Nos guste o no, habrá referendo y lo más probable es que lo hagan coincidir con las elecciones presidenciales, en las que Santos será candidato, según nos cuenta Mauricio Vargas en su última columna.
El presidente Santos, que en tres semanas anunciará que va por la reelección...
Creo que en lugar de indignarnos porque haya referendo deberíamos pensar en lo que haremos. Al menos, en lo que harán los terroristas y sus socios del gobierno para conseguir que resulte aprobado. Es casi obvio que la mayor parte de los beneficios de los terroristas no serán explícitos en la o las preguntas del referendo y que se tratará sólo de legitimar su trayectoria criminal. También que la violencia se multiplicará después porque el resultado de la negociación será que las FARC tendrán mucho más poder, mucho más territorio controlado, muchas más posibilidades de producir cocaína, muchos más recursos para comprar armas y mucha más confianza en el triunfo. Normalmente pasarían al ELN toda la tropa joven y el control territorial, pero podrían "dividirse" o resultar descontentos por cualquier motivo y volver a las andadas, tal como ocurrió con el M-19, con el que el gobierno de Betancur buscaba la paz antes de la toma del Palacio de Justicia.
La cuestión decisiva es si conseguirán que la gente lo apruebe, y la verdad es que todo parece indicar que será así porque no hay resistencia. De hecho, dan por sentado que será aprobado y se concentran en la campaña presidencial, en la que el triunfo del candidato de las FARC parece menos probable que la legalización de la banda y sus actividades. Es decir, esperan que el sí a la paz refuerce a la maquinaria y a los medios para que Santos sea reelegido.
Esa campaña empieza con la más encendida violencia verbal, propia de un gobierno que a fin de cuentas obra aliado con el poder judicial salido de los carros bomba de Pablo Escobar y el M-19 para encarcelar rivales peligrosos, como Andrés Felipe Arias o Luis Alfredo Ramos. Así, además de las chabacanas metáforas zoológicas fascistoides del presidente, el patético Gabriel Silva Luján escribe una absurda diatriba comparando a Uribe con Pablo Escobar que concluye con esta maravilla:
La cuestión decisiva es si conseguirán que la gente lo apruebe, y la verdad es que todo parece indicar que será así porque no hay resistencia. De hecho, dan por sentado que será aprobado y se concentran en la campaña presidencial, en la que el triunfo del candidato de las FARC parece menos probable que la legalización de la banda y sus actividades. Es decir, esperan que el sí a la paz refuerce a la maquinaria y a los medios para que Santos sea reelegido.
Esa campaña empieza con la más encendida violencia verbal, propia de un gobierno que a fin de cuentas obra aliado con el poder judicial salido de los carros bomba de Pablo Escobar y el M-19 para encarcelar rivales peligrosos, como Andrés Felipe Arias o Luis Alfredo Ramos. Así, además de las chabacanas metáforas zoológicas fascistoides del presidente, el patético Gabriel Silva Luján escribe una absurda diatriba comparando a Uribe con Pablo Escobar que concluye con esta maravilla:
Nos espera un país a merced de lo que decida el Patrón. Y eso desembocaría en una nueva guerra civil.
Llamativo: no sólo porque el prócer fue ministro de Defensa, nada menos, del gobierno de Uribe, sino precisamente porque Uribe demostró que lo que provee seguridad y reducción drástica y efectiva de los indicadores de violencia es precisamente aplicar la ley. Sencillamente, estos socios del terrorismo se sienten dueños del país y manifiestan su disposición a aliarse con los terroristas para impedir cualquier esfuerzo que se haga por aplicar la ley: es algo que sale del hecho de negociar, porque el Estado sólo existe para hacer cumplir la ley y cuando desiste de hacerlo sólo es una banda de forajidos a los que obviamente les conviene aliarse con los criminales más terribles y ricos.
