Por Jaime Restrepo Vásquez
Una frase llamativa está recorriendo las redes sociales: «Petro es la esperanza». ¿De qué esperanza estarán hablando? No lo sé. Además de ser un eslogan propagandístico poco creativo, dice muy poco del candidato.
Una frase llamativa está recorriendo las redes sociales: «Petro es la esperanza». ¿De qué esperanza estarán hablando? No lo sé. Además de ser un eslogan propagandístico poco creativo, dice muy poco del candidato.
No es bueno destruir la “esperanza” de una persona, pero hay motivos para señalar que Petro es la frustración futura y garantizada. En realidad, el candidato de la Colombia Humana es una máquina de hacer promesas, pero al analizar lo que propone, ya hay motivos para desconfiar del rumbo que quiere darle al país y sobre todo, surgen certezas sobre el desesperanzador porvenir que nos esperaría y al que quieren meternos a la brava.
En su discurso, Petro todo lo relaciona con el cambio climático, lo que resulta esperanzador para los jóvenes que quieren tener un planeta para ellos y sus hijos. Sin embargo, el tema se queda rápidamente corto pues Colombia sería una gaviota haciendo verano. Ciertamente es muy importante trazar una ruta para que nuestro país aporte en la mitigación del cambio climático. No obstante, lo que Petro propone es eliminar toda la industria extractiva y dedicar el suelo casi que exclusivamente a la agricultura, como si el agua requerida para semejante empresa no fuera a convertirse en un botín que pocos tendrían bajo su control. Este horizonte es crítico: además del desempleo que generaría la suspensión de la extracción, el Estado se vería enfrentado a la reducción inmediata de una de sus principales fuentes de financiación. En poco tiempo, los programas de asistencia quedarían sin fondos y estarían condenados a desaparecer.
¿Y si los sostiene haciendo un llamado a la “solidaridad” de los ciudadanos? Efectivamente ese es el siguiente paso y tendría que subir los impuestos para cubrir el déficit, incluyendo un gravamen para las pensiones, tal y como está ocurriendo hoy en Nicaragua. De esta manera, lo que llaman “esperanza” es la certeza de serias dificultades económicas, de empresas saliendo del país y de ciudadanos trabajando de sol a sol para pagar impuestos. Y claro, los que ya trabajaron 40 años o más, tendrán que despojarse de parte de su pensión, para cuadrar la caja del gobierno. Eso no genera esperanza sino una frustración enorme y una angustia real para cualquier ciudadano medianamente sensato.
Lo que pasa es que la mayoría de seguidores de Petro son jóvenes que ven tan lejos el asunto de la pensión, que sencillamente no les interesa. Pero cuidado: para llegar a pensionarse hay que trabajar, comer, pagar impuestos y servicios, beber agua, vivir en algún lado y transportarse durante 40 años. Con Petro, cada uno de los anteriores aspectos estaría en riesgo y la esperanza de llegar a viejos sería una excepción a la regla.
Otro aspecto que les genera “esperanza” a los seguidores de Petro se resume en una palabra: gratis. Salud, educación y vivienda gratis. La forma parasitaria de pensar es parte de una democracia. Sin embargo, los que esperan que todo sea gratis se estrellarán con una realidad: no hay nada gratis y en un Estado, los ciudadanos son los que contribuyen, con sus impuestos, a la presunta e inexistente gratuidad. Además, es bueno unir la gratuidad con la eliminación de la industria extractiva. Esto significa que el Estado renuncia a recursos importantes mientras tiene una llave abierta para cumplir la promesa de la gratuidad. Ahí vienen los impuestos, las reformas tributarias cada vez más regresivas, el estrangulamiento de las empresas y finalmente el incumplimiento de lo que prometió en campaña. No hay nada gratis: todo se paga o lo pagan otros, pero esos otros son los primeros que abandonan el país, huyendo de esas promesas y del incumplimiento que desencadenaría el caos y un acelerado deterioro en las condiciones de vida del país. Así las cosas, la “esperanza” de la gratuidad es, en realidad, la promesa de una enorme frustración y la garantía autenticada de la miseria extendida por todo el territorio nacional.
Es bueno detenerse en eso de la educación gratis para todos. Cuba, por ejemplo, tiene las jineteras con más títulos en el mundo, pero esos cartones les sirven para utilizarlos como papel higiénico. Venezuela promovió la educación gratuita y en Colombia ya tenemos numerosas prepagos altamente educadas y con títulos rimbombantes. Con altas tasas impositivas, con industrias en fuga, sin empresarios ni emprendedores con capital, sin regalías ni ingresos de la industria extractiva, con la anunciada persecución a los ganaderos (la producción de carne contribuye al calentamiento global); nuestro país estaría condenado al destino de Cuba y Venezuela. No sé a cuántos les genera esperanza el ver a las madres, hermanas o hijas convertidas en prostitutas con títulos… A muchos, tal situación nos resulta inaceptable y desesperanzadora.
Otra promesa que mueve la esperanza de los seguidores de Petro es el tema de la corrupción. Bueno, es que la corrupción incluye asignar 93 de cada 100 contratos a dedo a los amigos o parientes; es hacerse el de la vista gorda cuando se va a intervenir una parte de un humedal para que los familiares de la esposa se lucren; es incurrir en detrimento patrimonial, es comprar motos eléctricas sin contratar el mantenimiento, es comprar una flota de camiones recolectores que no funcionaron por las condiciones topográficas de Bogotá. La corrupción surge de un elemento básico del ADN nacional: ser el más avispado y pasarse las leyes por la faja.
El desconocimiento de la tragedia de Petro como gobernante hace que sus seguidores, importaculistas en su mayoría, no vean, ni se enteren, ni les importe que aquel que les genera esperanza, incurrió en todos los hechos mencionados y que su actitud ha sido y será la de desconocer las leyes que no le sirven, como si fuera un adolescente que se rebela contra normas injustas (cuando no le calzan) y se aferra a tecnicismos y leguleyadas cuando le son convenientes. Un vaquero que ve a Colombia como si fuera el viejo oeste, imponiendo, acomodando o saltándose la ley a su antojo, no es motivo de esperanza sino de profunda incertidumbre.
Hay que decirlo: las promesas de Petro se resumen en la imposibilidad de ser cumplidas, en el direccionamiento de la frustración para culpar a otros de la ineptitud del gobernante, como ocurre en Venezuela y como pasó en Bogotá durante los cuatro desastrosos años de gobierno de Petro; y en la vertiginosa pauperización de la nación. Eso no es motivo de esperanza.
3 comentarios:
Si de Duque se trata, lo que hay que decir de El es todo lo contrario al de el Candidato mencionado (Petro).
un tema del que nadie habla es el caso de Santrich .
Las FARC son actor importante en el trafico
de droga hacia USA.
No es raro que la DEA este tras la pista de los lideres
Pero todo ocurre como en una comedia,
santrrich se declara en huelga de hambre
y termina refujiado en el Episcopado,
mientras Pepe Mujica, se 'toma'
las redes sociales
Hace rato país bizarro no saca una nueva columna.
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