Por @ruiz_senior
El artículo en que Mario Vargas Llosa manifiesta su apoyo al llamado proceso de paz en Colombia tiene a la larga más impacto del que muchos quieren reconocer. Es una voz autorizada, sobre todo por su rechazo y denuncia de los regímenes chavistas que destruyen a varios países de la región. Lástima que no entienda que "la paz" es sencillamente la implantación de otra satrapía de ese estilo y "compre" la más descarada propaganda. (Lia Fowler comenta aquí dicho artículo.) Asegura haberse decidido a apoyar el voto por el SÍ a partir de un artículo de su amigo Héctor Abad Faciolince, que comentaré.
Ya no me siento víctima
Yo he entendido la historia reciente de mi país no a través de ninguna teoría, sino a través de las historias familiares. Cuando uno tiene una familia numerosa, la ficción es casi innecesaria: en una familia grande, todas las cosas han ocurrido alguna vez. Esas historias me permiten reflexionar sobre lo que ha pasado y sobre lo que pasa en Colombia, para luego tomar una decisión que es política, pero también vital, porque no está dictada por la ideología, sino por la imaginación: trato de pensar de qué manera podríamos vivir mejor, sin matarnos tanto, con menos sufrimiento, con más tranquilidad.
Este párrafo tiene en El País un enlace a otro artículo de propaganda de una película sobre el libro más famoso de Abad, el que trata del asesinato de su padre. La misma entradilla de ese artículo es obscena y mentirosa propaganda. Dice que Abad Gómez fue asesinado "por defender los derechos humanos". ¿Qué "derechos humanos" defendía si era un activista muy próximo al Partido Comunista y lo acompañaba un abogado de guerrilleros? Tal vez la noción de "derechos humanos" del régimen de Corea del Norte, cuya asociación de amistad presidía. Abad Gómez era defensor de derechos humanos exactamente igual que Piedad Córdoba e Iván Cepeda, sólo que el público español no sabe en qué consiste esa filantropía.
Y claro, la mentira de un criminal asoma en cada frase: ¿usted amigo lector a quién ha estado matando? El genocidio que se ha cometido en aras de la carrera política de Abad Gómez y de su hijo resulta algo que los colombianos hemos estado haciendo, pero sólo lo han hecho ellos. Puede sonar a paradoja cuando precisamente Abad Gómez fue asesinado, pero ¿cuántas personas inocentes han matado ellos para poder llegar a la paz?
Y claro, la mentira de un criminal asoma en cada frase: ¿usted amigo lector a quién ha estado matando? El genocidio que se ha cometido en aras de la carrera política de Abad Gómez y de su hijo resulta algo que los colombianos hemos estado haciendo, pero sólo lo han hecho ellos. Puede sonar a paradoja cuando precisamente Abad Gómez fue asesinado, pero ¿cuántas personas inocentes han matado ellos para poder llegar a la paz?
Para explicar por qué celebro y estoy tan feliz con el Acuerdo de Paz entre el Gobierno de Santos y la guerrilla de las FARC, voy a intentar reflexionar con ustedes a partir, otra vez, de una historia familiar.
Abad Faciolince (que redacta espantosamente, como el mismo Vargas Llosa: debería haber escrito "por qué celebro el acuerdo... y estoy tan feliz con él" pues la preposición con sólo acompaña a "estoy tan feliz") celebra el acuerdo porque es lo que siempre ha promovido y porque él mismo es un gran jefe de la conjura terrorista. El problema es que los españoles desconocen totalmente la conjura terrorista (pero juzgan con asombrosa propiedad, aventajando a los mismos colombianos) y los colombianos no ven otra cosa que la marca del calzado de cada individuo.
Nunca sentí ninguna simpatía por las FARC. El esposo de una de mis hermanas, Federico Uribe (sin parentesco con el expresidente de Colombia), fue secuestrado dos veces por la guerrilla. La primera vez lo secuestró el Frente 36 de las FARC, hace 28 años, cuando él tenía 35. Once años después, otro grupo lo volvió a secuestrar; los muchachos que lo vigilaban en la montaña eran tan jóvenes que le decían “abuelo” a un hombre de 46. Federico no era, ni es, una persona rica. Tal vez tenía el apellido equivocado. Tampoco era pobre y no sería extraño que los muy pobres lo vieran como muy rico.
