Por Jaime Castro Ramírez
Las proyecciones de crecimiento económico de un país tienen que estar soportadas en las políticas oficiales de planeación y desarrollo, con la advertencia de que influye en forma determinante la parte impositiva al sector de la empresa privada, pues los inversionistas en proyectos empresariales de cualquier índole, lo primero que observan es la relación utilidad-impuestos, es decir, cuánto representa el gravamen al resultado de sus operaciones.
Desde luego que para los inversionistas existen otros parámetros que requieren amplio análisis tendiente a establecer la viabilidad de los proyectos, tales como las políticas laborales, seguridad a la inversión, estabilidad política, condiciones del mercado, márgenes de inflación, etc.
No es razonable pensar en altas tasas de tributación
Las empresas se mueven al ritmo del consumo de sus productos, pero es obvio que ese mercado depende también del factor impuesto al consumidor, como es el caso del impuesto al consumo denominado IVA, que resulta ser el impuesto más regresivo en cuanto grava por igual a los distintos sectores o estratos de la población, sin consideración a la capacidad de ingreso y por consiguiente sin importar la capacidad de adquisición.
Y aquí vienen, en el caso de Colombia, las contradicciones en las políticas fiscales que contribuyen a generar estancamiento económico, pues en el caso del IVA, pretende el gobierno Santos modificar la actual tasa impositiva que de por si es onerosa en el 16%, pero modificarla no hacia abajo, sino por el contrario, subirla dizque al 19%, lo cual constituye un verdadero contrasentido económico, tanto para el consumidor como para la economía en general.
Pero el impuesto al consumidor es el inicio de la cadena impositiva, pues luego viene la cascada de impuestos a los empresarios que en Colombia actualmente tiene un record casi confiscatorio del orden del 75%, mientras que por ejemplo, comparativamente, en Estados Unidos es del 20%.
En estas condiciones es muy improbable que inversionistas del exterior traigan nuevos flujos de capital para hacer empresas en Colombia, al igual que la improbabilidad de nuevos empresarios colombianos, pues resulta que el Estado termina convirtiéndose en el principal socio de las empresas a través de los impuestos. Esto será un verdadero galimatías para la economía mientras no se corrija adecuadamente el rumbo tributario.
Las mayores bases tributarias logradas a través del incremento productivo permiten menores tasas impositivas y la tributación de mayores impuestos.
La consecuencia es entonces el estancamiento económico con sus efectos colaterales que son el desempleo, la restricción en el consumo, y por supuesto el desmejoramiento del nivel de vida de la mayor parte del pueblo colombiano.
Incertidumbre política
Por si faltaba, a las anteriores consideraciones hay que agregar infortunadamente la incertidumbre que genera la política nacional en lo que tiene que ver con el llamado proceso de paz y las concesiones que el gobierno le está haciendo a la contraparte, de lo cual se prevé que va a tener considerable efecto político, aunque todo es un misterio por el secreto en que el gobierno maneja la información, sin contarle al pueblo en qué consiste lo que está ‘negociando’.
A ningún empresario le interesa invertir en un país donde la estabilidad política no le ofrezca plenas garantías a sus intereses, pues es quien hace un esfuerzo económico grande para fomentar condiciones de progreso individual creando empleo y bienestar social, y progreso colectivo participando en el crecimiento económico del país, lo que equivale al crecimiento del producto interno bruto.
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