Por Jaime Castro Ramírez
La conducta política de individuos que se convierte en procederes insensatos de poder, es una infortunada forma de gobernar atropellando los derechos de la gente, pues empieza por la imposición de procedimientos autoritarios, que luego hacen la transición a un régimen totalitario, instancia en la cual se vulnera por completo esa institución de la democracia que es la independencia de poderes. Puesta la acción en este escenario, a partir de ahí se convierte entonces en oprobiosa dictadura, donde el sátrapa satisface su incontenible ego invasor de todos los poderes para someter al pueblo que proteste por la vulneración de sus derechos. Y no se está hablando de golpes de estado como origen de estas perversas experiencias, se trata de estrategias populistas que terminan engañando al pueblo para llegar al poder a través de las urnas.
Caso del hermano país de Venezuela
Bien decía Einstein: “Tan culpable es el agresor como el que solo observa y a través de la indiferencia no hace nada”. Los tiranos se fortalecen en su perverso accionar contra la democracia y contra los derechos y libertades individuales a través de la pusilanimidad e indiferencia de gobiernos que terminan cumpliendo la triste misión de idiotas útiles al convertirse en cómplices de la tragedia causada por un desadaptado con poder.
Lo ocurrido en Venezuela desde hace quince años, en buena parte es consecuencia de esa indiferencia traducida en complicidad por parte de otros gobiernos de la región que únicamente observan lo que ocurre, pero no tienen la firmeza de carácter político para tomar una decisión solidaria de condenar el oprobio contra el sufrido pueblo venezolano. Esta es una falta grave contra la democracia y por supuesto que constituye una deuda histórica imperdonable en contra de esos débiles gobiernos.
En Venezuela el gobierno acabó con la independencia de poderes, y se ha hecho todo lo imaginable en contra de la democracia y la libertad de expresión, en contra del Estado y su institucionalidad, en contra del pueblo y sus libertades, en contra de la oposición, al igual que se ha arruinado la economía a través de la intervención del gobierno en contra de la propiedad privada.
Pronunciamiento del presidente de la república de Colombia
Juan Manuel Santos, como presidente de Colombia, hizo una tibia y particular declaración pública sobre Venezuela en la cual se limitó a suaves y sumisas expresiones sobre dicho régimen. Incluso, para referirse a la privación de la libertad del alcalde de Caracas, Antonio Ledezma, a cambio de expresar desacuerdo, o condenar ese hecho arbitrario y represivo, y solicitar la liberación inmediata, lo que hizo fue decir que le aplicaran un debido proceso, es decir que partió de la falsa presunción de que Ledezma es culpable y debe tener un proceso judicial; o sea que según Santos, ser opositor a ese oprobioso régimen es un delito. (Hay que decir que en Colombia se ha aprendido la práctica chavista de perseguir y encarcelar líderes de la oposición). Por el contrario, lo que debió ser solo un pronunciamiento sobre la tiranía contra el pueblo venezolano, Santos lo confundió con la utilización de expresiones efusivas hacia Maduro dándole gracias por el acompañamiento que implica ser garante de la paz de Colombia, y fue más allá y amenazó que si se entera de que en Colombia hay lo que llamó “complot” (llámese crítica a esa dictadura), dijo: “no solo lo condenaría sino que actuaría con toda la contundencia de la ley”. Nada menos que garante de la paz un dictador de esta laya, lo cual no es gratis, pues se sabe que juega por intereses políticos contra la democracia Colombiana.
Ante el tono de esta floja declaración presidencial, la cual dejó complacido a Maduro, preferible que Santos hubiera continuado con su acostumbrado silencio sobre la ignominia que afronta la proscrita democracia venezolana.
Aunque ocurra en una acción extemporánea, y sin que haya lugar a más dilaciones, a la comunidad internacional le corresponde asumir la responsabilidad histórica y solidaria de pronunciarse sobre la actual tragedia política, económica y social de Venezuela. Los demócratas del mundo esperamos que se cumpla con tal pronunciamiento, que además de político, debe ser obviamente de carácter humanitario con el pueblo venezolano que sufre el rigor de la escasez para suplir las necesidades básicas de subsistencia, y por añadidura sufre el rigor de la represión.
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