Por Jaime Castro Ramírez
Los procesos de reconciliación para lograr el entendimiento de las partes en conflicto, requieren de oxigenación con la dosis necesaria de lógica política para lograr un equilibrio de paz sostenible en el tiempo. Por supuesto que la condición para conseguir tal equilibrio de paz sostenible, es solo si el acuerdo suscrito de garantías y beneficios al bando opositor le participa a todos los miembros de ese grupo, pues de no cumplir este requisito esencial, no habrá paz posible porque obviamente se dispersa el objetivo de la paz entre quienes reciben el favor de las concesiones del Estado y los que quedan fuera del alcance de tales beneficios.
Al tratarse de una negociación, se requiere que la voluntad política de las partes observen la debida prudencia y honestidad para que las concesiones guarden proporcionalidad de causa, y así poder encontrar el punto de entendimiento razonable en relación con la culpa que se quiere transigir mediante concesiones recíprocas. Para lograr el éxito esperado de la paz, hay que reiterar lo concerniente a que en tal acuerdo no puede haber exclusiones.
Lo que puede resultar de la negociación de paz en Colombia
El gobierno anuncia con alborozo lo que eventualmente podría convertirse en desazón para los colombianos. Explicaremos por qué. Se habla de la paz, quizás con una visión de solución centrada con exclusividad en los representantes de las FARC en la mesa de negociación, y otros cuantos jefes, a quienes irán dirigidas las concesiones y beneficios que les concederá el gobierno en nombre del Estado. Sin embargo, surge una grande inquietud, pues no se menciona cuál es la planeación que deberían estar estructurando para lograr la paz con los supuestos ocho mil guerrilleros rasos que son los que andan con el fusil al hombro causando tanto daño a lo largo y ancho del país.
La paz de Colombia no puede ser únicamente con una treintena de jefes de las FARC que recibirán las prerrogativas estatales, tales como curules en el congreso de la república, en asambleas departamentales, en los consejos municipales, y tantos otros beneficios que habrán de por medio, sino que la paz tiene que hacerse con la totalidad de los miembros de ese grupo ilegal, pues de lo contrario los guerrilleros rasos se convertirán en nuevos grupos que conformarán bandas criminales. Y entonces vendrá la gran pregunta: ¿Cuál fue la paz que tanto pregonaba el gobierno? La única respuesta será que lo que se decía no era ninguna realidad de paz.
Los empresarios ante un micrófono dicen públicamente que darán empleo a estos desmovilizados, pero en privado afirman exactamente lo contrario, y es que razón les asiste para pensar en tal sentido respecto a lo segundo, pues el sector empresarial que aporta el capital para formar empresa, dar empleo, y contribuir al desarrollo del país, ha sido muy golpeado por la criminalidad, y básicamente por el secuestro y la extorsión con que han actuado las FARC contra quienes hacen patria con su trabajo empresarial y creación de beneficio social, por lo tanto el grado de confianza es nulo para vincular laboralmente a sus victimarios.
A partir de este escenario donde no se visualiza solución en el sector privado de la economía, no se observa tampoco cuál será la solución por parte del gobierno, y no se observa porque simplemente no la tiene; luego, el presidente Santos habla de paz pero sin fundamento de verdadera solución, lo que fácilmente se puede interpretar como simple argumento de campaña reeleccionista, con lo cual no pacifica al país sino que posiblemente el efecto podría ser de ampliación de la violencia en la medida de la diversificación de grupos criminales, donde aterrizarán los mencionados guerrilleros rasos con quienes no se hiciera la paz, o con eventuales disidencias dentro del mismo grupo armado de las FARC.
Paz es sinónimo de tranquilidad, convivencia ciudadana, y bienestar a través del desarrollo económico, por consiguiente se requiere que esto no termine en una contradicción de paz; pero si así fuera, ¿cuál sería la decepción de los electores que reelijan presidente animados por su dialéctica no metódica de la paz? Pero además, ¿cuál sería la decepción de todos los colombianos y de la comunidad internacional? La respuesta posible sería que no hubo paz, pero sí hubo reelección…
La sensatez del verdadero raciocinio político no puede concluir en el tema de la paz puesta al servicio de la política electoral reeleccionista, que le puede sonar muy bien a su beneficiario, pero que infortunadamente suena con mucha incertidumbre para los colombianos.
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