La "advertencia" de guerra civil es una amenaza en toda regla, y coincide perfectamente con los rasgos dictatoriales del régimen, que casi nadie proclama y casi nadie cree: ninguna democracia que se pueda llamar así controla de ese modo a la prensa ni se dedica a las campañas de odio contra el adversario, que siempre llevan la legitimación tácita o explícita de los que matan y secuestran cada día, por no hablar del uso del poder judicial para emprender persecuciones como la que sufren Arango Bacci, Andrés Felipe Arias, Luis Carlos Restrepo, María del Pilar Hurtado, Bernardo Moreno, Mario Aranguren y ahora Luis Alfredo Ramos.
Otro ejemplo de la retórica del régimen es un artículo de la última edición de Semana firmado por un tal Germán Uribe, titulado nada menos que "Uribe, el azote de la paz", centrado en las típicas acusaciones de paramilitarismo y en el genial argumento del "Cui prodest": Uribe es responsable del paramilitarismo porque el paramilitarismo se oponía a las guerrillas igual que Uribe. La diatriba es casi divertida por los abusos de la retórica y los sobreentendidos (llega a escribir "terroristas" entre comillas) y dan ganas de comentar cada falacia pero supongo que el lector de este blog ya habrá encontrado muchas veces las mismas denuncias. Lo interesante es el tono que va adquiriendo la propaganda gubernamental, cuyo eje es la inverosímil acusación de "guerrerismo" contra todo el que se ponga en contra de los que matan cada día. Y obviamente hay muchos más ejemplos, todos del mismo estilo.
La publicación del acuerdo de participación política tras las fotos del yate deja ver que la gran baza de Santos para las elecciones es la muestra de resultados de "paz" y el avance en ese terreno. Siendo lo que es, sería muy inconveniente que la gente detectara el doble juego de engaño e intimidación que constituye esa campaña, así como la total coincidencia del gobierno con los terroristas. Pero gracias a los medios podrán hacer pasar todo eso como tolerable. En las regiones apartadas, donde la mayoría conoce a los terroristas y sabe que no van a desistir de su opresión, se mata, mientras que en las ciudades se entonan cánticos de paz y se ponen en práctica los tradicionales cinco minutos de odio contra Uribe, que no quiere la "paz".
Claro que de por medio está que el descontento con Santos no es tan acusado como se cree porque los resultados económicos son buenos, sobre todo en aquello que el ciudadano percibe: sí ha bajado el desempleo y sí ha crecido el PIB y sí se ha reducido la desigualdad, cosas que no son grandes méritos del gobierno, pues vienen de la herencia de buenas prácticas de la época de Uribe, pero que sí genera una disposición benévola en la gente. Los desastres, sobre todo la fuga de inversiones y la pérdida de oportunidades, tardarán en verse.
La aspiración de Santos a la reelección cuenta con grandes ventajas, pero la decisiva es la falta de respuesta. He mostrado decenas de veces que los precandidatos uribistas se entusiasmaron con el comienzo de la negociación, no tanto por amor a la "paz" ni por estupidez cuanto por un cálculo errado sobre la actitud que deberían adoptar. En la mayoría de los casos, por ese principio que comenté una vez de que "el votante siempre tiene la razón".
Es decir, el eje de la campaña santista será la paz mientras que en el uribismo no se sabe y hay muchas presiones para que se dé la bendición a la negociación. Incluso cuando ya se veía la clara alianza de Santos con las FARC apareció una carta de Luis Carlos Restrepo exhortando a apuntarse a la "paz". Los radicales "derechistas" que se rebelaron contra Uribe en la convención se aferraban a un candidato que durante treinta años ha promovido la negociación de las leyes con los terroristas.
Buen ejemplo de esa actitud equívoca respecto a la negociación es este tuit de Alfredo Rangel:
Al igual que Francisco Santos, Rangel ha sido durante varias décadas promotor de la negociación política. Y pongo ese ejemplo porque creo que la tarea de los demócratas en Colombia hoy en día es elaborar una estrategia de respuesta al referendo de Santos.
Me parece acertado lo expuesto por Fabián Lacouture: la reelección de Santos se puede impedir centrando la campaña en la denuncia de su afinidad con las FARC. Pero la elección presidencial coincidirá con el referendo y los colombianos escogerán entre la paz y la guerra, de modo que no habrá, como muchos creen, una simple alternativa entre Uribe y Santos.
