Produce verdadera inquietud la obstinación de los uribistas en usar esa expresión como hashtag en Twitter. Ninguno me ha querido explicar qué significa. Parece algo que concibió alguien para favorecer al gobierno y a sus socios terroristas.
Supongamos que el componente "paz" corresponde al anhelo de contrarrestar la propaganda que convierte a cualquiera que se oponga a la manguala en un "guerrerista". Lo que en realidad se hace es legitimar la negociación y su retórica. No se trata de "paz" porque no hay "guerra": el que crea que hay guerra, puede explicar por qué el Estado castiga a los militares que cometen crímenes de cualquier tipo. ¿Por qué no es lícito masacrar a los pobladores de las posiciones del enemigo, como éste sin duda lo hace? ¿Hay "guerra" en México donde los socios de las FARC les hacen la competencia en números de personas asesinadas?
La oposición paz/guerra es típica propaganda legitimadora. Tratar de aplicar las leyes y capturar a los que toman parte en el crimen organizado se convierte en "guerra", ante la cual se debe optar por una actitud bondadosa de ayudarles a masacrar gente y estar siempre dispuestos a premiarlos. Los que divulgan esa propaganda son los principales usufructuarios y promotores del crimen terrorista.
Con la levedad de quien no podría de ninguna manera detenerse a pensar más allá de su emotiva adhesión al caudillo de turno (conozco algún caso de uribista que hace unos años era ferviente samperista), cientos de tuiteros se lanzan a "reconocer" que disponerse a impedir los secuestros y demás actos extorsivos o a capturar a quienes los cometen es equivalente a cometerlos: no otro es el sentido de esa retórica.
Supongamos que el componente "paz" corresponde al anhelo de contrarrestar la propaganda que convierte a cualquiera que se oponga a la manguala en un "guerrerista". Lo que en realidad se hace es legitimar la negociación y su retórica. No se trata de "paz" porque no hay "guerra": el que crea que hay guerra, puede explicar por qué el Estado castiga a los militares que cometen crímenes de cualquier tipo. ¿Por qué no es lícito masacrar a los pobladores de las posiciones del enemigo, como éste sin duda lo hace? ¿Hay "guerra" en México donde los socios de las FARC les hacen la competencia en números de personas asesinadas?
La oposición paz/guerra es típica propaganda legitimadora. Tratar de aplicar las leyes y capturar a los que toman parte en el crimen organizado se convierte en "guerra", ante la cual se debe optar por una actitud bondadosa de ayudarles a masacrar gente y estar siempre dispuestos a premiarlos. Los que divulgan esa propaganda son los principales usufructuarios y promotores del crimen terrorista.
Con la levedad de quien no podría de ninguna manera detenerse a pensar más allá de su emotiva adhesión al caudillo de turno (conozco algún caso de uribista que hace unos años era ferviente samperista), cientos de tuiteros se lanzan a "reconocer" que disponerse a impedir los secuestros y demás actos extorsivos o a capturar a quienes los cometen es equivalente a cometerlos: no otro es el sentido de esa retórica.
De modo que quedémonos en las palabras cabales: PAZ es la situación de que disfruta una comunidad cuando se cumplen las leyes y nadie está amenazado por criminales. La tarea de quien quiere la paz es proteger la ley y someter a quienes hacen daño a los demás. También la disposición constitucional que reza que "la paz es un derecho y un deber de obligado cumplimiento" significa eso y no puede significar otra cosa, salvo en los embelecos de los leguleyos.
Pero hay algo más, algo aún más despreciable y hasta sucio en esa actitud de los uribistas: dado que la propaganda del gobierno hace equivaler "paz" a "conversaciones de paz", y que los precandidatos y líderes uribistas apoyan esos diálogos (a tal punto que Francisco Santos declaraba que Uribe habría firmado el acuerdo, que se opone a él por razones mezquinas y que él mismo recomendó a su primo el "guerrillero del Chicó" que "¡Lo que usted ayudó a armar ayúdelo a desarmar!"), la frase es a la vez apoyo a las conversaciones de paz, aceptando la jerga de la propaganda, y el reproche "electorero" a su posible efecto.