Abad Faciolince nunca sintió ninguna simpatía por las FARC pero ¡qué extraño! quienes lo leemos hace años no recordamos que nunca les haya sugerido que se desmovilicen y desistan de implantar su tiranía sino que ha combatido con taimada violencia al único gobierno que intentó aplicar la ley, así como cualquier esfuerzo por oponerse a la negociación de Santos (lean este artículo, sobre todo el párrafo final, para formarse una idea de la clase de móviles del pensador). Sencillamente es un escritor reconocido gracias al Partido Comunista y a su amistad con García Márquez, otro jefe terrorista al que los colombianos aplauden porque los niños bomba les dan igual y creen que un premio Nobel de literatura los honra, y explota su influencia COBRANDO los niños bomba y las demás atrocidades terroristas, sólo que en el papel de desinteresado amigo de la concordia, exactamente como quien cobra un secuestro.
La carrera literaria de Abad, más allá de la calidad de su obra (sobre la que no diré nada porque la desconozco totalmente), tiene que ver con esos apoyos. En 1998 Colombia fue país invitado a la feria del libro de Barcelona y la vitrina principal sólo tenía ejemplares de un libro suyo. Era el gobierno de Samper y los responsables culturales pertenecían al Partido Comunista o a alguno de sus satélites. También el apoyo de García Márquez determinó su prestigio (no hablemos del dinero del secuestro invertido en los típicos embajadores de las FARC en toda Europa y toda América, dedicados a buscar colaboraciones universitarias y apoyos a la defensa de los derechos humanos). Al respecto vale la pena leer lo que escribía hace más de diez años sobre su incapacidad de reprocharle al Nobel su amistad con Fidel Castro.
La carrera literaria de Abad, más allá de la calidad de su obra (sobre la que no diré nada porque la desconozco totalmente), tiene que ver con esos apoyos. En 1998 Colombia fue país invitado a la feria del libro de Barcelona y la vitrina principal sólo tenía ejemplares de un libro suyo. Era el gobierno de Samper y los responsables culturales pertenecían al Partido Comunista o a alguno de sus satélites. También el apoyo de García Márquez determinó su prestigio (no hablemos del dinero del secuestro invertido en los típicos embajadores de las FARC en toda Europa y toda América, dedicados a buscar colaboraciones universitarias y apoyos a la defensa de los derechos humanos). Al respecto vale la pena leer lo que escribía hace más de diez años sobre su incapacidad de reprocharle al Nobel su amistad con Fidel Castro.
Abad Faciolince no siente ninguna simpatía por las FARC tal como el dueño de un matadero no experimenta ningún placer con la sangre. Además de García Márquez (y ahora de Vargas Llosa), es conocida su íntima amistad con Carlos Gaviria, otro pensador ajeno a las FARC que casualmente era candidato presidencial del Partido Comunista y los demás grupos promovidos por La Habana y Chávez, y que como magistrado se destacó como defensor de la conexidad del asesinato con el "delito político" (el interesado podrá ver la clase de perlas que escribía leyendo las frases resaltadas en negrita al final de este artículo). Tendría gracia que Vargas Llosa, o Savater, o Krauze y otros amigo de Abad Faciolince expresaran su opinión sobre la idea de que "no es lo mismo matar para enriquecerse que matar para que la gente viva mejor". Yo considero, y lo digo sin ninguna malicia, mucho menos criminal al rústico que obliga a un niño a llevar una carga explosiva que a quienes promueven y legitiman esos crímenes como Gaviria y Abad (en esta entrevista enlazada arriba se pueden encontrar menciones a Gaviria). Es porque yo soy en realidad ex colombiano y juzgo la moralidad de las acciones y no el estrato de sus autores.
