictadura valiéndose de las urnas, en la medida que el déspota se queda en el poder, no importa cómo, en ocasiones usurpando el poder a través de fraudes electorales.

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