Desde que Santos llegó al poder, la historia de Colombia es sólo el continuo avance del proyecto que seguramente su hermano mayor tenía acordado con los jerarcas cubanos desde mucho antes: la instauración completa de un régimen como los de Venezuela, Ecuador, Nicaragua y Bolivia con el pretexto de la "paz" con las FARC.
Con ese fin se han combinado las intrigas y purgas dentro del Estado con la persecución judicial de cualquiera que pudiera liderar alguna resistencia y sobre todo con la intensa labor de propaganda que continuamente impresiona por los medios que llega a desplegar, desde las portadas de Time hasta los artículos sesgados de The Economist, pasando por los publirreportajes repulsivos en la prensa española, por la campaña #SoyCapaz y por muchísimas maquinaciones semejantes. Los montajes calumniosos de los medios pagados con dinero público forman parte de esa misma tarea.
La "tregua unilateral" de las FARC es la consumación de ese camino. Los militares y policías se han convertido en los protectores de los terroristas, que se propagan por todo el país, como ya hicieron en tiempos de Betancur gracias a la benevolencia del gobierno, con la garantía de que no serán atacados porque cualquiera que intentara aplicar la ley tendría castigos del alto mando y muy probablemente persecución judicial, cosa que tampoco haría falta porque sin planes de ataque sencillamente cualquier grupo militar o policial está en desventaja si se llega a encontrar con los terroristas.
Santos va ahora más lejos y manda a sus "negociadores" a acordar un cese bilateral, lo cual es la completa rendición del Estado ante los criminales pues, ¿acaso eran bandos equivalentes? ¿Acaso es lo mismo secuestrar gente que protegerla del secuestro? ¿Qué harán desde el poder los jefes terroristas sino oprimir y perseguir a quienes les incomodaron tal como hizo la manguala del 91 con los que aplicaron las leyes contra el M-19?
La forma en que los terroristas tomaron el poder es singular pero describe a la perfección al país: el gobierno anterior llegó a tener un apoyo mayoritario y pudo convocar una Constituyente para cambiar el engendro del 91, pero no le interesó. Y también pudo crear un partido coherente que se opusiera a los que durante esos ocho años obraron como socios de los terroristas, y nada de eso le pareció digno de emprenderse. Con tan grandes recursos y popularidad, también pudo crear una prensa diferente pero pareció mejor aliarse con la existente, todo con tal de continuar ocupando los puestos de mando, de lo que llegó a ser paradigma la delirante opción de un tercer periodo de Uribe, que habría legitimado a los terroristas y a sus aliados pero que sobre todo requería aprobación de una Corte Constitucional cuyo presidente llegó a ser candidato del Partido Comunista en 2006. En la transición hacia la paz que fue el primer gobierno de Santos el expresidente rehuyó a toda costa el papel de "obstáculo para la paz" y la apoyó con pretextos falaces para "mejorarla".
Insisto: la mala fe de Mockus deja ver a un canalla de la peor clase. Por si alguien lo dudaba después de la campaña que emprendió en 2008 con Claudia López y Rudolf Hommes para cobrar la propaganda de los falsos positivos y de su participación en la marcha de desagravio a las FARC que organizaron Piedad Córdoba y Cepeda ese año. Ahora promueve a los asesinos porque "la vida es sagrada" y si mataron mucho más en 2014 que en 2009 es sólo porque se preparan para la paz. Tanto cinismo deja ver la calidad moral de la gente que lo apoya, verdaderos raponeros con pretensiones gracias a las rentas que obtienen despojando a los colombianos desde puestos parasitarios en el Estado.
Y la jugada es eficaz porque haga lo que haga Uribe, pierde. Si no va resulta el enemigo de la paz, y la propaganda destaca la unanimidad de cientos de miles de universicarios y gente del campo llevada a la marcha frente a la "caverna" retrógrada que insiste en la guerra, mientras que si va legitima la iniciativa de Mockus y la posterior campaña del plebiscito con las bandas terroristas armadas y en receso y la población escogiendo si entrega la cartera o se expone a que la maten más que antes (lo que ocurrirá también si acepta premiar a los terroristas, como ha ocurrido en todos los países sometidos al comunismo).
La paz ya se logró, los muertos seguirán mucho más que antes pero ya es el posconflicto. Hay que darles las gracias a todos los que la apoyaron, no importa si la querían sin impunidad o con cese unilateral, es como estar dispuestos a delinquir si el botín vale la pena. A lo mejor otra generación se plantea empezar a construir la democracia, eso no se hará con el caudillo de significante vacío que representa intereses opuestos.
Colombia ya está en la misma situación de las demás provincias del narcoimperio castrista. Cuba, Nicaragua, Venezuela, Ecuador y Bolivia. La democracia no se va a salvar gracias a los que le entregaron el país a Santos, pero nadie quiere verlo.
