Por @Ruiz_senior
La reciente visita a España del presidente colombiano Juan Manuel Santos ha servido para que El País despliegue su labor propagandística, a la cual por otra parte ya tiene acostumbrados a sus lectores. El grupo Prisa posee en Colombia una importante cadena de radio, Caracol, muy favorecida por el gobierno de Santos en su copiosísima inversión en propaganda (bastaría ese dato para entender que el régimen colombiano no es en absoluto diferente de los de Bolivia y Venezuela). Esta semana El País le dedicó a Santos un editorial que paso a comentar.
Beneficios de la paz
Colombia disfruta ya de los efectos de la derrota de las FARC y del diálogo para el acuerdo final
Hay que prestar mucha atención al título y al subtítulo, porque hablar de derrota de las FARC requiere una determinación de mentir que sólo se puede permitir quien se dirige a un público que no sabe nada de Colombia. ¿Derrota de las FARC? En la campaña electoral del año pasado exigían claramente la imposición de un régimen comunista, como se puede ver en este vídeo.
No estaría mal que se analizaran las estadísticas de recuperación de las FARC . En los casos en que se registran descensos en 2014, se trata simplemente de que la extorsión ya no requiere amenazas porque el gobierno protege a las bandas terroristas.
La derrota de las FARC era un hecho hacia 2010. Hoy en día se puede hablar claramente del triunfo de las FARC, que tienen la hegemonía absoluta en los medios de comunicación, el poder judicial, las universidades y el legislativo, dado que los recursos públicos financian a los legisladores que apoyen a Santos y su proyecto de premiar el genocidio.
El proceso de paz iniciado en Colombia, con las conversaciones que desde septiembre de 2012 mantienen en La Habana el Gobierno y la guerrilla de las FARC, es un óptimo ejemplo de los beneficios que la sola perspectiva de normalización puede tener en la vida social y económica de un país y en su imagen internacional.
¿"Normalización" es el hecho de que los asesinos, secuestradores y traficantes de cocaína legalicen su copioso patrimonio y puedan a partir de él corromper todas las instancias de un país? Después de que se premie el genocidio y los asesinos en masa se conviertan en amos, Colombia no será más normal sino mucho más violenta y ajena a las sociedades democráticas que nunca.
Sin duda la diferencia más evidente es el número de vidas humanas salvadas por la simple baja intensidad de las hostilidades paralela a las negociaciones. Un informe presentado la semana pasada en Bogotá por la Fundación Paz y Reconciliación calcula que solamente durante 2014 se ha evitado que 5.000 colombianos resultaran muertos o heridos. Es una gran noticia para el conflicto armado más antiguo de Latinoamérica, que en medio siglo ha costado más de 220.000 vidas y millones de desplazados.
La fundación de que hablan miente hasta en el nombre, pues habla de "reconciliación" como si el genocidio cometido por las FARC fuera una riña entre iguales. Es una agencia de propaganda que paga el Estado colombiano como otras miles, y sirven para proveerles rentas a las clientelas de las FARC. Ese conglomerado social de tinterillos y charlatanes que cobran las masacres es el verdadero sentido de la banda terrorista, formada por rústicos y niños a los que controlan los compañeros de los jefes de esas fundaciones desde el Partido Comunista y desde sinecuras magníficas en alguna de las centenares de universidades que hay en el país (todas públicas, pues las "privadas" tienen prohibido el lucro y no pagan impuestos). Su existencia explica todo el "conflicto": la incapacidad de las castas que descienden de los encomenderos de vivir en un régimen como el que impera en Europa y Norteamérica. Para eso ha sido la orgía de sangre, para asegurarles el dominio.
La falacia de esas cuentas es que si efectivamente pudieran mostrar que se han reducido las muertes de policías y soldados a manos de los terroristas las publicarían. La verdad es que han aumentado a partir de 2010. Las cuentas "contrafactuales" son falacias. Las FARC sólo estaban presentes en pequeñas áreas de las fronteras de Venezuela y Ecuador y han vuelto a todo el país, por no hablar de la legitimación clara del gobierno de sus crímenes en los acuerdos alcanzados hasta ahora ni de la promoción continua en los medios de comunicación como si fueran líderes de algo distinto que del crimen organizado.
En paralelo, la consolidación del proceso de paz está teniendo un claro reflejo en la economía del país, que presenta un crecimiento sostenido en torno al 4%, y eso a pesar de las repercusiones que el hundimiento del precio del petróleo tendrá en las cifras macroeconómicas. Una sociedad en vías de reconciliación que ha sufrido un largo conflicto es optimista respecto al futuro, como lo son las previsiones de crecimiento que aventuran un gran salto adelante tras la liberación de energías que ese conflicto ha maniatado.