Mi cuñado (ahora excuñado, porque en todas las familias hay divorcios) tenía y tiene 120 vacas lecheras en un pueblo a 2.600 metros de altitud en el oriente de Antioquia. Después de un mes secuestrado y de pagar la “cuota inicial” del rescate para que lo soltaran, tuvo que seguir pagando lo que faltaba, en cómodas mensualidades, durante 36 meses más. La guerrilla, tan amable, le dio tres años de plazo para pagar. Ustedes preguntarán: ¿y por qué no acudía a la policía, al Ejército, a las autoridades del pueblo? Él les contestaría: “Permítanme una sonrisa”. En las zonas rurales de Colombia el Estado no existía; hay partes donde no existe todavía; cuanto más lejos esté la tierra de las ciudades principales, menos Estado hay. Si Federico no pagaba las cuotas, tampoco podía sacar la leche de la finca, y de eso vivía. Si no pagaba las cuotas, lo podían matar en la misma lechería. Si no pagaba las cuotas, le podían secuestrar a uno de sus hijos, mis sobrinos. En fin, en ausencia de un Estado que controlara el territorio y defendiera a los ciudadanos, no había otra que pagar. O hacer lo que hicieron otros finqueros: vincularse a un grupo paramilitar que los protegiera a cambio de una cuota mensual parecida. Federico Uribe no era de esos que se complacían en ver matar, y los paramilitares mataban sin preguntar. Además, los paramilitares habían matado a su suegro, a mi papá, y no era el caso de aliarse con otros asesinos.
La propaganda de "la paz" de Santos es simplemente la reproducción de la vieja propaganda de los terroristas. Lo mismo ocurre con los cuentos de Abad, como esa infamia cínica de la "ausencia del Estado". Cuando el gobierno de Uribe se esforzó por hacer presente al Estado, toda la conjura terrorista se dedicó a impedir que ocurriera. Precisamente fue lo que se hizo pero ¿por qué no mejor negociar y dejar de matarnos? Era la noble ocurrencia del pacifista (que obviamente JAMÁS polemiza con los que consideran a Piedad Córdoba defensora de derechos humanos y los demás propagandistas del interés de las FARC). También los crímenes de la mafia en Nueva York o los de las pandillas en California corresponden a la ausencia del Estado en ciertos ámbitos, lo que pasa es que no tienen una red tan formidable como la del régimen cubano.
Federico —acabo de llamarlo para preguntarle— va a votar no en el plebiscito sobre la paz. “Yo no estoy en contra de la paz”, me dijo, “pero quiero que esos tipos paguen siquiera dos años de cárcel. Mientras me tuvieron secuestrado mataron a dos”. Yo lo entiendo, lo aprecio y no lo considero un enemigo de la paz, así no esté de acuerdo con él. No me siento con autoridad para juzgarlo y tiene todo el derecho de votar por el no. Pero, aunque lo entiendo, espero que él también me entienda a mí ahora que escribo que voy a votar por el sí. Entiendo su posición sobre la impunidad. Creo tener derecho, sin embargo, a decir que no me importa que no les den cárcel a los de las FARC, pues cuando el presidente Uribe hizo la paz con los paramilitares escribí un artículo en el que sostuve que no me interesaba que los asesinos de mi padre pasaran ni un día en la sombra. Que contaran la verdad, y listo: que los liberaran, que se murieran de viejos. Si no me creen, aquí pueden ver ese artículo, publicado en la revista Semana en julio de 2004: http://www.semana.com/opinion/articulo/una-cuestion-personal/66783-3.
Es la vieja propaganda del Partido Comunista que los que hemos leído la prensa colombiana reconoceríamos desde lejos. El que no quiere que Colombia sea una colonia cubana y que imperen los terroristas (pero imperan hace décadas, a tal punto que un criminal como Carlos Gaviria presidía la Corte Constitucional) es por afán de venganza. El uribismo colabora en esa tarea: parece que el problema fuera la impunidad y que entregar vastas regiones del país a una organización criminal importara menos, pero yo apoyaría una amnistía total si las FARC se disolvieran y desistieran de sus crímenes. Lo que contiene el acuerdo de paz es sencillamente el logro de sus fines. Ahora tendrán los billones obtenidos con la extorsión, la cocaína y la minería ilegal para dominar "legalmente" el Estado. La cuestión de la punición es totalmente secundaria, pero a los que desconocen el tema los convencen de que quienes nos oponemos es por afán de venganza, que "comprenden" con la suave indulgencia que los caracteriza.
