¿Qué va a cambiar en Colombia con la salida de Santos y el nuevo gobierno? No hace falta perderse en conjeturas porque es manifiesto: nada. ¿Alguien recuerda alguna crítica clara del nuevo presidente a Santos y a su gestión? Cuando se encontró con la sorpresa del triunfo del NO en el plebiscito de 2016, Duque se apresuró a matizarlo. Lo fascinante es la ceguera generalizada, muestra patente de servilismo, y algo más curioso, las teorías de conspiración, que son la única crítica que recibe el nuevo gobierno, y que en definitiva lo legitiman casi tanto como el acoso del hampa narcoterrorista.
Duque socialista
En los últimos años del reinado de Mao Zedong y en el periodo que siguió, con China en manos de "la banda de los cuatro", la propaganda obsesiva que se había vivido en los años de la Revolución cultural se centró en teorías cósmicas que servían para legitimar las rencillas por el poder. Buen ejemplo de eso fue la campaña contra Lin Biao y Confucio, que precedió al asesinato del segundo líder del país.
Me he acordado de eso leyendo a los "haters" de Duque en las redes sociales, para los que el nuevo presidente es socialista, al igual que Uribe, y tiene pequeñas diferencias de matiz con las FARC. La oposición a la ideología socialista los lleva a ver en todas partes al demonio y a reducirlo todo a una dualidad cósmica, al estilo de Mani pero mucho más reduccionista. El comunista Lin Biao resultaba ligado al principio enemigo del comunismo, encarnado en el sabio de hace 25 siglos. La ideología socialista es la materialización del mal cósmico, en realidad del demonio, que se encarnó en el abominable Marx, nacido hace 200 años, y trastornó el mundo. De ahí que no importa lo que fuera Helmut Schmidt, no nos engañará, era sólo una especie de Pol Pot alemán con una máscara muy sutil, y lo mismo Mitterrand y Blair y Palme y González. Tirofijo asimilado a la cultura de cada país.
Es tedioso ocuparse de esos discursos, pero no estaría bien que por denunciar la disposición del nuevo gobierno lo confundan a uno con esos fanáticos. Duque y Uribe son socialistas exactamente en la medida en que esa ideología está presente en la vida del país. Si fueran enérgicos libertarios no tendrían votos. No podrían representar a los colombianos.
¿Qué signo tendrá el gobierno de Duque en materia económica? Continuará el de Santos. Puede que se reduzca el despilfarro, y que se invierta en los proyectos de la "economía naranja", pero no será un cambio significativo. El "socialismo" seguirá porque está en la Constitución y porque el gobierno de Duque no es en absoluto rupturista. Tampoco es que Santos fuera otro Chávez en ese aspecto. Despilfarró en su propaganda y en comprar apoyos, pero no expropió empresas ni multiplicó el salario mínimo ni nada parecido. Al contrario, firmó tratados de libre comercio y promovió la integración de Colombia en la OCDE.
En fin, ese frente de la crítica a Duque no presenta mucha solidez y la mayoría de la gente razonable estará más bien de su parte: Colombia se recuperó durante los años de Uribe sin que la gestión económica fuera particularmente libertaria, de hecho Duque nombró ministro a Carrasquilla, que formó parte del gobierno de Uribe.
El problema es que la manía sectaria legitima al nuevo gobierno en lo que realmente merece un cuestionamiento firme.
Duque y Soros
La relación específica de Duque con Soros también se presta a muchas teorías de conspiración: cada uno cree lo que quiere. Es verdad que antes de ser impuesto como candidato del uribismo Duque recibió apoyos de las típicas entidades que financia Soros en Colombia, las fundaciones de León Valencia y DeJusticia. Apoyos que deberían preocupar tratándose de organizaciones criminales.
Pero es del orden paranoico la idea de que será un títere de Soros. ¿Qué hará en la presidencia? Son oscuros los motivos que llevaron a Uribe a imponerlo como candidato, y sin duda, como he señalado antes, no es propiamente un opositor de Santos ni alguien que llegue a la presidencia con el propósito de deshacer su obra, pero tiene un partido y una base social y sobre todo circunstancias en las que tiene que tomar decisiones y no estará consultando a todas horas al anciano magnate.
Esa manía del todopoderoso demonio judío como Marx también impide evaluar lo que realmente trae Duque. Todo lo que dice y hace se considera prueba de que es el agente de Soros, y en realidad para los exaltados no hace falta ni saberlo. Basta la información importante, su relación con la bestia.
Lo que promete Duque
Es muy importante prestar atención a todo lo que ha dicho Duque porque no tendría sentido que pretendiera engañar a los votantes. No ganaría nada. Por ejemplo, ha dicho que intentará mejorar el acuerdo de La Habana, cosa que de entrada contiene el sobreentendido de que no va a desconocerlo. Mejorarlo es una oferta de negociaciones que podría conducir a más concesiones a los terroristas. No es imposible, podría premiarlos más, por ejemplo a cambio de que mengüe la rebelión estudiantil que ya anuncia Petro. Con toda certeza no ocurrirá ningún cambio significativo: Duque no va a cuestionar la JEP ni la Comisión de la Verdad ni a alterar ninguna de las leyes derivadas del acuerdo.