Casi cada palabra es una mentira. El crecimiento de la economía colombiana durante los años de Santos fue de 4,0 (2010), 6,6 (2011), 4,0 (2012) y 4,7 (2013). Era mucho mayor antes de que Santos anunciara su negociación a tal punto que en 2012, el año en que se anunció la negociación, bajó 2,6 puntos respecto a 2011. La situación de la economía colombiana recuerda a la de España tras el primer gobierno de Zapatero, en que la multiplicación del gasto público en propaganda, despilfarro y puestos parasitarios (cosa que en Colombia puede ser decenas de veces peor que en España) genera un gran crecimiento que después se paga. Ahora mismo el gobierno promueve una reforma tributaria que fuerza un empobrecimiento generalizado (el que dude de que eso es así me lo puede recordar dentro de un par de años). En comparación, durante los años de Uribe, con un gasto militar mayor, la economía crecía a tasas más altas. Las previsiones de crecimiento que auguran un gran crecimiento cuando las FARC tengan legalizadas áreas para producir cocaína, guarden las armas y presionen con sus sindicatos y grupos estudiantiles son producción de las mismas fundaciones de la que extraen cifras fachendosas los propagandistas pagados del socio de las FARC.
El tercer aspecto en el que se aprecia un notable cambio a mejor es en el creciente papel de referente que juega Colombia en la comunidad internacional y su capacidad de cooperar en la solución de otros enfrentamientos, aunque sean muy distintos en origen y evolución. Lo que importa es el ejemplo de voluntad de diálogo: por eso el ofrecimiento hecho por el presidente Juan Manuel Santos —presente hoy en Madrid en el Foro por la Paz en Colombia, organizado por EL PAÍS y la Fundación Buen Gobierno, patrocinado por Telefónica, BBVA, Ferrovial, Alcaldía de barranquilla y Avianca — para facilitar una mediación en Venezuela no debería caer en saco roto ni ser interpretada como una injerencia. Es una oportunidad real de aprovechar la experiencia adquirida en la resolución de conflictos.
Esto ya es un chiste: ahora el país es modélico porque en lugar de tener a los asesinos matando los tiene gobernando y pronto como amos absolutos. ¿Qué país no querrá resolver sus problemas así? España podría hacerlo, no es raro que el presidente del partido ligado a El País se reuniera con ETA antes de ser presidente. Por ilegítima que sea ETA, las FARC lo son mucho más, mucho peores son sus crímenes, mucho menos representativas de la sociedad y mucho más culpables de genocidio y todos los crímenes contra la humanidad tipificados. Sencillamente, el remedio que promueve el país es la abolición de las leyes en favor de la dominación del más fuerte. ¿Qué clase de gente lee esos editoriales? Pero además esa monstruosidad les resulta ejemplar.
Todavía queda lo más importante: culminar el proceso. “Falta lo más difícil, y los procesos se rompen en los puntos más difíciles”, advertía ayer con enorme cautela el presidente Santos en una entrevista con este periódico. Pero Colombia está en el buen camino: antes de alcanzarla del todo, ya conoce los beneficios de la paz.
Eso más difícil que queda es someter totalmente a la sociedad: hay muchos miles de militares presos, la mayoría inocentes (el que quiera saber cómo obran los jueces colombianos debería ver este vídeo), y los altos mandos han sido "purgados" desde la época en que Santos era ministro de Defensa, de modo que ahora la cúpula del Ejército y la Policía la forman mafiosos comparables a los militares venezolanos, que se muestran dispuestos a premiar en lo que haga falta a quienes matan a sus subalternos por decenas de miles para lucrarse. Pero la mayoría de la gente no quiere vivir sometida a las FARC ni soportará con tanta paciencia una dictadura cuyas atrocidades serán sin duda mucho mayores que las que se han visto en Cuba y Venezuela (ya es peor, hay más rivales de Santos presos o fugitivos que de Maduro).
Viendo las "reformas" que esperan imponer las FARC sin ser representativas de nadie, por encima de las urnas (ver el video arriba), es comprensible que al proceso le falte lo más difícil: que la población se resuelva a someterse a sus verdugos. Lo que le espera a Colombia en los próximos años es mucha más violencia que nunca, y nadie va a pedirles cuentas a estos desalmados que promueven al verdugo.
1 comentario:
Respecto a la economía, podríamos decir que el crecimiento del 2010 (4,0%) enteramente no es de Santos, puesto que mantiene la dinámica del gobierno de Uribe, el cual inició su primer año con una cifra un poquito menor, dejada por la administración de Pastrana.
El caso es que el "flamante" desempeño de la economía colombiana santista es una mentira tan grande como el robo de La Habana. Es más, me atrevería a decir que ha sido un manejo mediocre y paupérrimo; si somos serios, reconoceremos que el mantenimiento del nivel de vida de muchos es por la bonanza de 4 años que gestionó Uribe, ya que Santos no ha hecho absolutamente nada con la economía colombiana. Bueno, sí, ahuyentar la inversión anunciando el delito habanero (como bien refleja el descenso de crecimiento en 2012), creando una aberración de impuesto como el CREE, repartiendo el dinero de Ecopetrol y sacando el de los colombianos con reformas tributarias. Del proceso de diversificación y el fortalecimiento de los lazos comerciales con Estados Unidos (que nos habrían venido bien ahora) ya no queda nada. La mitad de los colombianos siguen viviendo del rebusque, el desempleo empezó a subir, se están yendo muchos capitales y la producción industrial está a la baja.
El futuro de Colombia no es alentador. Y menos ahora que en muy pocos meses se concretará la rendición total.
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