De los 28.000 paramilitares que aceptaron desmovilizarse durante el Gobierno de Uribe, tan solo un puñado de ellos pagaron cárcel, y no porque el presidente lo quisiera, sino porque la Corte Constitucional lo obligó. Su proyecto inicial ofrecía impunidad total. El texto del Acuerdo de Ralito (el sometimiento de los paramilitares) nunca nos lo mostraron; a las víctimas de los paramilitares no nos llevaron a la zona de los diálogos para decirles en la cara el dolor que nos habían causado y para darles la bienvenida a la vida civil, como en mi familia hubiéramos querido hacer; tampoco se sometió el acuerdo con ellos a un plebiscito. Esto no es un reclamo, sino una comparación. Santos ha publicado el texto (larguísimo, farragoso, pero útil, del Acuerdo de La Habana); llevó a las conversaciones a grupos de víctimas (incluso a mí me invitaron, pero no quise ir, pues no me siento víctima ya); y ahora lo somete al veredicto del pueblo.
Los acuerdos con los "paramilitares" condujeron a la desmovilización de esas bandas y la desaparición de las Autodefensas Unidas de Colombia, lo que hay ahora es una nueva Constitución con buena parte del territorio en manos de una organización criminal cuyo negocio de la cocaína queda sencillamente legalizado. No hablemos del tribunal que nombrarán ellos mismos. No importa, los lectores españoles desconocen todo eso y creen que de algún modo Uribe era amigo de los paramilitares mientras que Santos es ajeno a las FARC (porque es su contrario, la vieja oligarquía). Lo que hace Abad es sencillamente engañar. ¿Alguien recuerda a las víctimas que llevaron a La Habana? ¡No pudo ir el general Mendieta, víctima de un secuestro monstruoso porque el ínclito profesor Carlos Medina se lo impidió! Es injusto decir que Abad sea un jefe terrorista, es algo peor, es un desalmado que promueve el crimen, prospera gracias a él y maquina engaños para conseguir sus fines.
Si en el caso de los asesinos de mi padre yo estaba de acuerdo con un pacto de impunidad, con la única condición de que los paramilitares contaran la verdad y dejaran de matar, creo tener autoridad moral para decir que también estoy de acuerdo con el Acuerdo de Paz con las FARC, los secuestradores de mi cuñado. En el caso de las FARC, también acepto una alta dosis de impunidad a cambio de verdad. Tengan en cuenta además que por delitos atroces, entre los cuales se incluye el secuestro, no es cierto que en este acuerdo haya impunidad total. Los responsables pagarán hasta ocho años (si lo confiesan todo antes de que empiece el juicio) de “restricción efectiva de la libertad”, no en una cárcel corriente, sino en condiciones que el Tribunal Especial para la Paz decidirá. Y si la confesión ocurre durante el juicio, esos ocho años los pasarán en una cárcel normal. Y si no confiesan y son derrotados en juicio, la pena será de 20 años en cárceles del Estado.
