Por Jaime Castro Ramírez
Si por algo relevante debe sobresalir la interacción de un gobernante con su pueblo es justamente por su condición de observar puntualmente la práctica de la honestidad frente al uso de la verdad. El engaño es repudiable en cualquier persona que intente tramar la voluntad ajena de un particular, o de un grupo reducido de personas; pero tratándose de un jefe de Estado, la circunstancia del engaño adquiere ribetes de universalidad totalmente intolerable, pues es todo un pueblo que se siente traicionado en su condición de otorgante del poder político a quien luego se convierte en su traidor a través de la mentira.
El caso del presidente Santos
Es muy desafortunado, duro y penoso, tener que expresar abiertamente la realidad, pero ocurre que en el idioma utilizado por el presidente Santos para dirigirse a los colombianos, ha sido tradicional encontrar en su estilo lo que se identifica con las expresiones utilizadas con sentido de sinónimos en el lenguaje psiquiátrico para referirse al comportamiento compulsivo de la mentira, o sea: la mitomanía, y la mentira patológica. Algo que equivale también a la conducta o actitud de fingir acciones absolutamente contrarias a lo que se piensa, o expresar cosas contrarias a la realidad, lo cual en el diccionario de la alengua española literalmente significa hipocresía. La primera gran prueba de Santos fue haber tenido la capacidad de engañar a Uribe para que le heredara el poder, y a la vez engañar a nueve millones de ciudadanos para que lo eligieran.
El grado de corrupción del gobierno Santos se ha vuelto evidente desde el mismo momento de la campaña de su primera elección. Ahora se descubrió que a su campaña del 2010 entraron 400 mil dólares originarios de la empresa contratista del Estado Odebrecht, los cuales no aparecieron relacionados en los gastos de la campaña, y se ha sabido también que la misma Odebrecht dizque repitió la acción para la campaña de reelección de Santos del 2014, solo que esta vez con una cifra mayor, un millón de dólares. Al no ser declarados estos dineros en los gastos de las campañas, lo que se observa es que se trató de artimañas subrepticias para poder burlar los topes de dinero autorizados para las campañas, lo cual se configura en un delito electoral, y en consecuencia, el resultado es que eso termina obviamente en una elección ilegítima.
Lo más sorprendente
Pareciera que no fuera cierto haber escuchado al presidente Santos (años después) expresar la siguiente frase respecto a la entrada de dineros improcedentes a sus campañas presidenciales: “Me acabo de enterar”. Esta manifestación tiene dos connotaciones perversas. Primero que todo, se observa la ausencia de honestidad de criterio, pues esto no es otra cosa que una impostura mal calculada para intentar evadir su propia responsabilidad, con lo cual está engañando al pueblo porque el primero en saber de dónde sale el dinero para financiar una campaña política es el candidato, pero además es quien tiene la responsabilidad política; y en segundo lugar, pretende dar por sentado que los colombianos somos bobos con alta deficiencia mental y que estamos dispuestos a creerle semejante impostura de engaño.
A propósito de lo aquí planteado, en entrevista con el diario El Tiempo el 19 de marzo de 2017, el presidente Santos afirmó: “Que quede claro: esto es inaceptable”. Sí señor presidente, los colombianos sabemos perfectamente que esto es inaceptable. En la época de la presidencia de Ernesto Samper, el entonces acucioso periodista y columnista Juan Manuel Santos actuó como uno de los impulsores de exigirle la renuncia al presidente en ejercicio por la misma causal de haber recibido dineros de procedencia indebida en su campaña presidencial, ante lo cual el señor Samper presidente, cuando se vio descubierto, pronunció la frase: “Fue a mis espaldas”, él no sabía de esos dineros. En circunstancias similares, igual es la frase del ahora Santos presidente: “Me acabo de enterar”.
El más desprevenido ciudadano entiende que estas son frases provistas de una alta dosis de cinismo y que su efecto solo conduce a causarle un grande perjuicio de ilegitimidad a la democracia que el pueblo les ha otorgado el poder de preservar.
En twitter expresé la siguiente inquietud: “Gobernante que engaña a su pueblo es indigno de gobernarlo. Elección fraudulenta elige gobernante ilegítimo”.
Lo que el presidente Santos, como estadista, debe hacer, es actuar en consecuencia de lo que él en su momento le exigía a Samper, o será que piensa también acogerse a la segunda frase de su colega: “Aquí estoy y aquí me quedo”.
1 comentario:
Gracias por tan acertado artículo,solo resta llorar al ver el pueblo tan desinteresado que tiene Colombia,parece que no creen que al paso que vamos quedaremos como esta Vzla,hasta peor,porque ya estamos en manos de los narcoterroristas,y el gbno Castrista.
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