Para hacerle frente al régimen bolivariano que se viene, pues lo que van acordando en La Habana es sencillamente la entrega del poder a los terroristas, es necesario desmontar la falacia de la paz y la guerra, explicar de forma incesante que la llamada paz es sólo el sometimiento al crimen organizado y que no se debe acatar lo acordado por el gobierno y sus socios terroristas en La Habana.
Hay que entender que eso es más importante que ganar la elección presidencial, pero sobre todo que no hacerlo puede ser fatal para esa elección. Si se consigue una alianza de uribistas y godos y se explica a la gente que no se trata de un forcejeo entre la paz y la guerra sino entre entregarle el poder al crimen organizado y abolir la democracia o aplicar la ley, la victoria sería muy probable. Haría falta movilizar el voto en las regiones porque probablemente el "pacifismo" ganaría en Bogotá, donde viven las clientelas del comunismo, pero todo eso se puede hacer.
Y entonces el referendo tramposo con sus mentiras y todo el resto de ventaja del sátrapa se convierte en una oportunidad maravillosa, como el hombre ordinario que puede hacer algo generoso al encontrarse una catástrofe y se convierte en el héroe de la jornada y aun engrandece su vida (hay una divertida película sobre esa contingencia). Eso puede ser para los colombianos esa situación, la elección entre los valores rectos de la democracia y la caída en la tiranía comunista, entre hacer frente al atraco y someterse de la forma más indigna. Entre optar por la verdad y tragarse la mentira. Entre seguir el camino de las satrapías bolivarianas o salvar la dignidad de Sudamérica.
¿Y no deberían dar ejemplo de ello los que aspiran a ser sus líderes? La secta obduliana intenta enlodar por todos los medios a Zuluaga, y yo creo que los desautorizaría si fuera capaz de prepararse para combatir las falacias "pacifistas" (aunque desgraciadamente sigue diciendo que la verdadera paz es resolver los problemas sociales, ideíta que legitima a los terroristas, que son un proyecto de dominación y opresión de los ricos sobre los pobres y no una revuelta de "desposeídos").
Es lo que viene. No hay modo de rehuirlo ni tiene sentido predicar la abstención porque se alcanzará el umbral. Los demócratas, aun en condiciones adversas, deben proponer que se vote NO. Cediendo a la retórica de la "paz" y ofreciendo "matices" a la monstruosidad de La Habana perderían seguro y autorizarían a Santos, mientras que denunciando la falacia podrían fracasar, pero ganarían en todo caso honra y dignidad. Esas bellezas, pensará el colombianito típico, no proveen rentas, pero cuando se pierden se pierde todo.
La "advertencia" de guerra civil es una amenaza en toda regla, y coincide perfectamente con los rasgos dictatoriales del régimen, que casi nadie proclama y casi nadie cree: ninguna democracia que se pueda llamar así controla de ese modo a la prensa ni se dedica a las campañas de odio contra el adversario, que siempre llevan la legitimación tácita o explícita de los que matan y secuestran cada día, por no hablar del uso del poder judicial para emprender persecuciones como la que sufren Arango Bacci, Andrés Felipe Arias, Luis Carlos Restrepo, María del Pilar Hurtado, Bernardo Moreno, Mario Aranguren y ahora Luis Alfredo Ramos.
Otro ejemplo de la retórica del régimen es un artículo de la última edición de Semana firmado por un tal Germán Uribe, titulado nada menos que "Uribe, el azote de la paz", centrado en las típicas acusaciones de paramilitarismo y en el genial argumento del "Cui prodest": Uribe es responsable del paramilitarismo porque el paramilitarismo se oponía a las guerrillas igual que Uribe. La diatriba es casi divertida por los abusos de la retórica y los sobreentendidos (llega a escribir "terroristas" entre comillas) y dan ganas de comentar cada falacia pero supongo que el lector de este blog ya habrá encontrado muchas veces las mismas denuncias. Lo interesante es el tono que va adquiriendo la propaganda gubernamental, cuyo eje es la inverosímil acusación de "guerrerismo" contra todo el que se ponga en contra de los que matan cada día. Y obviamente hay muchos más ejemplos, todos del mismo estilo.