Pero hay algo más, algo aún más despreciable y hasta sucio en esa actitud de los uribistas: dado que la propaganda del gobierno hace equivaler "paz" a "conversaciones de paz", y que los precandidatos y líderes uribistas apoyan esos diálogos (a tal punto que Francisco Santos declaraba que Uribe habría firmado el acuerdo, que se opone a él por razones mezquinas y que él mismo recomendó a su primo el "guerrillero del Chicó" que "¡Lo que usted ayudó a armar ayúdelo a desarmar!"), la frase es a la vez apoyo a las conversaciones de paz, aceptando la jerga de la propaganda, y el reproche "electorero" a su posible efecto.
Pésima idea: si las negociaciones condujeran a que las FARC dejen de matar e intimidar a la gente, la idea de "paz sin impunidad" correspondería a un prurito irreal: todo el mundo estaría dispuesto a aceptar la impunidad y la elegibilidad si se consiguiera eso, y Santos resultaría el "presidente del universo" como decía su primo en la entrevista que enlacé arriba. "Paz sin impunidad" sería una exigencia inútil y condenada al fracaso.
Pero no hay tal: las FARC ya han obtenido del gobierno un amplio reconocimiento y garantías de todo tipo, también de impunidad (no van a volver de La Habana a la cárcel) y sin embargo declaran tranquilamente que no se van a desarmar ni a desmovilizar ni van a firmar nada si no les hacen una constituyente de democracia corporativa. Con lo que la cuestión de la impunidad no existe, lo que el gobierno firmará será la entrega del país a los terroristas, incluida la constituyente (que podrían disfrazar de algún modo): el efecto real del clamor por la "paz sin impunidad", un burdo engaño de políticos que no denuncian las negociaciones, es engañar a la gente acerca de lo que va a ocurrir.
Santos no habría podido sacar adelante su plan si existiera una oposición coherente que supiera cuáles son sus valores y de algún modo cuestionara la Constitución de 1991, que entre otras muchas bellezas permite discutir las leyes con organizaciones criminales. No la hay: en 2011 Uribe apoyó a los candidatos santistas, incluido por ejemplo el hijo de Roy Barreras, y todavía la mayoría de sus aliados siguen ligados a los partidos uribistas, la única cosa que lamentar es que el ejemplar vicepresidente Angelino Garzón no quisiera ser el candidato uribista para 2014. Ese valiente prócer al que la inmensa mayoría de los uribistas defienden, al igual que a su émulo y paisano Sigifredo López, es el mejor ejemplo de la "paz sin impunidad", junto con algún que otro candidato de la lista uribista al Senado que mató gente en el M-19 y no va a renunciar a su ideología ni va a pedir perdón. Tanta ridiculez asusta.
Lo que un político que quiera parecer honrado debería exigir es el cese de los diálogos: para sustentar esa propuesta bastan las razones expuestas por Alfredo Rangel en su última columna. Pero eso sólo lo podría plantear Uribe, todos los demás son enanitos que no podrían tener carisma porque ninguno quiere correr el riesgo de quedarse solo y contrariar a los medios y a todos los que sostienen al régimen. Ser enanitos, no tener carisma y no correr riesgos vienen a ser tres formas de expresar lo mismo: ser políticos de segunda que esperan obtener votos por recomendación de Uribe.
Y Uribe ya dijo que sería mejor condicionar los diálogos al cese de actividades criminales, propuesta cuyo efecto es únicamente debilitar el rechazo a los diálogos, porque, como decía una vez Alfredo Molano, sin sus formas ilegales de financiarse, ¿de qué modo se van a financiar legalmente las FARC? (Es decir, en esas condiciones no habría negociación, y entonces de lo que se trata es sólo de que la prensa no les diga "guerreristas", tal como se llaman "Centro Democrático" para que no les digan que son de extrema derecha, a la vez que buscan votos con retórica prohibicionista y aun cerca de personajes "homofóbicos", machistas, antiabortistas, etc.)
