12 nov 2013

Paz: dejación-entrega de armas


Por Jaime Castro Ramírez

En los eventos en que los gobiernos tramitan temas trascendentes para la sociedad, es esencial actuar con la mayor honestidad de criterio comunicando con plena trasparencia y claridad los efectos reales que afectarán al pueblo en el transcurrir cotidiano de las relaciones sociales. La comunicación es el elemento básico que direcciona el ánimo de la gente, ya sea hacia estados de dinamismo participativo de la acción, o estados de desconfianza que desconciertan y en consecuencia crean resistencia al apoyo hacia lo actuado.


Lo que en definitiva es dañino socialmente es ocultar situaciones valiéndose de subterfugios para tratar de evadir la realidad y en su defecto validar lo inconveniente utilizando juegos de palabras que conllevan a la confusión, y como se dice coloquialmente, para ver si se pesca en río revuelto, valiéndose de lo que se cree que no es asequible al entendimiento o análisis de la gente del común, lo cual tiene nombre propio y se llama engaño con premeditación.

Lo que implica para la paz en Colombia la ‘dejación’ versus ‘entrega’ de armas
Las FARC han hablado de la “dejación de las armas”, con lo que se refieren a la premisa subsiguiente que para ellos significa la afirmación de “no entregar las armas”. Aquí se configura el mencionado juego de palabras que quizás muchas personas no entienden en su verdadera dimensión. La diferencia entre estas dos situaciones es mayúscula, pues ´dejación’ es simplemente quitarse el fusil del hombro pero quedando en su poder, es decir que guardan las armas pero conservando su custodia, con el subentendido derecho de volver a utilizarlas en el momento que quieran.

El gobierno Santos infortunadamente ha entrado en el juego peligroso de validar ese lenguaje equívoco que le plantean las FARC en cuanto a lo que llaman “dejación de las armas”, pues utiliza tal expresión en comunicaciones oficiales, pero claro, no le explican a la gente lo que significa, con lo cual se incurre en un engaño premeditado. Cuando le preguntaron al presidente Santos sobre este tema tuvo una respuesta quizás no apropiada para el jefe de Estado, y dijo lo siguiente: “A quién se le puede ocurrir que las FARC van a entregar las armas antes y someterse a que el referendo lo pierdan”. Si este pronunciamiento tuviera alguna consistencia con la lógica de la paz, le faltó entonces al presidente el argumento principal que debió haber sido afirmar que queda ‘convenido’ con las FARC la entrega de las armas tan pronto sea validado el acuerdo de paz con el referendo. Como esto no lo dijo, se presume de hecho que la idea que está vendiéndole a los colombianos es que hay que aceptar la no entrega de las armas, lo cual es totalmente contrario a lo sensato, pues es inimaginable firmar una presunta paz sin que los guerrilleros entreguen el objeto material de la guerra que son las armas. Una idea de esta naturaleza no es amiga de la paz, y por el contrario impide lograrla.

Dicho de forma realista, la reelección presidencial de Santos no puede justificar semejante disparate de concesión al enemigo de la democracia: unos desmovilizados con poder político otorgado y armados. Sin hablar de otras grandes exigencias de las FARC.

Quienes por décadas han sido los verdaderos enemigos de la paz (las FARC), ahora quieren imponer el hecho de firmar una ‘paz armada’ en la medida que se niegan a entregar el arsenal de guerra con el que han cometido un sin número de crímenes de lesa humanidad. La paz así concebida no puede ser paz, es simplemente una extensión de la violencia, pues no puede tener otro significado el hecho de que las armas queden a disposición de los victimarios. Claro está que el hecho de que las FARC propongan semejante despropósito, es eso, una propuesta, o exigencia, pero el verdadero responsable de que esto ocurra es el gobierno si les acepta tal situación que va en contra de la paz.

Lo que se observa es una malévola intensión contra el país por parte de las FARC cuando a la vez que exigen quedarse con las armas, proponen que se disminuya considerablemente el tamaño de la fuerza pública. Santos seguramente no se habrá enterado de lo que persiguen sus interlocutores de paz, algo así como tal vez seguir pensando en la toma del poder por la vía armada.

División política del país
Puede haber otro escenario para el cual las FARC necesitan las armas y es precisamente para defender sus intereses en las llamadas zonas de reserva campesina (si el gobierno se las concede) donde aspiran a mandar, y en consecuencia, no permitir la presencia de la fuerza pública; lo que se traduciría en pequeñas repúblicas independientes que ocasionarían la división política del territorio nacional, y así debilitar la unidad de país. Quizás sea esta estrategia otra forma de aspirar a tomarse el poder.

Pareciera que mientras la agilidad mental de las FARC va por avión, la del gobierno y su equipo negociador se mueven a ritmo paquidérmico y por lo tanto no alcanzan a entender las verdaderas intenciones políticas con que la contraparte les maneja a su antojo la negociación de la paz.

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