Por Jaime Castro Ramírez
De causa a efecto, en ciertos eventos puede existir parte de ficción, pero también existen escenarios donde se producen hechos verificables en su realidad, es decir que tienen consigo la propiedad de la evidencia, y por consiguiente no es posible que la conciencia honesta y objetiva proceda a negar su existencia, pues sería un absurdo del pensamiento tratar de desvirtuar lo que de por sí no admite la negación en razón de las circunstancias que han dado origen a hechos reales.
Si nos referimos a la política y al desempeño de sus líderes, este sí que es un verdadero escenario social público donde el pueblo encuentra fácilmente la forma de entender lo que hemos mencionado aquí como realidad evidente. Se convierte la política entonces en el mejor examen para medir la conducta de honestidad de los individuos que aspiran a que el pueblo les otorgue la condición de gobernar.
El castro-chavismo que ronda a Colombia
Existen riesgos más trascendentes e incluso más peligrosos que otros. En materia política, la historia de los pueblos ha enfrentado situaciones de enorme complejidad al intentar aventuras de regímenes políticos abyectos que le han hecho mucho daño a las democracias, a las libertades individuales, y por supuesto que se han convertido en regímenes depredadores de los derechos humanos de quienes piensan diferente.
Un espejo que muestra una realidad de esta naturaleza hay que evitar la exposición al mismo, es decir, impedir llegar a verse en tan grave escenario, pues después de estar allí suele ser muy difícil y traumático el regreso a la democracia, y si esto se logra, luego es muy difícil recomponer lo que tal régimen ha convertido en miseria, como históricamente ha ocurrido con los llamados gobiernos que utilizan el rótulo del socialismo, o llámese comunismo, pues a pesar de las definiciones de uno y otro terminan siendo la misma consecuencia de prostitución de la política y postración de la sociedad. Esta es una memoria histórica que no se puede perder de vista porque quien la olvida puede perder su identidad democrática y política.
El presidente de la república Juan Manuel Santos en entrevista en un canal de televisión negó que tuviera alguna intención de acercamiento al castro-chavismo, pero sin embargo, aquí hay lugar a utilizar la herramienta de las evidencias: En un tema tan delicado como lo es el de la paz, primero Santos decidió escoger a Cuba para adelantar las negociaciones, luego, aceptó designar como veedores de ese proceso de paz a Cuba y a Venezuela (países amigos de las FARC), en vez de buscar países neutrales políticamente, tanto para la sede de la negociación como para ejercer como veedores; y por si faltaba, en varios escenarios internacionales como la OEA y UNASUR Santos ha apoyado a Maduro que está haciendo asesinar al pueblo venezolano en las calles.
Además, en un acto innombrable de insolidaridad patriótica con el sufrido pueblo venezolano, la señora canciller colombiana María Ángela Holguín no tuvo inconveniente en calificar de “extremistas” a la oposición que lucha por restablecer la democracia y las libertades en su país. Es perfectamente previsible que esta infortunada expresión fue autorizada por el presidente Santos, pues la prueba es que no controvirtió a su canciller.
Todos estos son hechos reales que no admiten discusión en contra, de tal manera que el presidente Santos no puede considerar a la sociedad colombiana como objeto de engaño permanente para ahora negar su inclinación hacia el castro-chavismo (movido por la coyuntura política electoral), y por lo tanto al pueblo le corresponde evitar el peligro que esto representa para la democracia colombiana.
¡Cuán onerosa podrá ser la factura que Cuba y Venezuela le cobrarán a Colombia en términos políticos y económicos por su intermediación como veedores en la negociación de la ‘paz’, pero además esa factura cuánta ventaja llevará implícita en los mismos términos para sus camaradas de las FARC, ventaja conseguida en la negociación con el auspicio de estos buenos veedores!
Lo único cierto para los colombianos es que nuestro país no puede llegar a convertirse en una colonia miserable del castro-chavismo. Tenemos la solución en nuestras manos en el evento democrático de la concurrencia a las urnas.
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