Me he acordado de eso leyendo a los "haters" de Duque en las redes sociales, para los que el nuevo presidente es socialista, al igual que Uribe, y tiene pequeñas diferencias de matiz con las FARC. La oposición a la ideología socialista los lleva a ver en todas partes al demonio y a reducirlo todo a una dualidad cósmica, al estilo de Mani pero mucho más reduccionista. El comunista Lin Biao resultaba ligado al principio enemigo del comunismo, encarnado en el sabio de hace 25 siglos. La ideología socialista es la materialización del mal cósmico, en realidad del demonio, que se encarnó en el abominable Marx, nacido hace 200 años, y trastornó el mundo. De ahí que no importa lo que fuera Helmut Schmidt, no nos engañará, era sólo una especie de Pol Pot alemán con una máscara muy sutil, y lo mismo Mitterrand y Blair y Palme y González. Tirofijo asimilado a la cultura de cada país.
Es tedioso ocuparse de esos discursos, pero no estaría bien que por denunciar la disposición del nuevo gobierno lo confundan a uno con esos fanáticos. Duque y Uribe son socialistas exactamente en la medida en que esa ideología está presente en la vida del país. Si fueran enérgicos libertarios no tendrían votos. No podrían representar a los colombianos.
¿Qué signo tendrá el gobierno de Duque en materia económica? Continuará el de Santos. Puede que se reduzca el despilfarro, y que se invierta en los proyectos de la "economía naranja", pero no será un cambio significativo. El "socialismo" seguirá porque está en la Constitución y porque el gobierno de Duque no es en absoluto rupturista. Tampoco es que Santos fuera otro Chávez en ese aspecto. Despilfarró en su propaganda y en comprar apoyos, pero no expropió empresas ni multiplicó el salario mínimo ni nada parecido. Al contrario, firmó tratados de libre comercio y promovió la integración de Colombia en la OCDE.
En fin, ese frente de la crítica a Duque no presenta mucha solidez y la mayoría de la gente razonable estará más bien de su parte: Colombia se recuperó durante los años de Uribe sin que la gestión económica fuera particularmente libertaria, de hecho Duque nombró ministro a Carrasquilla, que formó parte del gobierno de Uribe.
El problema es que la manía sectaria legitima al nuevo gobierno en lo que realmente merece un cuestionamiento firme.
Duque y Soros
La relación específica de Duque con Soros también se presta a muchas teorías de conspiración: cada uno cree lo que quiere. Es verdad que antes de ser impuesto como candidato del uribismo Duque recibió apoyos de las típicas entidades que financia Soros en Colombia, las fundaciones de León Valencia y DeJusticia. Apoyos que deberían preocupar tratándose de organizaciones criminales.
Pero es del orden paranoico la idea de que será un títere de Soros. ¿Qué hará en la presidencia? Son oscuros los motivos que llevaron a Uribe a imponerlo como candidato, y sin duda, como he señalado antes, no es propiamente un opositor de Santos ni alguien que llegue a la presidencia con el propósito de deshacer su obra, pero tiene un partido y una base social y sobre todo circunstancias en las que tiene que tomar decisiones y no estará consultando a todas horas al anciano magnate.
Esa manía del todopoderoso demonio judío como Marx también impide evaluar lo que realmente trae Duque. Todo lo que dice y hace se considera prueba de que es el agente de Soros, y en realidad para los exaltados no hace falta ni saberlo. Basta la información importante, su relación con la bestia.
Lo que promete Duque
Es muy importante prestar atención a todo lo que ha dicho Duque porque no tendría sentido que pretendiera engañar a los votantes. No ganaría nada. Por ejemplo, ha dicho que intentará mejorar el acuerdo de La Habana, cosa que de entrada contiene el sobreentendido de que no va a desconocerlo. Mejorarlo es una oferta de negociaciones que podría conducir a más concesiones a los terroristas. No es imposible, podría premiarlos más, por ejemplo a cambio de que mengüe la rebelión estudiantil que ya anuncia Petro. Con toda certeza no ocurrirá ningún cambio significativo: Duque no va a cuestionar la JEP ni la Comisión de la Verdad ni a alterar ninguna de las leyes derivadas del acuerdo.
De modo que el continuismo es tácito pero innegable. Será un periodo de transición en el que la gente se acostumbrará a escuchar la propaganda de las FARC, que cuenta con ventaja gracias al dinero de la cocaína, y resultará normal que cualquier secuestrador y asesino obre como líder político. Ya le ocurrió a la generación anterior, que toleró como figuras públicas a Petro, León Valencia y Angelino Garzón, no menos criminales que alias El Paisa o alias Guacho. Para eso tienen los grandes medios de comunicación, que el gobierno seguirá financiando para apaciguar su hostilidad. Todo lo que se verá en términos de complacencia con la propaganda terrorista se ha visto estos años en la actuación de los políticos uribistas, el más amable (con los terroristas) de los cuales es precisamente Duque. Los frentes de polémica seguirán siendo la persecución judicial contra Uribe, con masas crecientes de jóvenes sin futuro que culpan al capitalismo y se ilusionan con un gobierno de Iván Cepeda o Piedad Córdoba. En 2022 se elegirá entre la continuidad de la corrupción o la renovación que promete la izquierda. Casi se puede adivinar el resultado.