La publicación del acuerdo de participación política tras las fotos del yate deja ver que la gran baza de Santos para las elecciones es la muestra de resultados de "paz" y el avance en ese terreno. Siendo lo que es, sería muy inconveniente que la gente detectara el doble juego de engaño e intimidación que constituye esa campaña, así como la total coincidencia del gobierno con los terroristas. Pero gracias a los medios podrán hacer pasar todo eso como tolerable. En las regiones apartadas, donde la mayoría conoce a los terroristas y sabe que no van a desistir de su opresión, se mata, mientras que en las ciudades se entonan cánticos de paz y se ponen en práctica los tradicionales cinco minutos de odio contra Uribe, que no quiere la "paz".
Claro que de por medio está que el descontento con Santos no es tan acusado como se cree porque los resultados económicos son buenos, sobre todo en aquello que el ciudadano percibe: sí ha bajado el desempleo y sí ha crecido el PIB y sí se ha reducido la desigualdad, cosas que no son grandes méritos del gobierno, pues vienen de la herencia de buenas prácticas de la época de Uribe, pero que sí genera una disposición benévola en la gente. Los desastres, sobre todo la fuga de inversiones y la pérdida de oportunidades, tardarán en verse.
La aspiración de Santos a la reelección cuenta con grandes ventajas, pero la decisiva es la falta de respuesta. He mostrado decenas de veces que los precandidatos uribistas se entusiasmaron con el comienzo de la negociación, no tanto por amor a la "paz" ni por estupidez cuanto por un cálculo errado sobre la actitud que deberían adoptar. En la mayoría de los casos, por ese principio que comenté una vez de que "el votante siempre tiene la razón".
Es decir, el eje de la campaña santista será la paz mientras que en el uribismo no se sabe y hay muchas presiones para que se dé la bendición a la negociación. Incluso cuando ya se veía la clara alianza de Santos con las FARC apareció una carta de Luis Carlos Restrepo exhortando a apuntarse a la "paz". Los radicales "derechistas" que se rebelaron contra Uribe en la convención se aferraban a un candidato que durante treinta años ha promovido la negociación de las leyes con los terroristas.
Buen ejemplo de esa actitud equívoca respecto a la negociación es este tuit de Alfredo Rangel:
Segundo acuerdo, igual de vago y etéreo que el primer punto.. ahi no existe ningún avance concreto.. o nos lo esconden, que es peor..No es verdad que el acuerdo sea vago, pues se explica muy bien que muchísimas instancias de decisión no corresponderán a entidades formadas por personas elegidas sino a grupos que aparecen representando a la sociedad, es decir, al Trust Münzenberg: a las organizaciones de fachada de las FARC. Pero ¿qué quiere decir "avance"? Para mí un avance sería una mala noticia, no creo en la negociación política con los terroristas, el único avance razonable sería que desistieran, cosa que es lo contrario a negociar. Rangel parece lamentar que no lo haya.
— Alfredo Rangel (@AlRangelS) November 6, 2013
Al igual que Francisco Santos, Rangel ha sido durante varias décadas promotor de la negociación política. Y pongo ese ejemplo porque creo que la tarea de los demócratas en Colombia hoy en día es elaborar una estrategia de respuesta al referendo de Santos.
Me parece acertado lo expuesto por Fabián Lacouture: la reelección de Santos se puede impedir centrando la campaña en la denuncia de su afinidad con las FARC. Pero la elección presidencial coincidirá con el referendo y los colombianos escogerán entre la paz y la guerra, de modo que no habrá, como muchos creen, una simple alternativa entre Uribe y Santos.