No me parece apropiado poner en duda la moralidad de Vargas Llosa, sólo su avilantez opinando sobre asuntos que desconoce, movido por el hábil halago de miserables como este Abad. ¡Resulta que él sólo quería que los "paramilitares" (que no tenían nada que ver con quienes mataron a su padre porque en esa época no existían las AUC ni estaban activos los Castaño) DIJERAN LA VERDAD. Hete aquí que se da por sobreentendido que las FARC van a decir la verdad de los 16.000 secuestros que se les atribuyen y de la violación de muchos miles de niñas (a las que obligan a abortar), así como de las miles de atrocidades cometidas. De hecho, realmente, la impunidad y elegibilidad y hasta la misma persistencia de la banda serían aceptables si se pudiera conocer toda la verdad, no sólo de los crímenes terroristas sino de su entorno y sus cómplices. Baste ver las respuestas que dan al reclutamiento de niños para saber cuál es la verdad que aportarán. ¿Cómo va a saber eso el lector español si no lo entiende Vargas Llosa? No hablemos de lo que se puede esperar del "Tribunal Especial para la Paz" nombrado por los propios terroristas. La desfachatez de este hombre es más perversa que el peor de los crímenes terroristas.
Así que no estoy de acuerdo con mi excuñado, a quien comprendo y admiro y sigo queriendo igual, en que se haya firmado un acuerdo de impunidad total. Fue un acuerdo muy generoso con las FARC, sin duda, y ojalá la guerrilla hubiera aceptado pasar siquiera dos años en la cárcel, que es a lo que aspira Federico. Pero esto fue lo mejor que el Gobierno pudo lograr, tras cuatro años de duras negociaciones, con una guerrilla que no estaba completamente derrotada.
¡Pobre gobierno! Tras varios años apenas consiguió eso de las FARC (cuyos crímenes se multiplicaron entre 2010 y 2015 gracias a que se prometía premiarlos y a que la máquina de exportación de cocaína por Venezuela necesita operar con el máximo rendimiento). La desfachatez con que se juzga a unos miserables como De la Calle o Jaramillo favoreciendo la recuperación de la industria de la cocaína (Colombia ha llegado a ser de nuevo el principal productor, cosa que es la principal tarea del gobierno, lo cual se comprueba con la actuación del ministro de Salud, otro amigo de Abad, en contra del uso del glifosato) como búsqueda de castigo de los terroristas sólo es otra forma de obrar criminal.
Cuando escribo para España, o cuando hablo con españoles, algunos esgrimen el ejemplo de ETA para decirme que el Estado no puede ser condescendiente con los terroristas ni puede perdonar. No creo que los casos se parezcan ni se puedan comparar. Las FARC nacieron en un país violento, muy desigual y muy injusto, lo que no las justifica, pero sí explica en parte su furor. La guerrilla de las FARC llegó a tener 20.000 hombres en uniforme; llegó a tomarse la capital del departamento (Estado) del Vaupés, Mitú. Ejerció control y dominio (como un Estado alternativo que impartía “justicia” y resolvía líos domésticos) en amplios territorios rurales.
La injusticia no justifica a los terroristas pero la vieja propaganda siempre busca hacer pensar que los terroristas se levantaron contra ella. Falso hasta asquear. El proyecto comunista en Colombia existe para favorecer la desigualdad y lo promueven los clanes más altos de las castas dominantes. Baste comparar los ingresos y las pensiones de los funcionarios favorecidos por los sindicatos comunistas (es decir, por el poder de intimidación y el dinero de las guerrillas) para entenderlo. La injusticia y la desigualdad no son la causa de las guerrillas sino su fruto. Tal vez no lo entienda Vargas Llosa, la verdad es que ese nivel de comprensión no lo alcanza nunca en sus artículos de prensa (cuando Vargas Llosa era compadre de García Márquez, antes de enemistarse con él por cuestiones personales, Octavio Paz señalaba que el colombiano representaba a las guerrillas hispanoamericanas en los restaurantes y bares de Barcelona). Tampoco lo entienden los españoles. He hablado con muchos cientos de ellos y no recuerdo a ninguno que no crea que las guerrillas son campesinos oprimidos que se levantan contra la injusticia. También creerán que la toma de Mitú por unas horas es como la de una capital de provincia española, de ese nivel es el engaño.
