Por Jaime Castro Ramírez
Cuando se tienen derechos se debe tener la convicción de saber defenderlos. La democracia es un derecho ampliado que la política y el civilismo le otorga a los pueblos para poder convivir en un ambiente de libertades individuales y de garantías sociales armónicas. Como derecho del pueblo, pues le corresponde al pueblo defender los preceptos que conforman ese invaluable todo llamado democracia.
¿Cómo se defiende la democracia?
La voluntad ciudadana expresada en las urnas es la principal herramienta política convertida en derecho propio, que el pueblo tiene a su alcance como mecanismo civilizado y por supuesto pacífico para defender sus derechos democráticos. Además de que el sufragio es un derecho universal de ejercer el voto, también es un deber cívico ciudadano comparecer a las urnas a expresar su voluntad política, pues es la forma de fortalecer y mantener vigente el sistema democrático porque esa decisión popular constituye un mandato político irreversible.
Colombia y su democracia
Aplicando el lema del presidente Santos: “como nunca antes”, así se puede calificar el riesgo en que se encuentra la democracia colombiana actualmente. La llamada ‘negociación de paz’ es mantenida en la sombra del secreto en cuanto a qué es lo que el presidente de la república negocia con el terrorismo, y amparado en ese secreto pretende hacerse reelegir con cartas tapadas, a espaldas del pueblo, sin decirle a los colombianos en qué consiste lo que tanto menciona como ‘paz’ en su campaña política electoral. La incertidumbre ciudadana es total. Sin embargo, es previsible pensar para dónde lleva el país el jefe de Estado con las conocidas expresiones ideológicas que decidió aceptar como ´veedores de la paz’ para Colombia: Venezuela y Cuba. En este sentido de la paz, estas dictaduras oprobiosas tienen amarrado al presidente Santos en cuanto a su libertad de maniobra de negociación; pero además hay que insistir en el agravante de que Santos decidió poner el tema de la paz como instrumento de su reelección, lo cual igualmente lo limita en forma muy significativa, es decir, que si quiere ser reelegido, tiene que someterse a la instancia de tener que aceptar lo que las FARC y los veedores de la paz le exijan. Venezuela y Cuba no interceden por la institucionalidad colombiana, pues su clara inclinación política es a favor del enemigo de nuestra democracia: las FARC.
Los anteriores antecedentes, y observando cómo Santos apoya y defiende en foros internacionales al régimen opresor venezolano que está asesinando al pueblo porque protesta por la ignominia a que lo ha sometido, esto muestra un claro indicativo de sus debilidades, y la posible tendencia hacia dónde nos puede llevar: ¿hacia otra Venezuela? Hay que estar muy vigilantes, pues en Colombia en las elecciones parlamentarias de marzo de 2014 ya quedó al descubierto cómo se incurre en conductas que configuran lo más parecido a fraude electoral…
Se trata entonces de nada menos que de preservar nuestra democracia, y la solución la tenemos los colombianos en saber defenderla, y esa defensa es en las urnas en las elecciones presidenciales de mayo de 2014. En este evento de la democracia nos corresponde evitar con votos un posible colapso de nuestra tradición de libertad democrática. País que llega a esta terrible instancia, generalmente se convierte en llegada sin regreso.
-Me tomo la licencia de considerar pertinente agregar un pequeño fragmento del libro Poder y Decadencia, del cual soy autor:
VISIÓN DE PODER
El ejercicio del poder implica tendencias que tienen sus propias identidades en la medida de las circunstancias resultantes del hecho de la toma de decisiones que afecten las condiciones de vida de terceros, y que pueden generar resistencia a aceptar las disposiciones previstas para funcionamiento de las relaciones sociales.
Al perseguir la finalidad de que el poder sea ejercido en forma eficaz, quien lo ejerce puede acudir a modalidades tales como anunciar medidas que implican: la autoridad normal, sanciones, la fuerza, el uso de la persuasión, o incluso otra forma de poder que se expresa a través de la denominada manipulación.
Cuando la opción se refiere a que el poder tenga que ejercerse por la fuerza, en este caso lleva consigo el factor violencia como su aliado para lograr el cumplimiento de las órdenes impartidas; en tanto que si se trata de la manipulación, esta forma de poder se ejerce ocultando las intenciones que se persiguen, es decir, no se comunica abiertamente a la gente las pretensiones del dueño del poder; sin embargo, sí se influye en forma indirecta pero deliberada para lograr el beneficio esperado de parte de la comunidad. Este último es el caso típico utilizado políticamente por quienes pretenden inducir a la gente a votar por un determinado candidato. Bien diferente resulta ser la definición de persuasión como forma de poder, pues significa que a través de los argumentos se convence a los gobernados para que acepten las normas de convivencia y que las asuman como parte de la conducta que rige para cada cual en su comportamiento individual.
Entre tanto, la autoridad representa el concepto de poder que implica la legitimidad ejercida desde la estructura de un orden jerárquico apoyado en las leyes y que cuenta obviamente con el debido respeto y acatamiento por parte de los miembros de una sociedad hacia la institucionalidad del régimen.
Habría que admitir entonces que cuando se hace necesario la utilización de la fuerza, significa que la democracia y la autoridad han perdido vigencia y por lo tanto son desplazadas por un poder de imposición.
En este contexto, al referirse al concepto de autoridad, se le está asociando al escenario político y por lo tanto, quien tiene autoridad es porque la ha obtenido a través del poder que le otorga un proceso de esta naturaleza, que le asigna la responsabilidad de cumplir una misión en el desempeño de las funciones de un cargo de elección popular.
La noción de autoridad conlleva una interpretación de doble vía en el sentido que involucra a los dos actores que protagonizan la escena, o sea, a quienes mandan y a quienes obedecen, pero desde luego que en un alto grado prevalece la importancia y el carisma de quien ejerce la autoridad.
Adicionalmente, es válido recordar lo que en la filosofía política se asocia con la lógica de rigor, en el sentido de que la noción de autoridad en un régimen de gobierno, tiene una relación de continuidad con la noción de libertad, elementos propios de una democracia en donde la autoridad constituye la base fundamental del poder. Este raciocinio parte del presupuesto de que si hay libertad, entonces la autoridad es aceptada como principio fundamental de coexistencia del orden institucional, y a la vez la autoridad reconoce también el atributo de gran valor asociativo que significa para ella la vigencia de la libertad.
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