Con ese fin se han combinado las intrigas y purgas dentro del Estado con la persecución judicial de cualquiera que pudiera liderar alguna resistencia y sobre todo con la intensa labor de propaganda que continuamente impresiona por los medios que llega a desplegar, desde las portadas de Time hasta los artículos sesgados de The Economist, pasando por los publirreportajes repulsivos en la prensa española, por la campaña #SoyCapaz y por muchísimas maquinaciones semejantes. Los montajes calumniosos de los medios pagados con dinero público forman parte de esa misma tarea.
La "tregua unilateral" de las FARC es la consumación de ese camino. Los militares y policías se han convertido en los protectores de los terroristas, que se propagan por todo el país, como ya hicieron en tiempos de Betancur gracias a la benevolencia del gobierno, con la garantía de que no serán atacados porque cualquiera que intentara aplicar la ley tendría castigos del alto mando y muy probablemente persecución judicial, cosa que tampoco haría falta porque sin planes de ataque sencillamente cualquier grupo militar o policial está en desventaja si se llega a encontrar con los terroristas.
Santos va ahora más lejos y manda a sus "negociadores" a acordar un cese bilateral, lo cual es la completa rendición del Estado ante los criminales pues, ¿acaso eran bandos equivalentes? ¿Acaso es lo mismo secuestrar gente que protegerla del secuestro? ¿Qué harán desde el poder los jefes terroristas sino oprimir y perseguir a quienes les incomodaron tal como hizo la manguala del 91 con los que aplicaron las leyes contra el M-19?
La forma en que los terroristas tomaron el poder es singular pero describe a la perfección al país: el gobierno anterior llegó a tener un apoyo mayoritario y pudo convocar una Constituyente para cambiar el engendro del 91, pero no le interesó. Y también pudo crear un partido coherente que se opusiera a los que durante esos ocho años obraron como socios de los terroristas, y nada de eso le pareció digno de emprenderse. Con tan grandes recursos y popularidad, también pudo crear una prensa diferente pero pareció mejor aliarse con la existente, todo con tal de continuar ocupando los puestos de mando, de lo que llegó a ser paradigma la delirante opción de un tercer periodo de Uribe, que habría legitimado a los terroristas y a sus aliados pero que sobre todo requería aprobación de una Corte Constitucional cuyo presidente llegó a ser candidato del Partido Comunista en 2006. En la transición hacia la paz que fue el primer gobierno de Santos el expresidente rehuyó a toda costa el papel de "obstáculo para la paz" y la apoyó con pretextos falaces para "mejorarla".
Continuando con la monstruosidad del gobierno de establecer una simetría entre las FARC y cualquiera que se les oponga, y sin duda planeada por los mismos estrategos cubanos que dirigen tanto el gobierno de Santos como a la banda asesina y las "negociaciones", dentro del capítulo de propaganda, aparece ahora la iniciativa de Mockus, en la que el personaje da rienda suelta a su perversidad y descaro. Cuando invita a Uribe y a Cepeda a marchar por la paz está equiparando a un político popular con un jefe terrorista que pertenece al Partido Comunista, que es a las FARC lo que el NSDAP a las SS, y que aparece como socio de la banda asesina en los PC de alias Raúl Reyes. Eso entre muchas otras pruebas de su relación con las FARC.Insisto: la mala fe de Mockus deja ver a un canalla de la peor clase. Por si alguien lo dudaba después de la campaña que emprendió en 2008 con Claudia López y Rudolf Hommes para cobrar la propaganda de los falsos positivos y de su participación en la marcha de desagravio a las FARC que organizaron Piedad Córdoba y Cepeda ese año. Ahora promueve a los asesinos porque "la vida es sagrada" y si mataron mucho más en 2014 que en 2009 es sólo porque se preparan para la paz. Tanto cinismo deja ver la calidad moral de la gente que lo apoya, verdaderos raponeros con pretensiones gracias a las rentas que obtienen despojando a los colombianos desde puestos parasitarios en el Estado.
Y la jugada es eficaz porque haga lo que haga Uribe, pierde. Si no va resulta el enemigo de la paz, y la propaganda destaca la unanimidad de cientos de miles de universicarios y gente del campo llevada a la marcha frente a la "caverna" retrógrada que insiste en la guerra, mientras que si va legitima la iniciativa de Mockus y la posterior campaña del plebiscito con las bandas terroristas armadas y en receso y la población escogiendo si entrega la cartera o se expone a que la maten más que antes (lo que ocurrirá también si acepta premiar a los terroristas, como ha ocurrido en todos los países sometidos al comunismo).
La paz ya se logró, los muertos seguirán mucho más que antes pero ya es el posconflicto. Hay que darles las gracias a todos los que la apoyaron, no importa si la querían sin impunidad o con cese unilateral, es como estar dispuestos a delinquir si el botín vale la pena. A lo mejor otra generación se plantea empezar a construir la democracia, eso no se hará con el caudillo de significante vacío que representa intereses opuestos.
Colombia ya está en la misma situación de las demás provincias del narcoimperio castrista. Cuba, Nicaragua, Venezuela, Ecuador y Bolivia. La democracia no se va a salvar gracias a los que le entregaron el país a Santos, pero nadie quiere verlo.
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