Para hacerle frente al régimen bolivariano que se viene, pues lo que van acordando en La Habana es sencillamente la entrega del poder a los terroristas, es necesario desmontar la falacia de la paz y la guerra, explicar de forma incesante que la llamada paz es sólo el sometimiento al crimen organizado y que no se debe acatar lo acordado por el gobierno y sus socios terroristas en La Habana.
Hay que entender que eso es más importante que ganar la elección presidencial, pero sobre todo que no hacerlo puede ser fatal para esa elección. Si se consigue una alianza de uribistas y godos y se explica a la gente que no se trata de un forcejeo entre la paz y la guerra sino entre entregarle el poder al crimen organizado y abolir la democracia o aplicar la ley, la victoria sería muy probable. Haría falta movilizar el voto en las regiones porque probablemente el "pacifismo" ganaría en Bogotá, donde viven las clientelas del comunismo, pero todo eso se puede hacer.
Y entonces el referendo tramposo con sus mentiras y todo el resto de ventaja del sátrapa se convierte en una oportunidad maravillosa, como el hombre ordinario que puede hacer algo generoso al encontrarse una catástrofe y se convierte en el héroe de la jornada y aun engrandece su vida (hay una divertida película sobre esa contingencia). Eso puede ser para los colombianos esa situación, la elección entre los valores rectos de la democracia y la caída en la tiranía comunista, entre hacer frente al atraco y someterse de la forma más indigna. Entre optar por la verdad y tragarse la mentira. Entre seguir el camino de las satrapías bolivarianas o salvar la dignidad de Sudamérica.
¿Y no deberían dar ejemplo de ello los que aspiran a ser sus líderes? La secta obduliana intenta enlodar por todos los medios a Zuluaga, y yo creo que los desautorizaría si fuera capaz de prepararse para combatir las falacias "pacifistas" (aunque desgraciadamente sigue diciendo que la verdadera paz es resolver los problemas sociales, ideíta que legitima a los terroristas, que son un proyecto de dominación y opresión de los ricos sobre los pobres y no una revuelta de "desposeídos").
Es lo que viene. No hay modo de rehuirlo ni tiene sentido predicar la abstención porque se alcanzará el umbral. Los demócratas, aun en condiciones adversas, deben proponer que se vote NO. Cediendo a la retórica de la "paz" y ofreciendo "matices" a la monstruosidad de La Habana perderían seguro y autorizarían a Santos, mientras que denunciando la falacia podrían fracasar, pero ganarían en todo caso honra y dignidad. Esas bellezas, pensará el colombianito típico, no proveen rentas, pero cuando se pierden se pierde todo.
5 comentarios:
¿Es mejor votar NO o destruir el tarjeton? Yo preferiria destruir el tarjeton, pero me preocupa que sea (o lo conviertan) en delito, o que por el solo hecho de figurar que estuve en la mesa de votacion, se tome mi participacion como si hubiera votado por el referendo (para el margen requerido).
Saludos
No, siendo la elección presidencial y habiendo tantos intereses en juego, el gobierno tiene seguro que pasará el umbral. Podrían incluso manipular a la gente para que se vea obligada a votar por el referendo si vota para presidente. Pero no les hará falta, si lanzan a varios candidatos que proponen el sí tendrán muchísimo más que el umbral.
El no es complicado, incluso podría perder. Lo que pasa es que no hay alternativa. En Twitter puse este ejemplo: "Vendemos a nuestras hijas a los burdeles, nos jugamos la plata al póquer, ganamos, las recuperamos y así estudian en Los Andes".
Es decir, ningún cálculo legitima no oponerse a lo propuesto en el referendo, y aceptarlo para ganar la presidencia con toda certeza impediría lograrlo.
Ahora solo falta ver que tan confusa presenta la pregunta del referendo el ladino del camarada Presidente.
Que tiempos tristes estos, me siento como si nos hubieran abierto las puertas del desarrollo, haber visto todas sus ventajas y de pronto llega el patan este y nos la tira en la cara y nos abre de par en par la del paraiso bolivarino...
No le han querido responder, sólo lloriqueo y politiquería.
De acuerdo, votar por el no.
por si acaso, también es mejor ir pidiendo visa en algún país decente.
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