Las FARC han sido una guerrilla despiadada, sanguinaria, sin duda. Una guerrilla que cree firmemente y con fanatismo mesiánico en la última religión del siglo XX, el comunismo marxista leninista. En la lucha armada, en su ideología, en sus actos de terror, creo que la guerrilla se equivocó de un modo atroz. Pero en más de medio siglo de desafío al Estado no ha podido ser derrotada por las armas. Colombia tiene el presupuesto de seguridad más alto de América Latina; tiene el Ejército más numeroso; gastamos en armamento lo que no nos gastamos en salud o educación. Tuvo un presidente, Álvaro Uribe, cuya mayor obsesión durante ocho años fue exterminar a la guerrilla que había matado a su padre. La debilitó mucho, las FARC quedaron en menos de 10.000 efectivos, pero tampoco la pudo derrotar. Su ministro de defensa, Juan Manuel Santos, llegó al poder y, al verla debilitada, les volvió a ofrecer lo que todos los presidentes anteriores (incluyendo a Uribe) les habían ofrecido: unas conversaciones para llegar a un acuerdo de paz. Y Santos acaba de conseguir lo que ninguno de los presidentes anteriores consiguió: que las FARC se plegaran a dejar las armas y aceptaran convertirse en un partido político con garantías de seguridad e incluso con una mínima representación en el Congreso en las próximas elecciones.
La vieja propaganda, el Estado no pudo vencer a las FARC. Pero al final del gobierno de Uribe no existían en zonas pobladas, realmente más bien tenían bases en Venezuela y Ecuador. Y de hecho la única fuerza de las guerrillas es su agencia de cobro, la vasta red de medios, universidades, sindicatos y demás frentes del Trust Münzenberg. Las campañas de calumnias contra el gobierno de Uribe tenían por objeto mantener esa invencibilidad. Y Santos tenía el propósito de negociar "la paz" desde mucho antes de ser ministro de Uribe (cuya patética ineptitud y tosquedad son la mejor baza de los terroristas). El primer jefe de las bandas terroristas en Colombia es su hermano mayor, ligado directamente a los Castro. Mentiras y más mentiras para reforzar lo que la propaganda hace creer a la gente, la vieja propaganda.
En todas las familias hay uno que otro envidioso; se sienten celos aun entre los hermanos. Por eso entiendo tan bien, por eso me parece tan comprensible, tan humano, que los dos presidentes anteriores (Pastrana y Uribe) sientan celos porque Santos haya logrado lo que ellos buscaron sin conseguir. Se entiende también que quieran adoptar para su envidia una máscara más noble, la máscara de la “impunidad”. Pero estoy seguro de que, si ellos estuvieran en el poder, ofrecerían una impunidad igual o mayor que esta. Un presidente mucho más viejo, casi centenario, lúcido, ya curado de espantos y mucho más allá del bien y del mal, Belisario Betancur, un presidente que estuvo a punto de firmar la paz con la guerrilla hace 30 años, pero que fue saboteado por la extrema derecha (mezcla de paramilitares, terratenientes y una franja del Ejército) mediante el exterminio de líderes de izquierda y de todo un partido político, la Unión Patriótica, este viejo presidente, en cambio, conservador y católico, votará por el sí. También Gaviria y Samper harán campaña por el sí.
Yo nunca he sido admirador de Vargas Llosa, pero al leer este párrafo siento verdadera vergüenza ajena. ¡Resulta que Uribe y Pastrana sienten celos de que Santos lo logre! Más ridículo no puede ser. Más miserable que creer que la paz de Betancur con las FARC no funcionó porque los Castaño mataran a unos cientos de terroristas desarmados años después de que fracasaran los diálogos no se puede ser. Los españoles no saben que la negociación de paz de Betancur es el verdadero origen del poder de las FARC, que aprovecharon la legalidad para instalarse en muchas regiones, en las que operaban como partido armado secuestrando y extorsionando. El interesado en el proceso de negociación y sus frutos sólo tiene que mirar este gráfico sobre el número de homicidios relacionados con el "conflicto armado"..
Burdas mentiras, vieja propaganda. Desgraciadamente los colombianos creen más en lo que les dicen que en lo que ven (cuanto más rubia sea una persona y cuanto más lejos viva, más se tendrán en cuenta sus opiniones). El partido "Unión Patriótica" sólo eran las FARC, o sea, sólo era el Partido Comunista, y sus líderes, como Luis Eduardo y Angelino Garzón, son en nuestra época vicepresidentes y ministros.