Sin resistencia
No es la ideología socialista ni la propaganda de Soros ni el poder de la cocaína, es la indigencia intelectual y aun moral de la mayoría. ¿Alguien se opuso a premiar a los criminales cuando se anunció eso en 2011 y aun en 2010? No, todos aplaudieron a Uribe y lo justificaron cuando mostró su apoyo a "la paz". Miles de voces salieron a unirse al gimoteo por cada víctima, pero nadie se resistía tanto como para oponerse a "la paz" o para ver que Uribe y su combo estaban en ese bando. Todavía no lo ven porque en realidad no están en contra del terrorismo ni de la tiranía ni del comunismo, sino ilusionados con algún caudillismo que los salve.
No es la ideología socialista ni la propaganda de Soros ni el poder de la cocaína, es la indigencia intelectual y aun moral de la mayoría. ¿Alguien se opuso a premiar a los criminales cuando se anunció eso en 2011 y aun en 2010? No, todos aplaudieron a Uribe y lo justificaron cuando mostró su apoyo a "la paz". Miles de voces salieron a unirse al gimoteo por cada víctima, pero nadie se resistía tanto como para oponerse a "la paz" o para ver que Uribe y su combo estaban en ese bando. Todavía no lo ven porque en realidad no están en contra del terrorismo ni de la tiranía ni del comunismo, sino ilusionados con algún caudillismo que los salve.
Es la cultura del país. Como se desconoce la noción de ley o de crimen, no se ve a los asesinos, secuestradores, traficantes de cocaína y violadores de niñas como enemigos de la comunidad sino como "izquierdistas" y en esa dualidad grotesca lo remedian todo. No tienen en realidad nada contra atrocidades morales como la noción de "delito político" presente en la Constitución (TODOS los derechistas colombianos con los que he llegado a discutir defienden ese concepto), o como la acción de tutela, o como el gasto de un porcentaje altísimo del PIB en universidades públicas en las que se adoctrina a los futuros genocidas (y en el mejor de los casos se producen muchos diplomas que se obtienen sin aprender nada). El odio de esos derechistas por el orden del 91 se resume simplemente en que no están entre los beneficiados.
El gobierno de Duque será el tercer periodo de Santos, y le abrirá las puertas a algo mucho peor. Los problemas que tiene el país, como el control cubano del Estado, empezando por la administración de justicia y siguiendo por las Fuerzas Armadas y la Policía, la hegemonía del narcoterrorismo en la función pública, la educación y los medios de comunicación, la expansión incesante de la industria de la cocaína y la desmoralización generalizada no son cosas que interesen a los nuevos gobernantes. Muy característico es que ninguno de los nuevos ministros se haya destacado como crítico de Santos y sobre todo de "la paz". Muy significativo es que una ministra se manifestara en compañía de Piedad Córdoba por tan noble causa. ¿Por qué han sido nombrados? Porque tienen títulos y alguna afinidad personal con el presidente, cosa que no inquieta a nadie. ¿A quién se le va a ocurrir que los gobernantes representen a los ciudadanos? Eso para países con otra cultura. Al presidente lo impusieron como candidato con fraude, después nombra a sus amigos y se desentiende de las cuestiones conflictivas y todos los que no están con los criminales se ocupan sólo de defender al gobierno.
El gobierno de Duque será el tercer periodo de Santos y todo se pudrirá porque ya se han gastado mucho dinero en propaganda y en comprar apoyos para "la paz", y porque el poder del narcoterrorismo que obedece al régimen cubano se habrá afianzado. Pero no es sólo culpa de Duque ni de Uribe, sino de una sociedad que en realidad no quiere otra cosa. La única oposición que se conoce son unos cuantos sectarios que no se dieron cuenta de que Uribe y su grupo apoyaban el premio del crimen hasta que descubrieron la mano del diablo Soros y la infección socialista. Unos exaltados que ciertamente no quieren que se cierren las universidades públicas ni que se convoque una Constituyente que genere una norma que prohíba matar gente para reemplazarla ni que los códigos y contratos tengan en su redacción que corresponder a esa norma y no deban ser revaluados cada vez que el soborno anima al juez a encontrar un derecho fundamental vulnerado por la existencia de la ley.
El hecho de que la presidencia estadounidense haya caído en un empresario conservador sin ganas de complacer a la mafia de los medios afectará de algún modo a la presidencia de Duque: no será tan fácil tolerar la altísima producción de cocaína con protestas por el avance de la paz. Pero en últimas, como ocurre desde tiempos de Gaviria, no habrá quien intervenga en Colombia y el gobierno pasará sus cuatro años maldiciendo a los traficantes, sonriéndole a la DEA y acomodándose en un orden en el que todo está controlado por los cubanos y sus fichas.
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