6 ago 2013

Dignidad presidencial

Por Jaime Castro Ramírez



Las democracias distinguen y exaltan a los jefes de Estado al importante pedestal donde se honra el estatus correspondiente a su dignidad de gobernantes. El pueblo que elige al gobernante, por principio entiende y acepta el respeto a la dignidad que le otorgó en las urnas como representante de la sociedad. Entonces es procedente decir también que el elegido se debe al pueblo, y en tal condición, le corresponde acatar el cumplimiento de sus compromisos políticos mediante los cuales obtuvo la designación de jefe de Estado y por lo tanto le fue otorgado el poder, pues ahí nace la relación de respeto que merezca ante su pueblo, y evita las animadversiones populares.


Además la democracia tiene dentro de sus postulados la respetabilidad a la institución presidencial, y por consiguiente tiene como principio fundamental la respetabilidad a la dignidad presidencial en cabeza de quien la ejerce, pues de lo contrario se estaría frente una situación compleja para el desarrollo de un proceso de gobierno. En últimas, la política como origen del poder, requiere ser respetada para que el poder pueda ejercerse en condiciones similares.

Preocupante las rechiflas al jefe de Estado Juan Manuel Santos
Para un Estado de derecho, si el jefe de Estado no goza del respeto de sus gobernados, esto es de la mayor preocupación, porque si quien dirige el poder ejecutivo y el gobierno es abucheado cuando le corresponde presentarse ante el pueblo, y con tal expresión de protesta le impiden comunicarse, pues significa que se ha llegado a una instancia muy complicada de irrespeto hacia el gobernante y hacia la institución presidencial.

En Colombia, desafortunadamente se ha ido ampliando en varios escenarios este tipo de protesta, según voz populi, convertida en lema de respuesta a lo que la gente considera que no se ha visto representada por las actuaciones de gobierno del presidente Santos respecto al no cumplimiento de sus promesas mediante las cuales llegó al poder con los votos de quienes ahora se sienten engañados y expresan su inconformidad de manera irregular, es decir, mediante medidas de hecho.

Entre gobernante y pueblo debe existir empatía, y por sobre todo respeto mutuo, lo cual se logra a través de buen gobierno, leal a su pueblo, pues al no ser así, y como consecuencia no se respeta a la primera autoridad del país, se anda entonces cerca del caos, aproximándose a una crisis de poder y de gobernabilidad. No de otra forma se podría calificar esta clase de conductas populares en contra de la autoridad, considerada por quienes protestan como la única forma de hacer escuchar su inconformidad. Pero más grave aún que este tipo de expresiones de irrespeto sean propiciadas por el mismo talante del gobernante.

Para citar solo un ejemplo, en Cali sostienen que el presidente Santos no concurrió a la inauguración de los juegos mundiales el 25 de Julio de 2013 por evitar la rechifla, pero sin embargo no la pudo evitar, pues tan pronto el vicepresidente Angelino Garzón lo mencionó en dicho acto, de inmediato el cupo de 35 mil personas del estadio Pascual Guerrero irrumpió en rechifla total contra el presidente Santos. Lo mismo ocurrió el 4 de Agosto de 2013 en el mismo escenario en la clausura de tal evento cuando el alcalde de Cali, Rodrigo Guerrero, en su discurso se refirió al presidente de la república. Además, ¿qué concepto se llevarán las delegaciones de los 120 países asistentes a los juegos al observar esta repulsa del pueblo hacia su presidente?

Este tipo de actos desvirtúan principios tutelares de la democracia, pues si el presidente de la república llega al extremo de evadir al público para no sentirse irrespetado, y entonces prefiere reuniones con sus amigos en sitios cerrados, esa no es la forma de comunicarse con el país, ni de cumplir un mandato constitucional, ni de rendir cuentas de cara al pueblo que lo eligió.

Igual se habla que sucederá en las celebraciones del 7 de Agosto de 2013 en la fiesta patria de conmemoración del grito de independencia, cuyo escenario natural debiera ser en el Puente de Boyacá (Departamento de Boyacá) donde se libró la batalla que selló nuestra independencia; pero paradójicamente, el presidente Santos decidió que dizque tal evento se lleve a cabo en Medellín, y en un sitio donde no tenga acceso el público, y al respecto se comenta en esa ciudad que se hará así para evitar nuevamente las rechiflas en su contra, pues en el Puente de Boyacá no era posible el lugar cerrado sino a campo abierto, frente a la gente.

Se podría concluir en que si un gobernante, por circunstancias propias de su mandato, evita el contacto con el pueblo, entonces tiende a deslegitimar su labor de gobierno actuando a espaldas del pueblo.

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