Termino: las historias familiares, que son como una novela real, me han obligado a sentir y me han enseñado a pensar mucho sobre el sufrimiento, sobre la justicia y la impotencia, sobre la humillación y la rabia, sobre la venganza y el perdón. Escribir la injusticia que se cometió con mi padre, el asesinato de un hombre bueno, me curó de la necesidad de aspirar a ver en la realidad la representación de la justicia (una cárcel para los asesinos). De alguna manera yo siento que pude hacer justicia contando la historia tal como fue. Seguramente si mi cuñado hubiera podido contar la historia de su secuestro, como lo hicieron Ingrid Betancourt o Clara Rojas, ahora estaría más tranquilo y en el mismo grupo de ellas, el grupo de los que apoyamos el sí. Es por eso que ahora que he contado la historia de Federico, y ahora que he explicado mi posición para un periódico español, yo le preguntaría a mi excuñado lo siguiente: ¿no es mejor un país donde tus mismos secuestradores estén libres haciendo política, en vez de un país en que esos mismos tipos estén cerca de tu finca, amenazando a tus hijos, mis sobrinos, y a los hijos de tus hijos, a tus nietos? La paz no se hace para que haya una justicia plena y completa. La paz se hace para olvidar el dolor pasado, para disminuir el dolor presente y para prevenir el dolor futuro.
Conforme, que no vayan a la cárcel. No es el problema, es la presentación mentirosa del problema para los lectores de El País, cuyo nivel (mezclado con arrogancia y afán de protagonismo) muestra tener Vargas Llosa. Las FARC no entregan realmente las armas ni se desmovilizan ni se disuelven ni desisten de implantar su régimen ni dirán la verdad ni pedirán perdón ni renuncian a sus negocios criminales, sencillamente se los premia y se les entrega poder gracias a los impresionantes recursos de la conjura castrista (el lector de El País podría preguntarse qué mueve a ese periódico a una pasión tan grande por la paz en Colombia). La paz es el verdadero negocio terrorista, gracias a Betancur se multiplicaron, gracias a los gobiernos posteriores se apropiaron del Estado y mataron a muchas más personas y ahora se apropian completamente del país. El interesado en el tema debería leer este artículo de Fernando Londoño en el que se explica muy bien en qué consiste el acuerdo.
2 comentarios:
Qué feliz sería que quienes me secuestran o violan, o maten mi familia estén en la política, haciendo leyes. Me sentiría en paz, me sentiría segura; porque ellos después de matar tanta gente, pobrecitos, ya merecen que los premien. Y exigir que paguen penas en la cárcel es simple venganza. Yo no sabía que en otros países donde hay crímenes el que confiesa sale libre del todo y se va campante.
Esa pregunta final de Abad Faciolince, increíble que los españoles no lo vean con espanto o es que tienen una mentalidad bastante colombiana. Eso es como si dijera: ¿No es mejor que te dejes violar suavecito a obligar a tu abusador a que te maltrate mientras te viola? ¿A ti, a tus hijos y los hijos de tus hijos? ¿No les suena chantaje eso? Dejar que los asesinos estén en la vida política porque sino te matará? ¿No lo dice el ladrón cuando amenaza con su arma? Dame tu dinero o sino te mato.
En ciertas guerras africanas destrozan a los cadáveres con machetes porque aunque se vea que la persona está muerta, nadie ve la bala. Eso les pasa a los colombianos, que creen que mover el dedo índice para apretar una palanca no tiene que ver con matar a alguien. Los asesinos no son sólo los niños a los que "intelectuales" como Iván Márquez obligan a cometer masacres, también todos los que forman parte de la conjura, entre los que destaca Abad Faciolince, amigo de García Márquez y propagandista descarado de todo lo que convenga a los terroristas. Como eso no se entiende, ellos seguirán "equivocados" hasta que el terror les entregue todo el país.
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