Señor presidente:
Soy el orgulloso hijo de una familia que lo ha entregado todo por Colombia y le escribo este mensaje a manera de reflexión, ya que desafortunadamente vi un video en el que usted, como comandante supremo de las Fuerzas Armadas de Colombia, pregunta a una madre y a un padre si prestarían a sus hijos para la guerra.
Los hijos, señor presidente, no se prestan para la guerra, a los hijos se les bendice para ir a la guerra, cuando la constitución y la ley, cuando la soberanía y la democracia se encuentran amenazadas por un peligro inminente, como sucede desde hace 60 años con nuestra amada Colombia. Desde mi más tierna infancia hasta este momento, jamás he podido ver a mi país en paz, porque gracias a políticos como usted, que se han dedicado a dar toda clase de prebendas a nuestros enemigos no se ha podido erradicar definitivamente ese cáncer que nos carcome continuamente.
Desde que fui subteniente, siendo muy joven aún, estuve patrullando los campos, por montañas, selvas y caminos polvorientos, con un puñado de soldados de mi misma edad y algunos suboficiales, mayores que yo y con más experiencia, que me orientaron en la difícil tarea de buscar y combatir a los terroristas cobardes y escurridizos que solo atacan por la espalda. Durante tres décadas cumplí mi trabajo con altivez y gallardía y hoy cuando de mi vida militar sólo quedan los recuerdos, quisiera devolver el tiempo para estar al lado de los valientes soldados que día a día lo dan todo por mantener la democracia y darles tranquilidad a los colombianos.
No, señor presidente, los hijos no se prestan para guerra, los hijos se hacen orgullosamente soldados y policías para combatir a quienes han preferido el terror y el narcotráfico como medio de vida y que tienen como meta convertir a esta Colombia grande, en reino de narcotraficantes y terroristas con un proyecto político calcado de las viejas tiranías de Cuba y la Unión Soviética.
No se equivoque, señor presidente Santos, los padres y madres de estos soldados y policías, muchos de ellos muertos en combate, mantienen su frente en alto y nunca se arrepienten de la decisión de sus hijos, los hay por miles porque son los progenitores de los mejores hijos de Colombia y ellos, los soldados y policías sacrificados en el altar de la patria, desde el más allá velan porque ésta no sucumba ante las pretensiones de los asesinos narcoterroristas, más aún cuando la guerra no se pierde en el campo de batalla sino por la decisión equivocada de presidentes como usted.
No, señor presidente, los hijos no se prestan para la guerra, ellos van decididos a salvar la nación de las garras de sus enemigos y se sienten plenamente orgullosos de hacerlo, como los mejores hijos de la patria y si le queda alguna duda lo invito a que se pare en la Escuela de Lanceros ante el monumento del señor capitán Nelson Darío Bedoya Zuluaga, quien antes de morir en combate escribió su "Oración de Guerra", su hijo a quien usted no prestó para la guerra tal vez la haya aprendido.
Estas letras se las escribe un soldado traído al mundo por una orgullosa mamá que le entregó a Colombia cinco de sus hijos, todos ellos con una brillante hoja de servicios, uno de los cuales se jugó la vida por "Defender la democracia” en noviembre de 1985 en el Palacio de Justicia, y se encuentra actualmente privado injustamente de su libertad desde hace siete largos años, mientras los enemigos de Colombia de la época, los narcoterroristas del M-19, gozan de las mieles de la democracia que él defendió y son actualmente sus aliados de campaña para la reelección.
Señor presidente, ese video nos ha ofendido a todos los soldados de tierra, mar y aire así como a nuestros valerosos policías, por eso con todo respeto se lo digo: usted no merece continuar siendo el comandante supremo de las Fuerzas Armadas de Colombia.
Con todo respeto,
Teniente coronel (RA) Michel Plazas Vega
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