Las FARC no aceptan la amplia impunidad del Marco Legal para la Paz ni son amables con su protector Santos, al que le suben la apuesta cada vez más, convencidas, con razón, de que para él levantarse la mesa sería reconocer el rotundo fracaso de su gobierno, pero en lugar de exigir que lo haga porque ceder más sería entregarles todo el poder a los terroristas, los uribistas, la oposición interna del sistema, la pseudooposición politiquera, se dedican a promover un eslogan vacío y absurdo.
No es exagerado decir que el uribismo es la gran trampa: una amplísima movilización ciudadana contra el terrorismo encuentra un líder que desde el gobierno consigue recuperar las instituciones pero que no se resiste al torpe vicio caudillista y a la tentación de perpetuarse en el gobierno, animado por moiristas a los que la democracia les interesa muy poco, y que ante la traición de su sucesor, que pone el Estado al servicio del crimen, no tiene otras respuestas que esos eslóganes erráticos.
Lo que un político que quiera parecer honrado debería exigir es el cese de los diálogos: para sustentar esa propuesta bastan las razones expuestas por Alfredo Rangel en su última columna. Pero eso sólo lo podría plantear Uribe, todos los demás son enanitos que no podrían tener carisma porque ninguno quiere correr el riesgo de quedarse solo y contrariar a los medios y a todos los que sostienen al régimen. Ser enanitos, no tener carisma y no correr riesgos vienen a ser tres formas de expresar lo mismo: ser políticos de segunda que esperan obtener votos por recomendación de Uribe.
Y Uribe ya dijo que sería mejor condicionar los diálogos al cese de actividades criminales, propuesta cuyo efecto es únicamente debilitar el rechazo a los diálogos, porque, como decía una vez Alfredo Molano, sin sus formas ilegales de financiarse, ¿de qué modo se van a financiar legalmente las FARC? (Es decir, en esas condiciones no habría negociación, y entonces de lo que se trata es sólo de que la prensa no les diga "guerreristas", tal como se llaman "Centro Democrático" para que no les digan que son de extrema derecha, a la vez que buscan votos con retórica prohibicionista y aun cerca de personajes "homofóbicos", machistas, antiabortistas, etc.)
Las FARC no aceptan la amplia impunidad del Marco Legal para la Paz ni son amables con su protector Santos, al que le suben la apuesta cada vez más, convencidas, con razón, de que para él levantarse la mesa sería reconocer el rotundo fracaso de su gobierno, pero en lugar de exigir que lo haga porque ceder más sería entregarles todo el poder a los terroristas, los uribistas, la oposición interna del sistema, la pseudooposición politiquera, se dedican a promover un eslogan vacío y absurdo.
No es exagerado decir que el uribismo es la gran trampa: una amplísima movilización ciudadana contra el terrorismo encuentra un líder que desde el gobierno consigue recuperar las instituciones pero que no se resiste al torpe vicio caudillista y a la tentación de perpetuarse en el gobierno, animado por moiristas a los que la democracia les interesa muy poco, y que ante la traición de su sucesor, que pone el Estado al servicio del crimen, no tiene otras respuestas que esos eslóganes erráticos.
No habrá modo de restaurar la democracia sin un partido que la defienda con firmeza. Pero hoy por hoy nadie lo echa de menos y el avance de los terroristas, constituyente incluida, es imparable. Esa idiotez de la "paz sin impunidad" es la mejor prueba.
1 comentario:
Bueno, así es todo en Colombia. Si Mancuso estuviera en el Congreso, con seguridad esta señora lo consideraría respetable. Y también con seguridad, no hay muchos que lean eso y le pidan la misma clase de "deferencia" a Petro.
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