Por Jaime Castro Ramírez
La paz es un derecho natural del conjunto de la sociedad, pero la paz entendida en la amplitud del valor intrínseco respecto a su concepción filosófica, es decir, lograr la tranquilidad de espíritu que haga posible la convivencia y entendimiento de los pueblos en verdadera armonía social. Para que estas condiciones sean posibles, es esencial que la paz esté fundada en el respeto a las libertades individuales y colectivas. Dicho de otra forma, no puede haber paz si se limita en manera alguna el derecho a vivir con independencia, lo cual implica el derecho a vivir en el sagrado escenario de la democracia liberal, y no en lo que de simple denominación le llaman ‘democracia’, pero que no suele ser diferente a un yugo ideológico dictatorial.
En nombre de la paz no se puede comprometer la libertad
En Colombia los incondicionales de la paz pareciera que no advierten ningún tipo de riesgo político que pueda alterar la histórica vocación democrática de la república, pues solo sería cuestión de interpretar el pensamiento ideológico que rodea el proceso de paz: el castro-chavismo-farc. Pero a esto último hay que agregarle la no menos preocupante tendencia política del responsable de la paz, el presidente Santos, quien pareciera dispuesto a aceptar sin condiciones lo que tales exponentes de la ‘solidaridad política’ le llaman ‘ayuda’ a la paz de Colombia. De las compañías con quienes se simpatiza depende lo que se hará después. También hay que decir que ellos pueden aspirar a todo lo que se les ocurra, otra cosa es lo que les conceda el presidente de la república como máximo representante de la sociedad colombiana en la negociación de la paz.
Lo cierto es que la ambición política del entorno mencionado es evidente, a lo cual se suman sus copartidarios reunidos en el Foro de Sao Paulo y Unasur. Lo que entonces parece claro es el propósito de tomarse políticamente la joya de la corona, que para ellos es Colombia.
Desde ya se habla de que hay por lo menos 7 mil cubanos en Colombia, y no propiamente en misión laboral productiva (lo cual harán muy pocos), sino en misión encubierta disfrazada de arte, profesores, teatro, y otras actividades, pero en realidad se trata de adoctrinamiento político. Y esto ocurre sin haberse firmado aún la paz, de tal manera que se podrá imaginarse cómo irá a ser la ambición después cuando realmente cobren políticamente su ´colaboración’ con el proceso de paz.
Los políticos agraciados por el régimen para estar congregados en la ‘unidad nacional’ le hacen un flaco servicio al país con el alineamiento total e incondicional al presidente Santos en el manejo que él quiera darle al tema de la paz, y en utilizar el sofisma totalmente engañoso de calificar de ‘enemigos de la paz’ a quienes piensan diferente, valga decir, a quienes están a favor de la paz, pero una paz justa que como mínimo signifique: pedirle perdón a los colombianos, entrega de armas y desmovilización; por supuesto con condiciones de libertad y democracia, pues todo el mundo quiere la paz, una paz de decencia política para el porvenir de la república.
Se llega a la razonable conclusión de que no se hace paz a costa de la dignidad democrática e institucional del país, pues en nombre de la paz no se puede caer en el error histórico de poner en riesgo la estabilidad del modelo económico y político, simplemente porque se obtendrá el resultado inverso, es decir, la antítesis de la paz.
AL MARGEN: El ELN no tiene ningún afán de empezar diálogos de paz, pero esto puede tener una explicación lógica para ellos, que consiste en estar a la expectativa de las concesiones que Santos le haga a las Farc, pues dirán que como mínimo tienen que ser las mismas para el ELN, y entonces se evitan el desgaste de unos diálogos extensos de negociación. Bueno, por lo menos también le evitan al país un excesivo gasto económico.
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